Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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domingo, 21 de agosto de 2016

El morir como desafío filosófico, cultural y religioso

La muerte es un fenómeno universal al que han dado respuesta todas las culturas. Hoy sigue siendo importante porque su estudio no sólo nos enseña a situarnos religiosa o culturalmente, sino que nos enseña a situarnos ante el final de la vida. Esta enseñanza transforma la filosofía en un saber radical y último. Por eso el morir no sólo es un desafío cultural y religioso, sino propiamente filosófico.

1. Un proceso temporal complejo

La muerte: ¿estado o proceso?
Es difícil determinar el instante en el que se produce el tránsito de la vida a la muerte. Aunque el médico tenga que certificar este instante, la muerte no es un estado al que llega la persona después de vivir, sino un proceso en el conjunto de la vida humana. La muerte que certifican los médicos es la muerte propiamente dicha, pero antes y después de este momento la muerte se hace presente de varias formas. Bien sea antes del momento de la muerte como en el aborto o la eutanasia, bien sea después de la muerte como en el transplante de órganos o la mineralización, nos encontramos ante una serie de hechos que forman parte de la vida humana.

Un desafío científico
La muerte ya no es tanto una enfermedad, puesto que ha ingresado plenamente en los dominios de la ciencia. Antes se consideraba suficiente comprobar la detención del pulso y del corazón, la cesación de la respiración, la falta de receptividad y de reacciones a los estímulos sensoriales, la pérdida de la conciencia, la midriasis fija bilateral, la atonía y la arreflexia. En la actualidad no sólo se evalúan esos indicios con métodos apropiados, sino que se ha incorporado la certidumbre del trazado encefalográfico nulo.
L. V. Thomas, La muerte

2. Un hecho social y cultural

Formas de vivir y formas de morir
El tratamiento de la muerte siempre ha sido una de las cuestiones filosóficas que ha permitido diferenciar las tradiciones sociales, culturales y religiosas. Desde los primeros monumentos funerarios que conocemos hasta los actuales tanatorios, las "formas de morir" en una cultura nos proporcionan una gran información sobre las "formas de vivir". Esta estrecha relación nos proporciona una gran información para la reflexión filosófica porque nos dice cuáles son los hábitos de vida, las tradiciones que tienen los pueblos y la relación que establecen con el conjunto de la naturaleza. Si además observamos que cada vez se muere más fuera del hogar, en edades más avanzadas y que no todos se benefician por igual de los avances de la sociomedicina, obtenemos mucha información sobre las formas de vida.

La ocultación de la muerte
Otras culturas tradicionales tenían un conjunto de ideas y creencias definido y coherente sobre la muerte. Nosotros, en cambio, a la hora de pensar en la muerte, tenemos a nuestro alcance un repertorio muy variado y poco coherente. Y es muy probable que sea esta inseguridad a la hora de pensar en la muerte la que explique su sistemática ocultación en nuestra sociedad.
Miguel Siguan, Pensar la muerte

3. La muerte y los sistemas de creencias

Tres niveles de análisis
Hay varios niveles en los que se plantea la muerte. En el primer nivel nos encontramos a los personajes presentes que intervienen; ellos no actúan arbitrariamente sino dentro de un contexto institucional donde encontramos una explicación para su actuación. Este contexto institucional configura un segundo nivel en el que intervienen normas y valores históricos determinados. Ahora bien, este contexto institucional no se justifica en sí mismo, sino que se remonta a un sistema último de referencia o conjunto de creencias que hace comprensibles los anteriores niveles.

¿Trascendencia o sinsentido?
Quien sostenga que el hombre muere para quedar muerto, ha de admitir a trámite por un elemental deber de honestidad intelectual una cascada de no leves interrogantes: los que versan sobre el sentido de la vida, el significado de la historia, la consistencia de los imperativos éticos absolutos (libertad, justicia, dignidad) y, en fin, la singularidad, irrepetibilidad y validez absoluta de la persona.
J. Luis Ruiz de la Peña, Una fe que crea cultura

4. La humanización del morir

La enseñanza de los moribundos
En la segunda mitad del siglo XX se inicia en Europa y Estados Unidos una profunda reflexión sobre los límites de la tecnología médica y la asistencia sanitaria en la humanización de los enfermos terminales y moribundos. Humanizar no es sólo acompañar, sino aprender a compartir con enfermos y moribundos el valor de la vida en su integridad. Desde la medicina hasta la sociología, pasando por la enfermería y la psicología, el acompañamiento a los moribundos se ha convertido en la prueba de fuego para medir la humanización de una cultura.

La lección ética de E. Kübler Ross
La persona que tiene suficiente fuerza y amor como para sentarse junto al enfermo, guardando un silencio que va más allá de las palabras, sabe que ese momento no es ni temible ni penoso, sino simplemente una pacífica desconexión con las funciones corporales. La visión de una persona que agoniza en paz, recuerda a una estrella fugaz, a una entre un millón de luces en el vasto cielo; lanza un destello y luego desaparece para siempre en la noche eterna.

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