El ser humano, animal bípedo
Generalmente, el bipedismo, como signo de evolución, ha sido una cuestión muy criticada, ya que plantea serios inconvenientes, como las dificultades que presenta a la hora del parto, debido a la modificación de todo el esqueleto. Pero las ventajas que proporciona son suficientes: permite una liberación de las manos y, por tanto, la fabricación de utensilios, lo cual implicará también un mayor desarrollo del cerebro. Además, es la mejor solución biológica para un homínido que tiene que adaptarse a nuevos espacios ecológicos en los que la vegetación arborícola empieza a escasear y tiene que recorrer grandes distancias, pues aunque esta posición no le permita avanzar a gran velocidad, sí le dará gran resistencia.
El ser humano, animal inteligente
Solemos decir que el ser humano es el animal que posee mayor cerebro (sería mejor decir encéfalo). No es cierto, porque es mayor el encéfalo de la ballena o del elefante. Pero, si su trabajo consiste en coordinar todo el cuerpo, lo importante será la relación entre encéfalo y cuerpo. Pero, aun ateniéndonos a esta relación, tampoco somos los primeros, pues nos superan mamíferos más pequeños.
La clave está en lo que los investigadores denominan índice de encefalización. Este índice es la relación entre el peso encefálico ideal de una especie determinada (el que tendría que tener en función de su tamaño y en relación con otras especies) y el que realmente tiene (valor encontrado). Lo normal sería que coincidieran y, por tanto, que su valor fuera 1.
El índice de encefalización de la especie humana es el mayor de todas las especies animales: 7. Y después del ser humano no están, como podríamos pensar, el resto de primates (chimpancés, gorilas, etc.), sino los cetáceos y, sobre todo, los delfines (con un índice en torno a 4).
Los rasgos distintivos de nuestra especie son un cerebro muy desarrollado en volumen, una capacidad única para fabricar instrumentos variados en muy diversos materiales, un lenguaje articulado, una infancia prolongada que supone un largo periodo de aprendizaje, y un modo de caminar bípedo (así como una sexualidad muy original). Las características de gran volumen cerebral, desarrollo lento y capacidad para utilizar o adaptar objetos naturales como instrumentos también se encuentran en nuestros más próximos parientes, los chimpancés, gorilas y orangutanes. Por supuesto que en un grado muy inferior de desarrollo, pero comparativamente mayor que en los demás animales. Estos rasgos, más la capacidad para el lenguaje, pueden agruparse bajo la etiqueta de algo que entendemos de manera intuitiva, pero es imposible de definir o medir, y llamamos inteligencia o psiquismo. La locomoción es otra cosa y, desde Darwin, la ciencia se pregunta si la expansión del psiquismo precedió a la postura erguida, si fue al revés, o si ambas evolucionaron a la vez. Que es lo mismo que preguntarse cuál fue el impulso inicial de nuestra historia evolutiva o, en otras palabras, qué nos hizo humanos.
J. L. Arsuaga e I. Martínez, La especie elegida (adaptado)
Humanización y cultura
Además de las ya mencionadas, el hombre tiene otras características propias de su especie, que son tan importantes o más que aquellas. Entre ellas podemos destacar la indeterminación biológica (el ser humano necesita de algo más que la biología para completarse y desarrollarse), la capacidad técnica, el carácter social, la capacidad simbólica y lingüística, la utilización del fuego, la conciencia de la muerte...
Estas capacidades humanas, sus originalidades, se condensan y expresan en el término "cultura". La cultura no es un añadido a lo biológico, sino que surge de lo biológico, lo continúa y lo potencia. De estas capacidades surge la cultura misma, la cual, en continuidad con estos planteamientos, puede ser definida como aquel mecanismo empleado por una especie animal con la finalidad de asegurar la vida y perpetuarse a sí misma.
Ha sido la cultura la que ha permitido al hombre dejar su huella en la Luna. |
J. L. Arsuaga e I. Martínez, La especie elegida
Tomado en su conjunto todo este acervo de características, se nos facilita el acceso a los orígenes humanos. Sin embargo, queda en pie la pregunta por las originalidades humanas, como la conciencia, el lenguaje, la técnica, el amor, el arte o la religiosidad. Se podría reservar el término de hominización para la formación del cuerpo humano, con rasgos como la bipedestación, el pulgar oponible, la modificación de la laringe o la mayor complejidad cerebral. Quedaría el término de humanización para referirse al paso cultural, no solamente biológico, de lo animal a lo humano. Pero hay quienes prefieren referir ambas nociones a todo el proceso evolutivo que desemboca en el ser humano. Serían las dos caras complementarias de un proceso único. Pero en ningún caso designamos con estos términos un cambio instantáneo, sino procesos de larguísima duración. También desde el punto de vista sociocultural, las manifestaciones de la humanización son progresivas. Tarda mucho en perfeccionarse la capacidad de usar instrumentos y de desarrollar vida familiar o tribal. El estilo de la alimentación se va modificando a partir del uso del fuego.
J. Masiá y T. Domingo, 10 palabras clave en la filosofía de lo humano
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