Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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lunes, 6 de enero de 2014

Descubrir e inventar

Los cambios históricos van determinando la forma de analizar y comprender el conocimiento. Por eso podemos decir que la historia no es meramente la sucesión de acontecimientos que se van convirtiendo en pasado, sino algo que determina nuestro modo de ser y de pensar.
En buena medida esto viene dado por la transmisión de los conocimientos y del resto de las opciones vitales, valores y visiones del mundo que dotan de sentido la vida de los seres humanos. En el aprendizaje a través de la socialización, las personas recogen un significado y un sentido de la vida que después, con su propia experiencia, constituirá su propio modo de enfrentarse a la existencia.
Esto quiere decir que las personas reciben algo o lo descubren, se encuentran con ello y, al mismo tiempo, inventan algo, construyen, proponen. Y esto que hacen en su vida personal, también se refleja en la vida colectiva y social.

1. El mundo (realidad) ante el ser humano
- El ser humano descubre: desentraña la realidad que le rodea. Busca su sentido y la razón de ser de las cosas. Se pregunta por el origen y desvela los secretos de la naturaleza para entenderla. No sólo la explica, sino que intenta comprenderla.
- El ser humano inventa: no está en el mundo de una manera pasiva. Puesto que forma parte de la realidad, se inscribe en procesos en los que interviene imponiendo un modo de ser, y así inventa un mundo. Es el ámbito de la creación y de la expresión imaginativa de las ideas.



2. El ser humano ante el mundo (conocimiento)
También tenemos un conocimiento que nos ha sido transmitido y que nos ha constituido para hacernos ser quienes somos. Y eso que hemos heredado puede ser un texto, una obra, un conocimiento, algo que se nos presenta como conseguido pero que se nos ofrece como algo abierto. El ser humano que se enfrenta a ese conocimiento tiene también que descubrirlo e inventarlo. Descubrirlo, porque ha de desentrañar lo que se esconde en él, buscar entre líneas el verdadero sentido de lo que observa. Inventarlo, porque toda lectura es una interpretación. Todo conocer del conocimiento previo es una reconstrucción y, por tanto, una modificación.

3. Las tradiciones
Eso que encontramos y que reconstruimos pueden ser "las tradiciones", es decir, los modos, hábitos, costumbres, ritos y creencias que son propios de una cultura o grupo y que se van transmitiendo como un conjunto de conocimientos y actitudes que dotan de identidad a dicho grupo. La integración de esas tradiciones en el transcurso del tiempo, su encadenamiento en la historia y la reconstrucción que de ellas se va haciendo constituye "la tradicionalidad". Pero cuando una de las tradiciones se erige en dominadora y excluye las demás sin respetar el pluralismo, convirtiéndose en un argumento de autoridad incuestionable, entonces estamos ante "la Tradición". Si las tradiciones son posibilitadoras de vida y de identidad, la Tradición es aniquiladora de la libertad e instrumento de poder y dominación.
Por eso es importante el conocimiento de las tradiciones y su respeto, como propuestas de modos de vida, opciones y maneras de dotar de sentido al ser humano. Y también es importante descubrir y reconocer el papel que ellas juegan en la constitución del individuo y cómo han sido reconstruidas, interpretadas y reinventadas de manera personal.


4. Horizontes de sentido
El conocimiento tiene una dimensión social e histórica, y es algo dinámico, cambiante y siempre inconcluso. Todo ello nos lleva a preguntarnos cómo enfocar este problema, es decir, qué cosas hay que tener en cuenta para hablar del conocimiento. A ello responde H. G. Gadamer con la idea de "horizontes". El horizonte de quien hizo el descubrimiento, escribió la obra o llegó a construir un conocimiento es diferente del horizonte de quien lo lee, lo conoce, lo estudia o lo utiliza. El "cruce" entre ambos horizontes permite encontrar un punto de diálogo en el que se obtiene un nuevo conocimiento. El conjunto de cruces que se han ido dando, la totalidad de las reinterpretaciones que se han ido creando, va formando la historia y va dando lugar a nuevos conocimientos.
Este modo de concebir dinámicamente el conocimiento subraya la dimensión de apertura del mismo, ya que afirma que nunca está del todo terminado, que siempre puede ser ampliado y que no hay interpretaciones definitivas. Sin embargo, tiene también un aspecto negativo, al dejar la historia en constante proceso de reconsideración y análisis, sin poder obtener ninguna certeza, ningún apoyo firme para el conocimiento.

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