Las tres edades de la mujer, de Klimt (1905) GALERÍA NACIONAL DE ARTE MODERNO DE ROMA |
Recogido en J. Masiá: Para ser uno mismo. De la opacidad a la transparencia
Los tres momentos que definen la vida humana son el nacimiento, el decurso vital y la muerte. Pero no son tres fases o tres momentos sucesivos, sino que se copertenecen en una unidad radical. Preguntar por la vida humana es preguntarse por la caracterización de cada una de estas tres fases y por la unidad radical entre ellas.
1. La experiencia del nacimiento
El nacimiento es el comienzo de mi vida. Supone "mi entrada" en el mundo y es un acto del que yo no tengo experiencia: sí poseo noticias por narraciones o imágenes objetivadas, pero no experiencia propia, es decir, no está en mi memoria. Y, además, es algo "con lo que me encuentro": me encuentro con vida, "ya nacido".
El nacimiento muestra también que mi vida no me la he dado yo, sino que depende de otras vidas. No me sitúo yo en el mundo, sino que "me ponen" en él. Nacer es así recibir de otros una herencia, en un primer momento biológica, más tarde cultural. El nacimiento supone ser engendrado: provengo de..., vengo de... La expresión "venir de..." designa una ligazón original; revela la conciencia brumosa de ser dependiente de otros seres y deberles mi ser. Esta conciencia, poco clara, no queda abolida por la progresiva autonomía. Además, es la conciencia de que surge el sentimiento de afiliación.
El nacer posee dos caras: se nace a algo desde algo. Es la experiencia de un origen y, a la vez, de un destino. Es un proceso marcado por la desvinculación de la madre, con lo que representa, y la inmediata vinculación a un mundo.
2. Inscripción y vinculación al mundo
Nacer no es un acontecimiento cualquiera de mi vida, es el punto cero a partir del cual fecharé todos los acontecimientos posteriores. Pero para que eso sea posible se necesita datar, inscribir y nombrar al recién nacido; para lo cual serán fundamentales los procesos de datación, inscripción y nominación de que disponen las diferentes culturas.
Gracias a la inscripción recibo un nombre propio, se me vincula a un lugar geográfico y se me sitúa en el tiempo (mi fecha de cumpleaños); actualmente se hace en el registro civil, aunque en todas las culturas y épocas encontraríamos procedimientos parecidos. Estos tres indicadores van a permitir que mi vida y mi tiempo se entrelacen con la vida y el tiempo de la historia y del mundo.
3. Una filosofía del nacer
No suele ser común entre los filósofos la reflexión sobre el nacimiento. De hecho, es más frecuente que traten el tema de la muerte. Parece que es más propio pensar sobre lo que nos amenaza, lo aún por llegar, que sobre lo concluido y ya siempre detrás, el nacimiento.
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