El calentamiento global está produciendo eventos climáticos cada vez más extremos en todo el mundo. En 2020 se vivieron incendios sin precedentes en Australia e inundaciones que le costaron a China, al menos, 26 000 millones de dólares, por mencionar sólo dos casos. La evidencia de que el cambio climático es el culpable es cada vez más sólida. Por ejemplo, la ola de calor que sufrió Siberia en 2020 fue tan extrema que no podría haber ocurrido sin el calentamiento global.
La cantidad de vapor de agua en la atmósfera aumenta en aproximadamente un 7% cada 1ºC de calentamiento.
Según señala el meteorólogo Peter Stott, del Centro Hadley, los efectos dramáticos se están volviendo cada vez más claros:
La cantidad de vapor de agua en la atmósfera aumenta en aproximadamente un 7% cada 1ºC de calentamiento.
Según señala el meteorólogo Peter Stott, del Centro Hadley, los efectos dramáticos se están volviendo cada vez más claros:
Si llegamos a cuatro grados de calentamiento, ya no habrá capa de hielo en Groenlandia.
En la misma línea, la cantidad de lluvia que cae en las tormentas de verano, del tipo que causan inundaciones repentinas, podría aumentar alrededor del 14% por cada grado de calentamiento. Eso significaría un incremento de alrededor del 60% si el mundo se calentara 4ºC. Se trata de un crecimiento muy sustancial, para el cual no estamos preparados, como advierte Stott.
Los ciclones tropicales se están haciendo más fuertes. La evidencia reciente sugiere que se están moviendo más lentamente a medida que el mundo se calienta, debido a los vientos tropicales más lentos en el verano. Esto significa que arrojan más lluvia en un solo lugar y que son mucho más dañinos.
El problema no es sólo que el clima se vuelve más extremo. Asimismo, podría haber grandes cambios en los patrones climáticos, con consecuencias difíciles de predecir. Por ejemplo, una corriente oceánica llamada circulación de retorno del Atlántico Meridional (AMOC), que da forma al clima de Europa y la costa este de América del Norte, ya se está desacelerando y podría disminuir a la mitad o más para 2100.
Por desgracia, muchos efectos del calentamiento son ya inevitables. Esto nos lleva al tercer factor que determinará cuánto nos va a perturbar el cambio climático: nuestra capacidad de adaptarnos.
Algunos países están haciendo precisamente eso. Por ejemplo, con Yakarta hundiéndose lentamente, Indonesia ha anunciado planes para crear una nueva ciudad que sustituiría a su capital. Desafortunadamente, una revisión de Lisa Schipper y sus colegas del Instituto de Cambio Ambiental de la Universidad de Oxford (Reino Unido) ha encontrado que, con demasiada frecuencia, los proyectos de adaptación terminan empeorando las cosas. Por ejemplo, en algunas partes del mundo, la construcción de diques ha fomentado un mayor desarrollo de áreas vulnerables, lo que ha provocado desastres mayores cuando se rompen esas defensas. Del mismo modo, las medidas de riego destinadas a ayudar a los agricultores a hacer frente a la sequía les ha llevado a seguir cultivando los mismos cultivos cuando realmente necesitan cambiar a algo más adecuado a las condiciones cambiantes.
Así las cosas, el futuro sigue estando muy dudoso. Con una acción rápida y drástica, y un poco de suerte, aún podríamos limitar el calentamiento a alrededor de 2º C. Pero, si hacemos muy poco, demasiado tarde, y la sensibilidad climática y la retroalimentación del ciclo de carbono están en el lado alto, nuestros hijos podrían vivir para ver un calentamiento de 5ºC o más. Nadie puede decir si la civilización moderna sobreviviría en un mundo así.
Por otra parte, a muchos les preocupa que la acción climática no sea una prioridad en un mundo que se tambalea por la pandemia del COVID-19. Esto podría ser un error extremadamente costoso a largo plazo, como indica Schipper:
Dado que el coronavirus SARS-CoV-2 ha sacudido al planeta entero, lo que me preocupa es que gran parte de los presupuestos se dediquen a otras cosas y descarrilen y retrasen la acción climática.
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