Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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martes, 23 de agosto de 2016

Jan Patocka: un mártir en la filosofía de la posguerra

Jan Patocka (1907-1977) es un filósofo de la antigua Checoslovaquia que aprendió con Husserl el método fenomenológico. Comprendió que "ir a las cosas mísmas" y buscar la verdad es una tarea que requiere pasión por la vida y confianza en el alma humana. No fue filósofo de gabinete y lo demostró con su vida. Las autoridades le prohibieron enseñar y publicar. Después de ver frustradas las esperanzas de apertura democrática en la famosa "Primavera de Praga" (1969), un grupo de disidentes le propuso ser el portavoz de la Carta 77, un documento que pedía libertad de expresión e instituciones democráticas. Como consecuencia de ello la policía le interrogó durante más de once horas; las torturas le provocaron la muerte. Desde entonces, es considerado como un mártir de la filosofía de la posguerra.

1. El sentido como conquista de humanidad
A diferencia de otros filósofos que entienden la filosofía como una profesión o como un saber instrumental, Patocka planteaba la filosofía como una inquietud radical y universal con la que conquistar la condición humana.
El sentido de la vida no está dado, sino que exige un esfuerzo que puede llegar a ser lucha. Aunque en el actual estado de la civilización científico-técnica dispongamos de recursos para que este esfuerzo sea más llevadero, en realidad, se trata de una lucha interior. El desarrollo de las tecnologías nos puede ayudar en la lucha exterior para facilitarnos la igualdad de oportunidades, sin embargo, este desarrollo tiene que ser completado con una lucha interior.

2. El alma y la construcción de la historia 
En su libro sobre Platón y Europa (1973) nos recuerda que esta lucha interior es una revuelta contra la trivialización y la vanalización de la vida cotidiana. Cuando el ser humano se deja llevar por las ocurrencias o lo más inmediato que se le presenta, entences empieza a depender de ello, como si se olvidara de sí mismo.


Este progresivo descuido de sí es una pérdida de libertad y, por consiguiente, un descuido del alma. Si desde Platón los filósofos han planteado este cuidado del alma como una tarea filosófica no es porque hayan emprendido un camino intimista o individualista, sino porque han emprendido el camino de la construcción de la historia. Construcción y no improvisación porque cuando los seres humanos se descuidan de su alma acaban descuidándose de la historia, acaban dejándola en manos del azar y perdiendo su libertad.

3. Europa y la idea de eternidad
Si Platón es todo un símbolo, también lo es Europa. Europa es algo más que un espacio geográfico, es todo un símbolo para la filosofía no sólo porque integra el valor de la participación política en la polis griega, o el valor del derecho en la civilización romana, sino porque mantiene viva la idea de eternidad. 
El descubrimiento filosófico de la eternidad es algo insólito e incomprensible para quienes sólo están entretenidos con los objetos que rodean al ser humano. Es el descubrimiento de "una resistencia, una lucha contra la caída, contra el tiempo, contra la tendencia del mundo y de la vida a la decadencia". La idea de eternidad es, pues, un enfrentamiento a la vida mediocre y rutinaria.

4. La solidaridad de los conmovidos
En su libro Ensayos heréticos (1975), Patocka habla de una solidaridad práctica y concretada históricamente. La solidaridad de los conmovidos "se construye en la persecución y en la incertidumbre: tal es su frente silencioso, sin reclamo y sin repercusión incluso allí donde la Fuerza reinante intenta apoderarse de él por tales medios. No teme la impopularidad; antes bien le lanza un desafío sin palabras".

5. La construcción de la historia: oportunidades técnicas y esfuerzo interior
En la segunda mitad del siglo XX la filosofía estuvo preocupada por las consecuencias de la revolución científico-técnica. Patocka desempeñó un papel central en esta crítica poque no la planteó como un análisis individual, sino como una lucha en todos los frentes: el individual, el social y el histórico. Sólo un esfuerzo en estos frentes hace que la historia no sea un conjunto de acontecimientos fortuitos, sino la construcción de la libertad.

Combatir la miseria
El problema del individuo, el problema de la persona humana, ha sido desde el principio el problema de la superación de la cotidianidad y de lo orgiástico. Esto significa al mismo tiempo que el hombre no puede identificarse con ninguna función que pueda llegar a cumplir en el mundo.
A pesar de la producción masiva de medios de vida, la vida humana sigue sin morada propia. El hogar es entendido cada vez más como el lugar cubierto, como un sitio donde se duerme para poder ir al día siguiente al trabajo, donde se depositan los beneficios del trabajo y donde se lleva una "vida familiar" cada vez más inexistente.
Todo esto queda eclipsado por la movilidad moderna, tanto la voluntaria como la forzada, por ese inmenso desplazamiento de los pueblos que ha afectado a casi todos los continentes. De todos modos, la mayor desorientación ha de buscarse en nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos.
En el campo de las ciencias de la naturaleza, ha dejado de pisar el suelo de esta tierra mucho antes de los viajes espaciales. Ha perdido ese suelo firme bajo sus pies que es el objeto de su misión. Pero con ello ha renunciado al mismo tiempo a sí mismo, a su posición específica en el universo, posición consistente en que es el único entre las criaturas vivas que conocemos que se refiere al ser, que es esa referencia. El ser deja de ser un problema desde el momento en que todo lo que es se halla al descubierto es su absurdo cuantificable.
Esta civilización hace posible algo que ninguna constelación humana anterior ha podido realizar: la vida sin violencia y en una igualdad de oportunidades muy notoria. No es que realmente se haya alcanzado este objetivo, pero sigue siendo cierto el hecho de que el hombre nunca ha descubierto la posibilidad de combatir la miseria exterior sin poseer, o prescindiendo de ellos, los medios que esta civilización le propone. No es que la lucha contra la miseria exterior pueda ser llevada a buen término por las vías sociales y los medios exclusivos que esta civilización pone a nuestra disposición. También la lucha contra la miseria exterior es una lucha interior. La principal posibilidad que surge con nuestra civilización es, por primera vez en la historia, la posibilidad de transformar el reino de lo fortuito en el reino de los que comprenden de qué se trata en la historia.
Jan Patocka, Ensayos heréticos (adaptado)

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