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domingo, 1 de agosto de 2021

La controversia antiinstintivista

El uso no crítico pero sí muy extendido del concepto de instinto, fue precisamente un factor clave del descrédito en que cayó el concepto. Existieron otras razones. Una, el creciente conocimiento de los grupos culturales. Antropólogos como Franz Boas contribuyeron a crear este conocimiento: grupos humanos que vivían en otras culturas no compartían muchas características y creencias, muchos valores y patrones de conducta, típicos de la cultura occidental. Estas variaciones hacían difícil seguir adhiriéndose a la consideración de tales manifestaciones como instintivas.

Dentro de la psicología hubo varias reacciones negativas al concepto de instinto y de patrones emocionales innatos. Watson y Morgan (1917) observaron a infantes bajo diversos tipos de estimulación, y llegaron a la conclusión de que sólo existen tres reacciones emocionales innatas (el miedo, la ira y el amor), y que únicamente una pequeña variedad de estímulos podía producir dichas reacciones. Creyeron que todas las otras reacciones emocionales se aprendían. En última instancia, Watson, quien fundara la escuela conocida como conductismo, asumió la posición de que no existen instintos humanos, y que puede explicarse la llamada conducta instintiva por medio de la estructura corporal del individuo y de su primer entrenamiento. Dunlap, F.H. Allport y Kuo se unieron al ataque contra los instintos, y en la década de 1920 se apreció un aumento de la controversia respecto al tópico instintivo.

A causa de ello, el instinto, como concepto, parecía haber desaparecido en la década siguiente. No obstante, se resucitó a finales de los 40, con el sentido de horda y el movimiento etológico.

El término pulsión conservó en la psicología algunos aspectos ya connotados por la palabra instinto. El instinto vino a quedar asociado con la noción de propósito. También implicaba una urgencia, o impulso, así como un patrón de conducta que era relativamente fija o invariable. Muchos científicos conductuales no podían aceptar la implicación de propósito que tenía el término (allí donde pudiera decirse que existe), pues creían que el carácter intencional de la conducta es un problema por explicar, más bien que una explicación, por sí misma, de la conducta. La evidencia cultural sugiere que muchas necesidades urgentes y muchos patrones de conducta no son innatos, debido a la variación existente entre las diferentes culturas, y, en muchos casos, el análisis experimental revelaba que la experiencia es un determinante de importancia para varios "instintos" de los animales. Sin embargo, existe cierto número de conductas -como comer, beber, aparearse, dormir- que están virtualmente presentes en todos los miembros de la especies superiores. Tales conductas proporcionan los medios para lograr la supervivencia del individuo y de la especie. Dunlap (1922) subrayó el punto de que el deseo radica en los tejidos y Dashiell (1928) hizo hincapié en que las necesidades de los tejidos constituyen fuentes de pulsiones. De este modo, la pulsión, un término introducido aparentemente por Woodworth (1918) en otro contexto, vino a reemplazar, como una necesidad del tejido, al término instinto en muchos lugares donde, en la temprana literatura, se usaba este término. Precisemos que esto no fue una mera sustitución de una palabra por otra. Mientras existen dificultades con la noción de necesidades del tejido como fuentes de pulsiones, esta concepción, junto con las operaciones, como la del ayuno, que inducen las necesidades de los tejidos, proporcionan una precisión de significado y unas posibilidades de investigación que el instinto no tenía. En este aspecto, la pulsión llevaba adelante el sentido de urgencia del instinto; sin embargo, debe añadirse que sólo relativamente pocas pulsiones se creía que fueran innatas, y se consideraba que la mayoría de los motivos humanos se aprendían.

El resurgimiento del concepto instinto se ha relacionado con la demostración del desarrollo o la existencia de una conducta sin el entrenamiento o experiencia, y con el estudio de los factores que controlan la conducta. Algunos estudiosos consideran que patrones tales como la conducta de horda, maternal y de apareamiento, no requieren, para aparecer, de experiencia o práctica; al menos, en algunas especies de animales. Beach (1955) ha observado, sin embargo, en relación a esto, que a mayor conocimiento de los factores que dominan estas conductas, menor necesidad de hablar de los instintos. Esto significa, con toda claridad, que el término tiene muy poco valor como explicación, de tener alguno, y sirve principalmente para clasificar ciertos patrones de conducta, según los determinan los factores innatos. 

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