Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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martes, 14 de mayo de 2019

La teoría de la atribución

Singularidad: Propiedad de un hecho de distinguirse del resto.
Consenso: Acuerdo entre distintos sujetos.
Consistencia: Coherencia entre los actos y opiniones de un sujeto en distintos momentos.

Sabemos de la importancia que tiene la información previa (veraz o no) que tenemos sobre algo o alguien para la creación de las primeras impresiones. Cuando esta información no existe, actúan otros mecanismos psicológicos: se atiende a la conducta del sujeto y se atribuye ese comportamiento a unas causas. En principio, la atribución puede ser de dos clases: intrínseca o extrínseca. En la atribución intrínseca interpretamos el comportamiento a partir de rasgos propios del sujeto: por ejemplo, un obrero está sentado en vez de trabajar "porque es un vago". Por el contrario, en la atribución extrínseca interpretamos dicha conducta como consecuencia de alguna situación o circunstancia exterior: por ejemplo, un obrero está sentado en vez de trabajar "porque es su tiempo de descanso".
La teoría de la atribución es uno de los fundamentos de la psicología social. Los psicólogos hablan de error fundamental de atribución, que es la tendencia a exagerar los aspectos personales al atribuir causas a la conducta de los demás y a minimizarlos respecto a la conducta propia -"yo suspendo porque tuve mala suerte en el examen, mi compañero X porque es un vago"-. En los años 90 se reformuló esto introduciendo la atribución defensiva como la tendencia a atribuir los éxitos propios a las cualidades personales y los fracasos a factores externos -"aprobé matemáticas porque preparé bien el examen, suspendí inglés porque tuve mala suerte"-. 
Según el psicólogo Harold Kelley (1921-2003), la atribución está determinada por tres clases de información: singularidad, consenso y consistencia. Supongamos que Roberto nos dice que disfrutó mucho viendo una película. ¿Dónde está la causa de este hecho, en Roberto o en la película? Apliquemos los tres criterios: Roberto habitualmente se aburre en el cine, pero en esta ocasión se divirtió (singularidad); otros que vieron la película también pasaron un buen rato (consenso); además, Roberto ha dicho lo mismo en distintas ocasiones ante interlocutores distintos (consistencia). Podemos concluir, por tanto, que se trata de una película entretenida. Obviamente, si los tres criterios hubieran proporcionado diferentes resultados, la conclusión también habría sido diferente.


Para formarnos una primer impresión de alguien nos servimos de unos esquemas mentales, que pueden ser estereotipados o proporcionados por la misma situación. Por ejemplo: de alguien que lleva un uniforme tenderemos a pensar cualidades acordes con esa situación social (policía enérgico, enfermera atenta, etc.), mientras que asignamos a personas de otras razas, países o religiones propiedades que, según creemos, los definen. En otras ocasiones, la misma situación provoca que nos fijemos en unos aspectos antes que en otros.
Vamos a poner un ejemplo de esto último: vemos una mujer con traje de fiesta, zapatos de tacón, maquillaje, etc., empujando una silla con un bebé. ¿Qué nos dice esto sobre su persona? En principio destacamos lo que nos llama la atención de esta situación en el contexto en que se da, es decir, lo distintivo de ella. Si la mujer está rodeada de hombres con trajes de chaqueta y corbata y mujeres con atuendos similares al suyo, podemos pensar que se trata de los invitados a una boda o a algún otro acto social, y lo que llama la atención en ese contexto es la silla con el niño: precisamente por eso es lo más significativo, ya que nos indica que es una madre responsable que no descuida en ningún momento el cuidado de su hijo. Si, por el contrario, vemos a esa mujer junto a otras personas también acompañadas de niños pequeños, pensaríamos más bien que se trata de un acontecimiento escolar, como una reunión de padres, y lo que destaca es el atuendo: le atribuimos una preocupación excesiva por su apariencia personal y quizá también una ignorancia sobre las normas sociales que dictan el atuendo adecuado en cada ocasión.
En conclusión, la primera impresión se forma a partir de lo que no es habitual, lo que destaca en un contexto dado. El mismo hecho (la mujer con traje de fiesta y silla con bebé) puede tener significados radicalmente distintos en contextos también diferentes.

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