Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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miércoles, 15 de mayo de 2019

Las relaciones equivocadas

Nacemos seres humanos, pero llegar a ser personas es una vocación que nos ocupa toda nuestra vida.
Nuestra salud, la propia intimidad, la relación con las demás personas, el oficio o la profesión que ejerceremos, la libertad de que disponemos para tomar decisiones y el sentido que seamos capaces de dar a nuestra existencia son los elementos fundamentales para que seamos verdaderamente personas.

Entre los problemas que nos afectan a lo largo de la vida destacan, por cantidad e intensidad, los que nos crean nuestras relaciones con los demás, hasta tal punto que Jean-Paul Sartre llegó a decir que "el infierno son los otros". Esta afirmación resulta exagerada, puesto que las relaciones humanas nos causan problemas, pero también grandes satisfacciones.
Nuestras relaciones se desarrollan en diversos ámbitos. Todos nacemos en el marco de una familia, sea ésta la natural o la de acogida, o una institución de custodia, vivimos en un barrio, asistimos a un centro de estudios o de trabajo y buscamos un tú especial y único al que acompañar y que nos acompañe en el difícil camino de la vida.
Los problemas, pues, están servidos, porque no hay dos personas iguales, ni que vivan los acontecimientos de la misma manera, n que tengan expectativas de vida idénticas. Pero no es mejor, ni siquiera posible, la soledad: el hombre, decía ya Aristóteles, no puede vivir separado de otros hombres: sin ellos se hace un animal o un dios, y es mucho más habitual lo primero que lo segundo.
Los peligros que más frecuentemente acechan nuestras relaciones varían según el ámbito de las mismas:
  • En la convivencia con nuestros padres, muchos conflictos provienen de la poca consideración que ellos tienen hacia nuestra autonomía -siempre somos "pequeños" a sus ojos- , y de la escasa responsabilidad en la realización de nuestras tareas.
  • Con los amigos, los problemas los suscitan la competitividad y la desconfianza.
  • En las relaciones amorosas nos pierden muchas veces la urgencia por satisfacer nuestros deseos y la falta de hábitos de convivencia, que nos lleva a menudo a no saber renunciar en favor del otro para seguir caminando juntos.
  • Con los compañeros de estudio y de trabajo las dificultades surgen del desinterés hacia los otros y del poco sentido de cooperación.
Sin embargo, no podemos olvidar que a ser personas aprendemos y lo hacemos, para bien y para mal, de las personas con las que convivimos.
Dos son los requisitos fundamentales de toda relación humana satisfactorias: el respeto y el afecto.
  • El respeto es fundamental y primero, porque si no nos valoramos a nosotros mismos y a los demás como personas, si no tomamos conciencia de que nuestra vida y la de los demás son dignas de ser vividas, de que somos únicos e irrepetibles, será difícil que vivamos una vida auténticamente humana, y menos aún que ayudemos a los otros a hacerlo.
  • El afecto es también fundamental, porque el ser humano no es sólo ni principalmente racional: casi podríamos decir que es racional gracias al cariño que recibe, desde que nace, de su entorno. Por el afecto que se nos da, en forma de atenciones y cuidados, desarrollamos nuestras facultades físicas y mentales, y él constituye el fundamento de nuestra personalidad, de tal modo que la carencia de afecto daña nuestro cuerpo y nuestra mente, llegando a causar enfermedades de tanta gravedad como importante sea su ausencia.
Por tanto, para que nuestras relaciones con los demás no sean "equivocadas", es conveniente que estén presididas siempre por el respeto y, si es posible, también por el afecto, aunque este último no se puede exigir. Sea cual sea el ámbito en el que nos relacionemos y por mucha confianza que tengamos con las personas que están en él, es bueno que ofrezcamos el respeto y que lo exijamos de los demás. Tratar mal a alguien o consentir que alguien nos trate mal es una indicación clara de que esa relación no nos va a hacer mejores, ni a la otra persona ni a nosotros mismos. El afecto vendrá después, si es que viene, pero sólo perdurará si antes ha habido respeto, y entonces la amistad será sólida y consistente.

Un conflicto en una relación de amistad no tiene por qué significar siempre la ruptura. Superar las dificultades es una prueba de madurez y de afecto mutuo.


Por todo lo dicho, son muy importantes los gestos, las palabras y las acciones, porque muestran la disposición de una persona hacia aquellas con las que se relaciona. El desagrado, el rechazo, la desconsideración y la censura que podamos sentir hacia el otro se traslucen, a veces sin que nos demos cuenta. Pero, de la misma manera que nosotros los percibimos en los demás, ellos también los perciben en nosotros. Por eso hemos de hacernos dueños de nuestros gestos, de nuestras palabras y de nuestras acciones, para que podamos tratar con respeto y afecto a todos. Y como no nacemos con un cupo de relaciones asignado de antemano, si vemos que en una de ellas falta el afecto y, sobre todo, el respeto, quizá lo más prudente sea dejarla y seguir caminando. Afortunamente, el mundo está lleno de personas muy diversas.

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