Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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jueves, 23 de febrero de 2012

La sociabilidad del ser humano

El individuo aislado no puede existir. La sociedad y los individuos humanos no pueden ser concebidos sino en relación intrínseca entre ellos: resulta imposible imaginar la sociedad sin pensar en los seres humanos y, a la inversa, tampoco se puede pensar en los individuos sin considerar la sociedad. Allí donde encontremos seres humanos los hallaremos viviendo en sociedad.
Ahora bien, ¿son los individuos anteriores a la sociedad?; es decir, ¿los individuos, asociándose libre y conscientemente, dan lugar a la sociedad o, al contrario, es anterior la sociedad a los individuos?
Posición de los clásicos griegos
La organización político-social característica de la Grecia clásica fue la polis (o ciudad-Estado) compuesta, en general, por un núcleo de población urbana (de cincuenta a cien mil habitantes) y varias aldeas vecinas.
Los ciudadanos griegos libres, próximos a sus gobernantes y con capacidad para participar activamente en las decisiones y en los asuntos sociales y políticos, se sentían profundamente vinculados a su comunidad y poseían una concepción positiva de sus instituciones. Debido a estos sentimientos llegaron a una concepción casi organicista de la sociedad, de acuerdo con lo cual tendieron a opinar que la sociedad era anterior y superior a los individuos.
En este sentido, Platón pensaba que las virtudes y la felicidad de los individuos coinciden con las virtudes y la felicidad del Estado. Un Estado es justo cuando establece la debida relación entre las distintas clases sociales, es decir, entre los distintos estamentos, permitiendo la participación de todos los individuos en los bienes comunes, de acuerdo con sus "capacidades".
Aristóteles, por su parte, insistía en que la polis es, por su naturaleza, anterior al individuo, porque el todo (la sociedad) es necesariamente anterior a la parte (individuo), de la misma manera que el cuerpo es anterior a la mano. De este modo, la polis es una sociedad perfecta que posee en sí las capacidades para satisfacer todas las necesidades, mientras que el individuo separado, no se basta a sí mismo.
Posiciones individualistas
Estas posiciones tienden a resaltar la realidad y los derechos individuales en detrimento de los aspectos sociales y colectivos. De esta manera, defienden que los individuos humanos son anteriores e independientes de la sociedad y, en consecuencia, la sociedad surgió en virtud de un acuerdo o pacto entre los seres humanos (pacto social).
Thomas Hobbes (1588-1679)
En esta línea, el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) señaló que el ser humano es radicalmente egoísta y antisocial: el hombre es un lobo para el hombre.
Según él, en el estado natural, el ser humano era completamente libre, de tal manera que tenía derecho a todo cuanto podía obtener; pero en esta situación se mantenía "la guerra de todos contra todos". Para evitar perecer y poder salir de este estado, los distintos individuos deciden establecer un pacto, en virtud del cual acuerdan todos renunciar a su libertad natural y someterse a la voluntad omnímoda de una sola persona, un jefe, un rey con poder absoluto, que es el encargado de dominar a los demás, de imponer la paz en la sociedad, de someter las malas inclinaciones humanas.
Por otra parte, aunque rechazando el egoísmo y las tendencias negativas del ser humano, otros filósofos británicos (Locke, Hume...) y franceses (Montesquieu, Rousseau...) mantuvieron posturas análogas e influyeron en el pensamiento liberal de los siglos XVIII y XIX, según el cual el individuo humano es anterior a toda forma de sociedad y, por tanto, toda organización social depende exclusivamente de las voluntades de los individuos.
Posiciones actuales
En la actualidad podemos distinguir una multitud de posiciones a este respecto, entre las que cabe destacar las dos siguientes:

  1. Las tendencias organicistas y totalitarias: Estas concepciones defienden la primacía de la sociedad sobre las personas, la absorción de la persona por el todo (los movimientos nazis o fascistas, o el socialismo comunista).
  2. Posiciones humanistas: Estas posturas intentan establecer una adecuada armonía entre las personas y la sociedad, y defienden que el individuo sólo se desarrolla y adquiere sus cualidades propiamente humanas en la sociedad. Pero, por otra parte, insisten en que la sociedad no puede ignorar la realidad de las personas, pues todos los elementos que encontramos en ella, organizaciones, instituciones, creencias, costumbres, etc., proceden de los seres humanos, y ellos crean y reforman continuamente la sociedad y la organizan de una u otra manera.
En definitiva, las personas poseen entidad o naturaleza propia y distinta a la de la sociedad; pero personas y sociedad son intrínsecamente inseparables; toda persona sólo puede desarrollarse en la sociedad y, a su vez, la sociedad se encuentra formada por personas.

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