La palabra democracia ha obtenido un éxito no a pesar de, sino precisamente por su aroma utópico. No es casualidad que mientras los griegos acuñaron el término democracia para describir una posible forma de gobierno, nosotros hemos resucitado un término que prescribe una forma imposible. En el mundo moderno, democracia ante todo y sobre todo es una palabra normativa: no describe una coas, sino que prescribe un ideal.
C. Sartori, International Encyclopaedia of the social sciences
1. Tres aspectos
Etimológicamente, la palabra democracia significa gobierno (cratos) del pueblo (demos). Además de una forma de organización política, la democracia es:
- Un principio de legitimidad. El poder político no tiene su origen en la fuerza ni en la voluntad de los dioses, sino en el pueblo. El pueblo es el titular del poder. A diferencia de la masa como grupo caótico de personas, el pueblo es también quien ejerce el poder a través de elecciones libres. Decimos que el poder es democrático no sólo cuando tiene su origen en el pueblo, sino cuando es ejercido por éste mediante elecciones, bien directamente (democracia directa), bien a través de sus representantes (democracia participativa).
- Un sistema político para resolver problemas de ejercicio de poder. Cuando las dimensiones del pueblo son pequeñas, pueden coincidir quienes son titulares del poder y quienes lo ejercitan. Cuando las dimensiones son grandes y una comunidad se ve obligada a elegir representantes, entonces la democracia es limitación y control de gobernantes.
- Un ideal político. Esto significa que la democracia tiene una dimensión ideal o normativa. En ningún caso la democracia tal como es realmente coincide con la democracia tal y como debería ser. En este sentido, la democracia es, a la vez, un concepto descriptivo, con el que describimos una forma de gobierno, y un concepto prescriptivo, con el que establecemos un ideal de gobierno.
Históricamente, en el concepto de democracia se han producido tres transformaciones:
- En la ciudad-estado. La democracia se presenta como un sistema político cuyos miembros se consideran iguales entre sí, colectivamente soberanos y con capacidades, instituciones y recursos para gobernarse por sí mismo (autogobierno). Es la forma de gobierno propia de la Grecia clásica del siglo V a.C.
- En el estado-nación. Una vez recuperado el ideal democrático durante el Renacimiento, se produce una segunda transformación, esta vez originada por pueblos con nuevas instituciones y nuevas dimensiones. La función que le compete al pueblo no es la de gobernar, como en Atenas, sino la de elegir los representantes (gobierno representativo). Es la forma de gobierno que surge de las revoluciones europeas y americana durante los siglo XVI-XIX.
- En la sociedad mundial. Desde finales del siglo XX, la dimensión de los Estados nacionales ha sido superada por la sociedad de la información. Este hecho, además de facilitar el control del poder político, amplía una conciencia democrática que tiene dimensiones globales.
- Clásica. Es el modelo de democracia ateniense, donde la asamblea es soberana, hay igualdad política y los ciudadanos pueden gobernar y ser gobernados.
- Legal. Es el modelo de democracia constitucional, donde los representantes del pueblo protegen al pueblo del poder arbitrario y garantizan los derechos fundamentales.
- Participativa. Más que elegir representantes, la democracia es participación efectiva no sólo en la política, sino en todos los ámbitos de la vida social.
Alexis de Tocqueville (1805-1859) |
Al visitar los Estados Unidos en 1831, Alexis de Tocqueville se sorprendió por el modelo de democracia que allí encontró. No era una democracia de representantes políticos, sino una democracia social en la que predominaba el interés común. No vio una ciudadanía pasiva donde los ciudadanos esperaban todo de sus representantes, sino una ciudadanía activa, vertebrada por la participación entodos los ámbitos de la vida social. Más que una forma de gobierno, la democracia era una forma participativa de vivir y convivir.
La virtud de la ciudadanía
El despotismo, que por naturaleza es temoroso, ve en el aislamiento de los hombres la garantía más segura de su propia duración, y ordinariamente pone todos sus cuidados en aislarlos. No hay vicio en el corazón humano que le agrade tanto como el egoísmo: un déspota perdona fácilmente a los gobernados el no amarle, con tal de que no se amen entre ellos. Desde el momento en que se tratan en común los asuntos comunes, cada hombre comprende que no es tan independiente de sus semejantes como él se figuraba antes, y que, para obtener su apoyo, a menudo es necesario prestarles su concurso.
Los americanos han combatido, por medio de la libertad, al individualismo que la igualdad hacía nacer, y lo han vencido.
Los legisladores de América han pensado que convenía dar una vida política a cada porción del territorio, con el fin de multiplicar hasta el infinito, para los ciudadanos, las ocasiones de actuar juntos, y hacerlos sentir todos los días que dependen los unos de los otros. Eso era conducirse con sabiduría.
Así pues, encargando a los ciudadanos de la administración de los pequeños asuntos, mucho más que entregándoles el gobierno de los grandes, se les interesa en el bien público y se les hace ver la necesidad que tienen los unos de los otros para producirlo.
Las instituciones libres que poseen los habitantes de los EEUU, y los derechos políticos de que tanto uso hacen, recuerdan sin cesar, y de mil maneras, a cada ciudadano que vive en sociedad. Conducen en cualquier momento su espíritu hacia esa idea de que el deber, tanto como el interés de los hombres, es hacerse útiles a sus semejantes; y, como no ve ninguna razón particualr para odiarlos, ya que nunca es ni su esclavo ni su amo, su corazón se inclina fácilmente del lado de la benevolencia. Se ocupa primero del interés general por necesidad; y luego, por gusto, lo que era cálculo se convierte en instinto; y, a fuerza de trabajar por el vien de sus conciudadanos, se adquiere el hábito y la afición de servirlos.
Alexis de Tocqueville, La democracia en América (adaptado)
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