1. La memoria y sus tipos
La memoria es la capacidad de recordar y evocar el pasado, es decir, de almacenar y recuperar la información en nuestro cerebro. Su papel es fundamental para la constitución de la identidad de las personas, ya que si no pudiéramos recordar, no podríamos saber quiénes somos. Las personas que sufren amnesia (incapacidad de recordar) pueden perder todo su pasado y, por tanto, "olvidar" quiénes somos.
Hay diversos tipos de memoria. Una de las clasificaciones habituales toma como criterio el tiempo que duran las informaciones almacenadas:
- Memoria a largo plazo: Almacena información que será retenida durante largo tiempo. Para ello es preciso utilizar mecanismos como la repetición o el aprendizaje, que provocan cambios en las sinapsis cerebrales y consiguen transferir los contenidos a la memoria a largo plazo.
- Memoria a corto plazo: Almacena información durante periodos cortos de tiempo. Es la que utilizamos mientras estamos haciendo algo y nos permite no olvidar cosas concretas de ese periodo. Su fijación es menor, por lo que se olvida fácilmente.
Todos hemos tenido experiencias del olvido, es decir, de la incapacidad para recordar algo. Este fenómeno puede producirse como consecuencia de una enfermedad o de una alteración cerebral que impida el almacenamiento de la información o el acceso a dicho almacén, pero también es un proceso normal que nos posibilita vivir. El olvido es necesario para la supervivencia, pues sería imposible recordar todos los detalles de todas las situaciones de todos los momentos. Esto nos dejaría completamente bloqueados. Además, el olvido es también un mecanismo psicológico de defensa: la persona olvida inconscientemente cosas desagradables o cosas emocionalmente impactantes para protegerse de su agresión.
3. La memoria del pasado: la historia
Además de la memoria personal existe la "memoria colectiva", es decir, los recuerdos de una comunidad que se almacena grupalmente y que se van transmitiendo de generación en generación. Esta memoria del pasado es la historia.
La memoria humana funciona de modo distinto que en los animales, en los que el recuerdo está ligado a una experiencia concreta: podemos acordarnos de cosas que nosotros no hemos experimentado directamente, de algo que nos han contado, que forma parte de la historia de una sociedad o de un grupo. Esto posibilita la permanencia de ciertos recuerdos de modo colectivo a través del aprendizaje, la educación, la socialización en una cultura, el conocimiento de las tradiciones o los relatos de acontecimientos pasados. Las prácticas sociales facilitan este recuerdo por medio de los rituales y las celebraciones en las que se conmemoran acontecimientos del pasado. También los libros, las obras de arte, los almacenes de imágenes, sonidos o datos de cualquier tipo sirven de apoyo para esa memoria colectiva. De hecho, la historia comienza como tal desde el momento en que la humanidad dispone de escritura para constatar y fijar las narraciones de los hechos.
4. Mnemósine, la diosa de la memoria
Mnemósine era para los griegos la diosa de la memoria, madre de las nueve musas que presiden el conocimiento. Del nombre de esta diosa proceden buena parte de las palabras que se refieren a la memoria, como, por ejemplo, mnemotécnica: procedimiento para almacenar de manera eficaz datos en la memoria.
Reglas para no olvidar
El intento de entender el proceso de la memoria humana y mejorar su rendimiento ha sido una constante en la historia de la humanidad. Ya en el siglo V a.C., aparece la primera técnica de la memoria, atribuida a Simónides de Ceos. El procedimiento inventado por Simónides se denomina el "método de los lugares" y consiste en memorizar objetos en forma de imágenes, colocándolos mentalmente en un lugar concreto. Por ejemplo, imaginar las caras de un grupo de amigos sentados alrededor de una mesa para recordar quién estuvo en una fiesta.
El llamado "arte de la memoria" se desarrolló durante la Edad Media y el Renacimiento, por obra de autores como Giulio Camillo (el teatro de la memoria), Ramón Llull (método de cifra), Juan Tritemio (rótulos criptográficos) o Giordano Bruno (método de los sellos), y estaba basado en la convicción de que la memoria es el receptáculo de los conocimientos. Por eso era tan importante tener buenos procedimientos para almacenarlos.
Los alquimistas del siglo XVI incluso llegaron a creer, basándose en la afirmación platónica de que el conocimiento individual es una reminiscencia del conocimiento divino, que podrían acceder a un conocimiento universal por medio de ciertas fórmulas mágicas adecuadas. Frente a esta concepción, otros autores consideraron que no era preciso recurrir a este tipo de claves mágicas, ya que podían clasificarse los conocimientos por medio de un esquema de organización que iba de lo general a lo particular. Ésta sería la base de las posteriores clasificaciones de las enciclopedias y, actualmente, del almacenaje informático de datos.
En la actualidad, los estudios mnemotécnicos están mucho más desarrollados, sobre todo desde la psicología y la pedagogía. El estudio de la memoria es un tema de gran importancia para las neurociencias y para la neuropsicología.
Memoria, emociones y aprendizajes
La memoria, pues, puede mejorarse recurriendo a ciertas técnicas que tienen mucho que ver con modelos de aprendizaje. Esos instrumentos son, por ejemplo, la repetición, la elaboración de esquemas, la narración de un tema, el repaso tras un periodo de latencia, etc. Los procedimientos de estudio están basados en este tipo de herramientas puesto que la memoria es, en buena parte, fruto de lo que hemos aprendido y de lo que se nos ha enseñado.
También la memoria tiene mucho que ver con las emociones. Es más fácil recordar cosas que están asociadas a un contenido emotivo. Por ejemplo, el olor de la casa de la abuela fijado en nuestra memoria hace que, al percibir ese olor en otro contexto, evoquemos su recuerdo.
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