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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Herbart: Hacia una psicología empírica como ciencia de las representaciones

Herbart (1776-1841)
Nacido en la ciudad alemana de Oldenbourg, en Alemania, Johann Friedrich Herbart (1776-1841) se trasladaría en 1794 a la Universidad de Jena, donde se disponía a estudiar derecho. Allí tuvo como profesores a Schiller, Reinhold (un kantiano) y a Fichte, bajo cuya influencia terminó decantándose por la literatura y la filosofía. Atraído inicialmente por el idealismo de Fichte, Herbart no tardaría sin embargo en distanciarse de él. Antes de terminar sus estudios, en 1798, optaría por trabajar unos años como preceptor en una familia en Berna. De esta época, se conservan interesantes documentos con agudas observaciones pedagógicas, en los informes que redactaba sobre sus alumnos, de diferente edad y temperamento. Interesado por la educación y el trabajo pedagógico, Herbart visitaría en esos años la escuela de J. H. Pestalozzi en Burgdorf. Es en esos momentos cuando abandona definitivamente sus primeros flirteos con la filosofía idealista para desarrollar una filosofía propia, que le permita fundamentar su propios principios pedagógicos.
Tras dejar el puesto de preceptor, en 1800, Herbart se dedica durante un tiempo a dar conferencias de pedagogía y participa en la reforma de la enseñanza del Gymnasium (el instituto). En 1802 vuelve a la universidad, habilitándose en filosofía en la Universidad de Gotinga. Allí continua su estudio de la obra de Pestalozzi, al que dedicaría el opúsculo La idea pestalozziana de un ABC de la intuición (1803). En 1805 obtiene un puesto de profesor de filosofía en la misma universidad. Al año siguiente, en 1806, empieza a dar sus primeras conferencias sobre psicología. Para ese momento, ya había publicado una serie importante de trabajos sobre pedagogía, metafísica y lógica. En 1809 obtiene la antigua cátedra de Kant en Königsberg, a donde se trasladará durante más de veinte años. Lejos de abandonar sus intereses educativos, Herbart inaugura en 1810 un seminario de pedagogía, en el que combinará la reflexión teórica con el trabajo práctico, para el que contaba con una escuela experimental anexa a la universidad, destinada a las prácticas didácticas. Tras la muerte de Hegel, en 1831, Herbart esperaba ocupar su cátedra en la universidad de Berlín, algo que finalmente no conseguiría. En su lugar, volverá en 1833 a Gotinga, donde permanecerá hasta su muerte en 1841. Allí redactará entre otras obras los dos volúmenes de sus Investigaciones psicológicas.
Herbart se inscribe en la corriente de la filosofía post-kantiana. Su trabajo se plantea como una relectura de la Crítica de la Razón Pura, incompatible con el idealismo de Fichte y Schelling. Se trata de una lectura de Kant a contracorriente, contra el idealismo absoluto, en la dirección de un realismo y un empirismo. Herbart reprocha a Kant haber renunciado a la ontología. Frente a la lógica transcendental, reclama un realismo crítico, haciendo de la experiencia una cuestión crucial. Ahora bien, Herbart rechaza tanto el idealismo, que deduce de nuestras representaciones el ser y la existencia, como el empirismo ingenuo, que hace derivar todo el conocimiento de la sensación sin crítica alguna. Para Herbart, reconciliarse con la experiencia implica rechazar la dicotomía kantiana del fenómeno y la cosa en sí, y liberarla de una determinación por las formas a priori de la razón pura. El sujeto transcedental kantiano, que el idealismo prolonga haciendo deducir el mundo entero del Yo, no existe para Herbart. Su noción de sujeto, despojada de ese carácter abstracto y formal, abrirá precisamente la puerta al desarrollo de una psicología empírica, concreta, como ciencia de las representaciones, que además apuesta por su estatuto científico a través de la medición y matematización.
El trabajo de la filosofía para Herbartsupone llegar a articular sin ambigüedad, por un lado, una ontología que permita aprehender lo real hasta sus últimos elementos (pensando el fenómeno y el ser sin disociarlos); y por otro lado, una psicología sólida, que diga en qué consiste la razón, proponiendo una explicación genética de la emergencia de nuestros conceptos. En este sentido, se plantea repensar la noción de sustancia (a partir de su noción de experiencia) y redefinir el estatuto de la representación, recurriendo a una perspectiva genética.
En lo que respecta a la noción de sustancia, Herbart se apoyará en la filosofía empírica inglesa, con Locke a la cabeza, para definirla como un conjunto de cualidades que vemos coexistir. Pero a diferencia de Locke, Herbart renunciará a la necesidad de añadir y postular un sustrato misterioso, incognoscible. En su voluntad de romper con la sustancia, apuesta por una red de relaciones entre cualidades, cuya organización no viene determinada a priori por el sujeto (transcendental kantiano), sino que se da en la propia experiencia: es un producto y no una matriz. El sujeto sólo interviene como una función centralizadora de datos, como un punto de encuentro de representaciones.
Este sujeto, que deja de tener una condición transcendental determinante, será el objeto de su psicología. Herbart rechaza la noción del yo como sustancia (en línea con su metafísica), así como la psicología de las facultades sobre la que se apoya el análisis kantiano de la Razón. Dichas capacidades, según Herbart, no han sido sometidas a crítica. Herbart, que se opondrá a la separación entre entendimiento (intelecto) y sensibilidad (intuición), apuesta por una psicología dinámica, que nos permita una explicación genética de la emergencia de nuestros conceptos. Esta psicología la concibe como una ciencia de los mecanismos que rigen las representaciones, entendidas al modo empirista como resultado de las impresiones sensitivas. Siguiendo a Leibniz, sin embargo, consideró que estas representaciones (como las mónadas) tenían una fuerza o energía propia, por lo que no era necesario recurrir a leyes de la asociación para unirlas. Las representaciones, que pueden variar en intensidad o fuerza, tienen la capacidad de atraer o repeler otras representaciones, constituyendo en sí mismas el resultado de un proceso dinámico (no tienen nada que ver con una forma cualquiera de espontaneidad del entendimiento). En este campo dinámico de representaciones en tensión juega un papel fundamental el concepto de “umbral de conciencia” (que ya había esbozado Leibniz), que impide la presencia simultánea de todas nuestras representaciones en la conciencia, y según la cual las ideas pueden tener una expresión inconsciente. También de Leibniz tomó el concepto de “apercepción”, según el cual las ideas compatibles se unen entre sí formando una masa aperceptiva.
Lo más relevante de su trabajo, en todo caso, es su apuesta definitiva por dotar a la psicología de un estatuto científico sin ambages, mediante la introducción de las matemáticas en el análisis. Al tratarse de un campo dinámico de representaciones, Herbart cree posible introducir la cuantificación de los fenómenos mentales. La matematización de las relaciones entre representaciones debía permitir estudiar precisamente fenómenos como la apercepción, la fusión, la represión (fuerza utilizada para retener en el inconsciente las ideas incompatibles con la masa aperceptiva), la densificación o el umbral de conciencia, para describir el límite entre mente consciente e inconsciente, que tendrá una influencia importante para la psicología posterior. Herbart consideraba el análisis infinitesimal como una herramienta para la psicología que da cuenta de la extrema diversidad del campo psíquico. Ahora bien, Herbart también reconoce que el campo de lo psicológico es demasiado diverso y fino como para reducirlo al cálculo matemático: la variedad psicológica desborda el orden matemático.
En el desarrollo de su propuesta, Herbart otorga una importancia fundamental al lenguaje y su papel en la constitución de los conceptos. En el lenguaje hará recaer la propia emergencia del sentimiento de interioridad y la posibilidad de juicio y de conocimiento. Para Herbart, además, no podemos dejar de lado nuestro carácter social: el hombre no es nada fuera de la sociedad. El análisis psicológico, por tanto, no se limitaba al individuo sino que abarcaba a la sociedad en su conjunto. Por ahí, al estimar “que el hombre es un “producto de eso que llamamos historia del mundo” y que “no debemos arrancarlo de la historia”, Herbart abrió en cierto modo la vía a la conjunción de su psicología con elementos hegelianos. Ésa sería la vía que explorarían más adelante Lazarus (1824-1903) y Steinthal (1823-1899), como núcleo del proyecto para una psicología de los pueblos.
Lazarus y Steinthal trasferirán además conceptos propios de la psicología individual herbartiana, como la densificación, la noción de aculturación, de umbral de conciencia o de yo construido, a las representaciones colectivas. Se interesarán así, entre otras cosas, por la forma en que, en la interacción entre diferentes culturas (el dominio lingüístico, mitológico o artístico), las masas de representaciones tienen que integrarse en series ya existentes; por la forma en que las leyendas, en nuestra memoria colectiva, traspasan el umbral de conciencia; o la forma en que el yo, en tanto que personalidad subjetiva, se ha construido históricamente en los griegos.
Pero ésa no será la única vía de desarrollo de su trabajo, ni la más conocida. Antes bien, la inquietud cientificista de la psicología ha llevado tradicionalmente a la historiografía a privilegiar su apuesta por la cuantificación de los fenómenos mentales, que encontrará un desarrollo crucial en la obra de Gustav Theodor Fechner (1801- 1887), quien pretende establecer una ciencia exacta de las relaciones entre la mente y el cuerpo (psicofísica). Muy influenciado por Herbart, Fechner sabía que para desarrollar esta psicofísica debía ser capaz de medir los fenómenos mentales. Fechner se dedicó a medir las sensaciones que resultan de las impresiones ejercidas por el medio físico sobre los órganos, de forma indirecta, comparando las sensaciones producidas por estímulos de diferente magnitud. Retomando el trabajo anterior de Weber, Fechner relacionaría matemáticamente la magnitud de lo estímulos con la intensidad de las sensaciones. Aunque sus ideas fueron muy criticadas, lo cierto es que tuvieron gran influencia sobre la psicología posterior.
Junto a la psicofísica, otra de las vías de investigación que confluirían en el desarrollo de la psicología como ciencia sería la fisiología del sistema nervioso, una disciplina que encontró en el primer tercio del siglo XIX un desarrollo espectacular en Alemania, con figuras como Johannes Müller (1801-1858), que proponía que el papel del cerebro era asociar la información sensorial entrante con las respuestas motoras apropiadas, o Hermann von Helmholtz (1821-1894), que estudió la velocidad de la transmisión del impulso nervioso midiendo tiempos de reacción. A este respecto, el sucesor de Herbart en la cátedra de filosofía de Gotinga, Rudolf Herman Lotze (1817- 1881), que se había formado en medicina antes de hacerlo en filosofía, contando entre sus maestros a los fundadores de la psicofísica, abriría la puerta para la unión de las investigaciones fisiológicas y psicológicas.

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