Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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miércoles, 19 de junio de 2019

El estudio psicológico de los grupos humanos

La familia y el grupo de amigos tienen una influencia evidente en la forma de ser y percibir el mundo de cada individuo.
El grupo social es, en palabras del sociólogo Salvador Giner, "un conjunto de individuos que se hallan en una situación de integración mutua, relativamente duradera". Más sintéticamente, el psicólogo gestaltista Kurt Lewin habla de "un todo dinámico basado en la interdependencia más que en la semejanza". Podemos destacar en esta definición tres características:

El individuo se percibe como parte de un todo ("miembro", es decir, como un órgano en relación al organismo entero).
Este todo es dinámico, pues desarrolla una actividad que va configurando y estructurando las relaciones entre los miembros y con los elementos externos al grupo.
Aunque los miembros del grupo presentan siempre características comunes (lo que precisamente les identifica como miembros de ese grupo), lo decisivo en el grupo no es tanto la semejanza como la dependencia mutua entre los individuos que lo forman.

En los inicios de la psicología científica, se consideraba el objeto propio de esta ciencia el estudio de la mente humana, que, según las ideas más extendidas, es propiedad exclusiva de cada individuo. No tenía entonces mucho sentido plantear la posible existencia de una psicología social o de los grupos humanos. Sin embargo, esta rama fue abriéndose camino mediante rodeos como la psicología de los pueblos de Wilhelm Wundt y la psicología de las masas de Gustave Le Bon. En estos estudios se presupone la existencia de un "alma del pueblo" o "alma colectiva" con poder sobre las mentes de los individuos, por lo que éstos pueden perder su individualidad y actuar únicamente como partes de un todo superior. En palabras del propio Le Bon:

Sean cuales fuesen los individuos que la componen (...), el simple hecho de que se hayan transformado en masa les dota de una especie de alma colectiva. Esta alma les hace pensar, sentir y actuar de un modo completamente distinto a como lo haría cada uno de ellos por separado.

Estos primeros intentos de fundar una ciencia de la "mente social" tomaban como base fenómenos bien conocidos como la despersonalización o desindividuación. Sirvieron también para justificar ideologías autoritarias como el fascismo, pues -así razona Le Bon- en la democracia no actúa la suma de voluntades individuales, sino el poder de la masa, institntivo e irracional. 
Ya en el siglo XX, William McDougall, al mismo tiempo que trataba de explicar toda la conducta humana desde los instintos, insistía en la idea de una "mente de grupo", idea que, etiquetada como "falacia grupal", fue duramente criticada por Floyd Allport y otros (no hay nada en el grupo que previamente no esté en los individuos, venía a decir Allport).
Superada ya la estéril polémica sobre la realidad de entidades como almas colectivas o psiquismos supraindividuales, desde los años 30 la psicología social, de la mano de autores como Lewin, Asch y Sherif, ha sustituido estos conceptos metafísicos por otros más operativos como el de campo de fuerzas, tomado de la física, que nombra el resultado de la interacción entre individuos en el que ni éstos funcionan como si estuvieran aislados ni el poder del grupo es simplemente la suma de las fuerzas individuales.  

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