Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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domingo, 22 de enero de 2017

La legitimación política en el contractualismo

1. Contractualismo
Entendemos por contractualismo una teoría política que explica el origen y el ejercicio del poder político mediante la figura jurídica del contrato. El origen de la obligación política no está en la obediencia a un poder ajeno a la voluntad de los individuos, sino en la obediencia a un poder que ha nacido de la propia voluntad de los individuos y que, por consiguiente, ellos aceptarán libremente.
Con la figura del contrato se consigue:
- Un compromiso de la voluntad individual con la voluntad de todos, que Rousseau llamará voluntad general.
- Una fórmula que garantiza la igualdad de todos los individuos ante el poder político.
- Una armonización de los intereses individuales con el interés común o interés general.
- Un nuevo planteamiento de la libertad civil, que ya no es una concesión del soberano a los súbditos, sino el ejercicio de la condición de ciudadanos.
- Una legitimación racional del poder, es decir, una explicación que parte de la propia naturaleza racional del ser humano y no de explicaciones sobrenaturales.

2. Contractualismo clásico
Reciben el nombre de contractualismo clásico las teorías del contrato social que elaboraron Thomas Hobbes, John Locke, Jean Jacques Rousseau e Immanuel Kant. A pesar de sus diferencias, todos ellos recurren a la figura del contrato para explicar de forma racional un poder político que consigue la armonía entre la dimensión privada y la dimensión pública de la vida humana. El contrato, como figura ya habitual en el derecho civil, también les permitió encontrar una fórmula para explicar la legitimidad del poder político, es decir, la dimensión moral del derecho público (legalidad). 

3. Estado de naturaleza y pacto civil
El punto de partida de las teorías contractualistas es la superación de lo que John Locke y Thomas Hobbes llamaron estado de naturaleza. Para Hobbes, es una situación donde:
- el hombre se encuentra en su condición natural;
- se enfrentan las voluntades espontáneas de los individuos;
- no hay límites en el deseo de obtener poder;
- la inseguridad sólo se evita mediante el uso de la fuerza o la astucia;
- no hay un poder común que les obligue a todos al respeto;
- se vive en estado de guerra permanente;
- no hay distinción entre mío y tuyo, todo puede ser apropiado por todos;
- nada puede ser injusto porque las nociones de bien y mal no tienen lugar allí.
Es un estado de guerra permanente, de todos contra todos. Para superar este estado de naturaleza y conseguir la paz, que es para Hobbes la primera y fundamental ley de la naturaleza, los individuos están obligados a realizar un pacto, convenio o contrato civil que les sacaría de una situación de guerra permanente. Para que esto suceda, hace falta que todos los individuos renuncien o transfieran sus derechos a un poder soberano. La existencia de este poder soberano garantizaría el cumplimiento del pacto y, por consiguiente, proporcionaría la paz social.

4. Neocontractualismo
Reciben el nombre de neocontractualistas las teorías del contrato social que han elaborado autores del siglo XX como John Rawls, Robert Nozick y James Buchanan. Al igual que los contractualistas clásicos, recuperan la figura de contrato para explicar la legitimidad del poder político; sin embargo, lo hacen desde un nuevo contexto político donde:
- la legitimidad racional del poder está siendo sustituida por una legitimidad emotiva donde el racionalismo es sustituido por el escepticismo o el relativismo;
- el individualismo ha debilitado la conciencia comunitaria y ha aminorado la necesidad de una razón pública;
- los medios de comunicación aparecen como un instrumento de mediación entre la vida privada del ciudadano y la vida pública de los pueblos.

5. Paz perpetua y ciudadanía cosmopolita
El contractualismo es una filosofía política racional y universalista. A diferencia de otras teorías políticas que establecen la legitimidad del poder político mediante la historia o las tradiciones, la figura del contrato permite incluir en la sociedad política a todos los seres racionales. Este compromiso con la racionalidad permite que algunos pensadores, como Kant, planteen la posibilidad de una ciudadanía universal, que él llama ciudadanía cosmopolita. Ésta es una de las ideas de su obra La paz perpetua.

Símbolo de la paz en la ONU

Estado de paz
El estado de paz entre hombres que viven juntos no es un estado de naturaleza, que es más bien un estado de guerra, es decir, un estado en el que, si bien las hostilidades no se han declarado, sí existe una constante amenaza. El estado de paz debe, por tanto, ser instaurado, pues la omisión de hostilidades no es todavía garantía de paz, y si un vecino no da seguridad a otro (lo que sólo puede suceder en un estado legal), cada uno puede considerar como enemigo a quien le haya exigido seguridad.
Derecho público de la humanidad
Se ha avanzado tanto en el establecimiento de una comunidad entre los pueblos de la tierra, que la violación del derecho en un punto de la tierra repercute en todos los demás. La idea de un derecho cosmopolita no resulta una representación fantástica ni extravagante, sino que completa el código no escrito del derecho político y del derecho de gentes en un derecho público de la humanidad.
Buen ciudadano y hombre bueno
El hombre está obligado a ser un buen ciudadano aunque no esté obligado a ser moralmente un hombre bueno. El problema del establecimiento del Estado tiene solución, incluso para un pueblo de demonios, por muy fuerte que suene (siempre que tengan entendimiento), y el problema se formula así: "Ordenar una muchedumbre de seres racionales que, para su conservación, exigen conjuntamente leyes universales, aun cuando cada uno tienda en su interior a eludir la ley, y establecer su Constitución de modo tal que, aunque sus sentimientos particulares sean opuestos, los contengan mutuamente de manera que el resultado de su conducta pública sea el mismo que si no tuviera tales inclinaciones.
Immanuel Kant, La paz perpetua (adaptado)

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