Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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domingo, 6 de enero de 2013

El ser humano en el proceso evolutivo

Si en un principio el ser humano era excluido del proceso evolutivo, a partir de Darwin su inclusión en la naturaleza y, por tanto, en continuidad con el resto de los animales, fue algo asumido científicamente, aunque no siempre lo fue en el mundo cultural.
La especie humana es fruto de la evolución biológica. La filosofía, en confrontación con este hecho, no tiene más remedio que replantear muchas de las ideas que ha manejado a lo largo de su historia sobre el ser humano. Los datos de la evolución biológica de la especie humana, lo que se conoce con el nombre de filogénesis, nos obliga a cambiar nuestra forma de pensar.

Hominización y humanización
Antes de estudiar las implicaciones filosóficas, conviene analizar el proceso mediante el cual el ser humano ha llegado a constituirse como especie independiente desde un punto de vista biológico. Este proceso se denomina hominización. Junto a este término suele hablarse también de humanización. Con él se hace referencia a las características más culturales y menos físicas que caracterizan al ser humano. No conviene exagerar las diferencias entre los dos procesos, pues es muy difícil, en muchas ocasiones, establecer una distinción clara entre ambos. Podríamos decir que son dos caras de una misma moneda.
Respecto a nuestros orígenes animales podemos hacernos varias preguntas: ¿de qué línea evolutiva venimos?, ¿cuánto tiempo ha tardado esta evolución?, ¿dónde se ha originado?, ¿cómo se ha producido?, ¿por qué se ha producido así y no de otra manera? Las dos primeras pueden ser respondidas estudiando la descripción del proceso evolutivo; la tercera, estudiando aquellas características que van a ser específicas de la especie humana; y la cuarta y la quinta nos introducen de lleno en las implicaciones filosóficas del proceso evolutivo.
Son muchas las propuestas que se han lanzado sobre el desarrollo evolutivo de nuestra especie. No hay ninguna que pueda presentarse como definitiva. Esto es lógico si pensamos que se trata de reconstrucciones, fruto de los investigadores, a partir de un número muy reducido de fósiles o restos humanos. Además, su aparición es constante y continuada, de ahí que no podamos dar ningún esquema como definitivo, aunque esto no es óbice para comprobar que, en algunas cuestiones, empieza a haber acuerdos fundamentales.

¿De qué línea venimos?
Siguiendo las clasificaciones de zoología, ideadas por Linneo, podemos decir que el ser humano se encuadra: en el "reino" animal, "tipo" de los cordados, "clase" de los mamíferos, "orden" de los primates, "suborden" de los antropoides, "superfamilia" de los hominoides, "familia" de los homínidos, "genero" homo, "especie" sapiens.

El camino hacia nuestra humanidad
Del proceso evolutivo de los homínidos conviene destacar los momentos más significativos. Estos momentos pueden ser considerados "umbrales" de la hominización, es decir, hitos fundamentes hacia nuestra humanidad:
  1. Aparición de nuestra "familia": los homínidos. Son nuestros primeros ancestros. El primero de ellos es el Ardipithecus ramidus. Se separa del resto de hominoidos, en concreto de la línea de los póngidos, de la cual proceden los monos actuales. Esta bifurcación la sitúan los antropólogos en torno a 5-8 millones de años.
  2. Aparición de nuestro "género". La aparición del género homo, el llamado Homo habilis, tuvo lugar hace unos dos millones y medio de años.
  3. Aparición de nuestra "especie". La especie sapiens aparició hace unos 125.000 años.
Esquema evolutivo de los homínidos
¿Una cuestión de nombres?
Lo primero que nos llama la atención de cualquier esquema evolutivo de los homínidos son los nombres estudiados. ¿A qué obedecen? ¿Por qué esos nombre y no otros? Para crear los nombres, los científicos utilizan el sistema de Linneo, es decir, la oposición entre género (el primer nombre) y especie (el segundo). El primero, de más difícil creación, pues es muy difícil encontrar restos de un nuevo género, agrupará a diferentes especies, cuyos nombres tienen el origen más diverso. Además, la acumulación de fósiles e interpretaciones divergentes puede ser tal que puede llegar el momento en que haya que cambiar las clasificaciones y los esquemas evolutivos mantenidos hasta la fecha. Veamos el origen de algunos nombres:
  • Ardipithecus ramidus. Ardi y ramid, que proceden de la lengua afar en Etiopía, significan, respectivamente, "suelo" y "raíz", y pithecus significa "mono" en latín.
  • Australopithecus anamensis. Austral significa del sur; por tanto, australopithecus quiere decir "mono del sur". Y tras el género, la especie: anamensis. Procede de anam, que en lengua turkana (la región en que fue descubierta) significa "lago". Australopithecus afarensis significa austrolopiteco del país de los afar, donde fueron encontrados. Australopithecus africanus es el austrolopiteco propio de África.
  • Paranthropus significa etimológicamente "al lado del hombre". Es un término afortunado, pues vivió en la misma época que los primeros representantes del género homo. Hay varias especies: aethiopicus (procedente de Etiopía), boisei (en homenaje al mecenas inglés, apellidado Boisei, que sufragó la expedición que descubrió sus restos) y robustus (robusto).
  • Homo habilis. Primer espécimen del género homo. Significa "hábil", es decir, que sabe manejar instrumentos. Y los otros representantes del género homo: ergaster ("trabajador", en griego), erectus (erecto, erguido), antecessor (el antecesor, el primero), neandertal (del valle de Neander, región del norte de Alemania) y sapiens (sabio, inteligente).

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