Una conducta motivada supone un organismo globalmente activado y autorregulado, con sus actos canalizados hacia una meta determinada (para acercarse o alejarse de ella) y así alcanzar una determinada finalidad. Si existe algún tipo de bloqueo interno o ciertas barreras que se interpongan entre el individuo y la meta, hablaremos de frustración, estado que supone una alteración o distorsión del proceso motivacional.
Siguiendo a Morgan (1961) denominaremos fuente de frustración a aquello que impide la consecución del objetivo o finalidad. En función de ella, la frustración puede ser clasificada en tres categorías:
1) Frustración ambiental: en la frustración ambiental, un obstáculo se sitúa entre el sujeto y la meta, no pudiéndose tener acceso a ésta.
2) Frustración personal: en la frustración personal, la dificultad está en el propio individuo, pudiendo ser de orden físico o psíquico.
3) Frustración conflictual: en el caso de la frustración conflictual, se dan diferentes posibilidades (dos o más alternativas igualmente atrayentes, dos o más alternativas desagradables, metas que al mismo tiempo atraen y repelen y tendencias positivas y negativas referidas a dos o más alternativas).
La frustración conflictual fue detenidamente estudiada por Lewin (1935), centrándose en tres subformas, habiendo sido Hovland y Sears (1938) los que se ocuparon de una cuarta. Veamos, de forma esquemática y sintética, tales situaciones:
a) Conflicto de atracción-atracción: aquí el individuo se siente atraído por dos metas incompatibles entre sí, pero igualmente atractivas. En tales circunstancias, ocurre habitualmente que se satisface primero una de las necesidades activadas y posteriormente la otra, o se elige una meta y se renuncia a la otra.
b) Conflicto de repulsión-repulsión (o evitación-evitación): el individuo se halla aprisionado ante dos amenazas, temores o situaciones que se repelen. Aparte de los motivos negativos, suelen existir factores que le impiden libertad de movimientos, pues si no fuera así "escaparía" del conflicto.
En los casos en que no puede escaparse del conflicto, el sujeto entra en un estado de vacilación o se refugia en la fantasía, huyendo de lo que le molesta, sin tomar ninguna decisión práctica. También puede tener lugar una regresión en su conducta, mostrando actos que corresponden al pasado infantil o un funcionamiento psíquico primitivo.
c) Conflicto de atracción-repulsión (o aproximación-evitación): el individuo es atraído por una meta positiva, pero ésta se haya ligada paralelamente a un valor negativo que amenaza o atemoriza. Estos conflictos son difíciles de resolver, tendiendo a producir más ansiedad que los anteriores y originando frecuentemente una internalización de tales conflictos.
d) Doble conflicto de atracción-repulsión (o de aproximación-evitación): aquí las tendencias positivas y negativas se refieren a dos o más alternativas de conducta, creándose dificultades aún mayores que en los conflictos anteriores.
La teoría psicoanalítica, por su parte, concede la máxima importancia a los que denomina conflictos intrapsíquicos, que se definen como los que acontecen dentro del aparato mental, interesando especialmente los intersistémicos (entre las fuerzas que asientan en el yo y las que asientan en el ello, aliándose el superyó en ocasiones con el yo y otras con el ello). Tales conflictos pueden ser inicialmente externos, entre los deseos pulsionales del sujeto y las fuerzas normativas del ambiente, transformándose con posterioridad, fruto del desarrollo y la adaptación, en internos (por medio de la introyección, con sus variantes): un ejemplo sencillo de esto sería el haber tenido un padre muy autoritario y castrante, lo cual se transforma en el curso del desarrollo en una estructura superyoica muy rígida y controladora, que imposibilita toda satisfacción pulsional elloica, hablándose aquí de internalización. También puede acontecer, con fines defensivos, que conflictos internos se proyecten al exterior, es decir, se externalicen: así, en el caso de las fobias, se forman por proyección y desplazamiento de un conflicto intrapsíquico, de tal manera que lo que era angustia superyoica llega a ser miedo exagerado a algo exterior.