El pasado día 19 de junio, con motivo de la puesta en venta del tercer Larsson, Espido Freire publica en adn la siguiente columna, que me parece muy afortunada:
Deceso
"Lo mejor que le puede pasar a un artista si desea ser apreciado es morirse. En general, es lo mejor para cualquier persona que aspire al respeto y el cariño. La excepción es, por supuesto, la de las celebridades contemporáneas, carne de colorín, que continúan produciendo dinero y atención desde el otro lado a costa de injurias y miserias de sus explotadores. Pero salvo contadas excepciones los funerales se abarrotan de allegados y no tan allegados que cantan las virtudes del finado.
Los escritores, a diferencia de los cantantes, que deben morirse, si es posible, con 27 años, podemos permitirnos morir casi a cualquier edad. Se inicia entonces una corriente de simpatía que deja de lado al autor (a veces, para salir ganando: los escritores nos caracterizamos por la vanidad y el sentido de la propia importancia, algo que no molesta muertos, pero que puede arruinar más de una reunión familiar vivos) y que ensalza la obra.
Stieg Larsson, entre cuyas fieles seguidoras me cuento, ha tenido
la mala suerte personal de haber cumplido con esa norma de oro,
imagino que muy a su pesar. Hoy, con su novela como libro estrella en el metro, bajo los amorosos brazos de sus lectores, pensaba en cómo hubiera disfrutado de este brutal éxito: o no. Hay maneras muy peculiares de asumir la fama. Larsson se ha librado de las envidias y la sordidez que hubiera despertado en su entorno. Muerto sólo puede inspirar respeto y simpatía.
Yo, por mi parte, tengo pensado morirme de vieja en cuanto pueda."
domingo, 21 de junio de 2009
sábado, 20 de junio de 2009
La pasión como "sentimiento trágico de la vida"
"Soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño." Unamuno desarrolla en "Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos" su concepto de hombre. Pensaba que en la clásica definición de hombre como animal racional, nos quedamos sólo con la dimensión racional, y olvidamos muchas veces el primer término: el hombre es un animal, con un cuerpo, con sentimientos, pasiones, etc. Para ello acuñó una expresión que define perfectamente su idea del hombre como animal de sentimientos, a saber, "el hombre de carne y hueso".
De acuerdo con esta concepción, la historia de la filosofía ha dedicado demasiadas reflexiones al hombre abstracto, al hombre-razón, y se ha olvidado del hombre concreto: "El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere -sobre todo muere-, el que come, y bebe, y juega, y duerme, y piensa, y quiere: el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano."
Unamuno afirma en una célebre frase que "el progreso surge de la enfermedad", con lo que nos quiere poner de manifiesto que el progreso humano tiene su raíz en una característica propia de la inteligencia humana, a saber, su capacidad de equivocarse. Frente a los instintos animales, el ser humano posee inteligencia, es decir, capacidad de inventiva, de argumentación, de lenguaje, pero también de equivocación.
Los animales nunca se equivocan, pero pagan por ello un gran precio: no existen para ellos la innovación, el perfeccionamiento y el progreso.
Frente a los instintos animales, la inteligencia humana en todo momento anda creando nuevos instrumentos y formas de vida, si bien esa creación técnica, científica y social no siempre discurre en progreso lineal, sino que en la mayoría de las ocasiones surgen obstáculos, errores, equivocaciones. Detrás de la inteligencia humana, y como motores de ella, Unamuno pone de manifiesto dos instintos que la impulsan en la búsqueda continua de la verdad: el instinto de conservación y el instinto de perpetuación.
- Instinto de conservación: Está dirigido e impulsado por el hambre. Gracias al deseo de satisfacer el instinto de sustento, el género humano ha buscado los medios para su supervivencia. Este instinto lo comparten la especie humana y el reino animal. Gracias a él, el hombre ha logrado el conocimiento necesario para vivir y para conocer el mundo sensible en el que se desarrolla.
- Instinto de perpetuación: Está dirigido e impulsado por el amor. Entiende Unamuno en primer lugar que se trata de un amor sexual, biológico, de reproducción de la especie, pero también de un amor hacia las relaciones humanas en general. El amor es el principio de atracción que posibilita la sociedad humana, gracias al interés por una vida mejor. Gracias a él el hombre ha logrado un conocimiento reflexivo, específicamente humano, suprasensible y trascendente. La fe, la creencia, es un modo de conocimiento que permite perpetuarse, para sobrevivir a las miserias del mundo sensible.
El sentimiento trágico de la vida es esa pasión que existe detrás de todo espíritu inquieto y preocupado por el sentido de su existencia. Quien no posee este sentimiento, está acomodado a una vida sin pasión:
- Los que se basan en un discurso racional quieren hacer del agnosticismo y del ateísmo un consuelo y motivo de vida. A los agnósticos racionales, Unamuno los llama "estúpidos afectivos", en la medida en que son incapaces de sentir otra realidad que no sea la que plantea la razón.
- Los que se arrastran por los sentimientos, y hacen de la religión su consuelo y motivo de vida. A éstos, Unamuno los llama "estúpidos intelectuales", en la medida que desprecian la razón sin haberla criticado previamente. Son poseedores de una "fe infantil" basada en un sentimiento religioso sin fuerza, porque nunca han superado la crisis que toda verdadera fe ha de pasar.
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Unamuno
jueves, 11 de junio de 2009
La voluntad de vivir o la voluntad de poder
La filosofía de Schopenhauer se instala en la tradición voluntarista de la Historia de la Filosofía, en la que la voluntad es el centro y eje de toda actividad humana. El querer es la condición de conocer y de actuar en general. Frente al "yo pienso" cartesiano, se erige el "yo quiero" schopenhaueriano.
Para Schopenhauer (1788-1861), la energía de la Naturaleza es la voluntad de vivir y de sobrevivir a todos los obstáculos posibles.
Así pues, la Voluntad es la esencia del mundo, es la fuerza que impulsa a todos los seres a seguir viviendo. Pero se trata de una fuerza desconocida, de la que sólo sabemos sus resultados y manifestaciones, esto es, su despliegue en el mundo a través de los seres que se esfuerzan por permanecer y vivir.
Nietzsche (1840-1900), siguiendo el camino abierto por Schopenhauer, interpreta que la voluntad de poder es la pasión que se erige por encima de todas las demás: lo que verdaderamente mueve al ser humano no es el deseo de conocer o querer algo concreto y determinado, sino el deseo cuasi-infinito de querer absolutamente todo, de dominar absolutamente todo, es decir, el amor al poder por sí mismo.
En la concepción nietzscheana, la vida humana es simplemente el reflejo de la lucha entre instintos diversos en la que siempre se logran imponer aquellos que tienen mayor capacidad de dominio. En este sentido, es preciso distinguir dos tipos de seres humanos:
- Aquéllos cuya voluntad de poder está dominada por fuerzas reactivas que impiden el verdadero desarrollo de los impulsos humanos. Son individuos cuya voluntad está perdida en la búsqueda de ilusiones suprasensibles. Nietzsche se refiere al sujeto religioso, al cristiano, que cree que la verdadera realidad está en otro mundo.
- Las personas cuya voluntad de poder está dominada por fuerzas activas, propias de un espíritu libre, creador y generoso. Son seres humanos fieles a la tierra, que valoran la realidad sensible y que saben, en palabras de Nietzsche, que "Dios ha muerto".
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Nietzsche,
Schopenhauer
lunes, 1 de junio de 2009
Seis sombreros para pensar
Es un método de pensamiento para facilitar la toma de decisiones. Basta utilizar los seis sombreros imaginarios, cada uno de un color diferente. En cualquier momento un pensador puede escoger ponerse uno de los sombreros o se le puede pedir que se lo quite. Todas las personas de la reunión pueden usar un sombrero de un color concreto durante un tiempo en un momento determinado. Los sombreros involucran a los participantes en una especie de juego de rol mental.
- Sombrero blanco: Una mirada objetiva a los datos y a la información. "Los hechos son los hechos".
- Sombrero rojo: Legitima los sentimientos, presentimientos y la intuición, sin necesidad de justificarse.
- Sombrero negro: Justifica la crítica, lógica negativa, juicio y prudencia. El porqué algo puede ir mal.
- Sombrero amarillo: Simboliza el optimismo, lógica positiva, factibilidad y beneficios.
- Sombrero verde: La oportunidad para expresar nuevos conceptos, ideas, posibilidades, percepciones y usar el pensamiento creativo.
- Sombrero azul: Control y gestión del proceso del pensamiento.
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Lecturas: Ensayo
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