El pasado día 19 de junio, con motivo de la puesta en venta del tercer Larsson, Espido Freire publica en adn la siguiente columna, que me parece muy afortunada:
Deceso
"Lo mejor que le puede pasar a un artista si desea ser apreciado es morirse. En general, es lo mejor para cualquier persona que aspire al respeto y el cariño. La excepción es, por supuesto, la de las celebridades contemporáneas, carne de colorín, que continúan produciendo dinero y atención desde el otro lado a costa de injurias y miserias de sus explotadores. Pero salvo contadas excepciones los funerales se abarrotan de allegados y no tan allegados que cantan las virtudes del finado.
Los escritores, a diferencia de los cantantes, que deben morirse, si es posible, con 27 años, podemos permitirnos morir casi a cualquier edad. Se inicia entonces una corriente de simpatía que deja de lado al autor (a veces, para salir ganando: los escritores nos caracterizamos por la vanidad y el sentido de la propia importancia, algo que no molesta muertos, pero que puede arruinar más de una reunión familiar vivos) y que ensalza la obra.
Stieg Larsson, entre cuyas fieles seguidoras me cuento, ha tenido
la mala suerte personal de haber cumplido con esa norma de oro,
imagino que muy a su pesar. Hoy, con su novela como libro estrella en el metro, bajo los amorosos brazos de sus lectores, pensaba en cómo hubiera disfrutado de este brutal éxito: o no. Hay maneras muy peculiares de asumir la fama. Larsson se ha librado de las envidias y la sordidez que hubiera despertado en su entorno. Muerto sólo puede inspirar respeto y simpatía.
Yo, por mi parte, tengo pensado morirme de vieja en cuanto pueda."
domingo, 21 de junio de 2009
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