Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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sábado, 29 de junio de 2013

Venir al mundo

Las tres edades de la mujer, de Klimt (1905)
GALERÍA NACIONAL DE ARTE MODERNO
DE ROMA
Un rey de la antigua Persia subió al trono muy joven, lleno de grandes deseos. Con ganas de aprender, convocó a los sabios de la corte y les encargó que escribieran para él un resumen de la historia de la humanidad. Los sabios pusieron manos a la obra, que les llevó treinta años. Concluida la redacción cargaron sus quinientos volúmenes en doce camellos y se dirigieron a palacio. Pero el rey, que ya era cincuentenario, dijo: "No tendré tiempo de leerlos en lo que me queda de vida. Hacedme una edición abreviada". El equipo de sabios reanudó su labor. Al cabo de diez años trajeron a palacio el resumen solicitado. Esta vez con tres camellos para acarrear los volúmenes. Pero el rey, ya sexagenario, se sentía sin fuerzas para tanta lectura. Y volvió a encargar otra versión aún más corta. Tardaron diez años en componerla y bastó un solo camello para transportarla. Pero, entretanto, la vista del rey se había debilitado. Necesitaba algo mucho más breve. Otros cinco años de trabajo y la obra quedó reducida a un solo volumen. Pero el rey yacía en cama enfermo. Entristecido, les dijo: "¿Es que voy a llegar al final sin haber podido aprender la historia del camino humano?". Entonces el más anciano de los sabios se acercó a su cabecera y susurró en voz baja: "Majestad, todo se puede reducir a tres palabras: los humanos nacen, sufren y mueren". El rey asintió con un gesto y, en ese momento, expiró.
Recogido en J. Masiá: Para ser uno mismo. De la opacidad a la transparencia

Los tres momentos que definen la vida humana son el nacimiento, el decurso vital y la muerte. Pero no son tres fases o tres momentos sucesivos, sino que se copertenecen en una unidad radical. Preguntar por la vida humana es preguntarse por la caracterización de cada una de estas tres fases y por la unidad radical entre ellas.

1. La experiencia del nacimiento
El nacimiento es el comienzo de mi vida. Supone "mi entrada" en el mundo y es un acto del que yo no tengo experiencia: sí poseo noticias por narraciones o imágenes objetivadas, pero no experiencia propia, es decir, no está en mi memoria. Y, además, es algo "con lo que me encuentro": me encuentro con vida, "ya nacido".
El nacimiento muestra también que mi vida no me la he dado yo, sino que depende de otras vidas. No me sitúo yo en el mundo, sino que "me ponen" en él. Nacer es así recibir de otros una herencia, en un primer momento biológica, más tarde cultural. El nacimiento supone ser engendrado: provengo de..., vengo de... La expresión "venir de..." designa una ligazón original; revela la conciencia brumosa de ser dependiente de otros seres y deberles mi ser. Esta conciencia, poco clara, no queda abolida por la progresiva autonomía. Además, es la conciencia de que surge el sentimiento de afiliación.
El nacer posee dos caras: se nace a algo desde algo. Es la experiencia de un origen y, a la vez, de un destino. Es un proceso marcado por la desvinculación de la madre, con lo que representa, y la inmediata vinculación a un mundo.

2. Inscripción y vinculación al mundo
Nacer no es un acontecimiento cualquiera de mi vida, es el punto cero a partir del cual fecharé todos los acontecimientos posteriores. Pero para que eso sea posible se necesita datar, inscribir y nombrar al recién nacido; para lo cual serán fundamentales los procesos de datación, inscripción y nominación de que disponen las diferentes culturas.

Gracias a la inscripción recibo un nombre propio, se me vincula a un lugar geográfico y se me sitúa en el tiempo (mi fecha de cumpleaños); actualmente se hace en el registro civil, aunque en todas las culturas y épocas encontraríamos procedimientos parecidos. Estos tres indicadores van a permitir que mi vida y mi tiempo se entrelacen con la vida y el tiempo de la historia y del mundo.

3. Una filosofía del nacer
No suele ser común entre los filósofos la reflexión sobre el nacimiento. De hecho, es más frecuente que traten el tema de la muerte. Parece que es más propio pensar sobre lo que nos amenaza, lo aún por llegar, que sobre lo concluido y ya siempre detrás, el nacimiento.

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