Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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domingo, 20 de noviembre de 2016

Vida privada y espacio público

Uno de los problemas filosóficos más importantes de la vida social es la delimitación del ámbito de la vida privada. Se trata de un ámbito que tiene como fronteras, por un lado, la intimidad; por otro, la vida pública. Ahora bien, estas fronteras no siempre están delimitadas con claridad en la vida social; bien porque lo que sucede en el hogar tiene relevancia pública, como es el caso de la estabilidad familiar; bien porque lo que sucede en el trabajo condiciona la vida privada; bien porque las instituciones utilizan información confidencial de las personas; o bien porque los medios de comunicación convierten en público lo que era privado.

Diferentes planos de la vida humana
El conjunto de la vida privada puede compararse con un cono, en donde la superficie de la base está todavía en contacto con el mundo de las relaciones públicas; pero a medida que los planos van acercándose al vértice y alejándose de la publicidad, va reduciéndose asimismo la extensión hasta que, llegado el vértice, la vida privada se condensa y concentra en un punto, en la soledad del yo viviente, a la que nadie más que yo mismo puede tener verdadero acceso.
M. García Morente, Ensayo sobre la vida privada

La unidad de la vida
La unidad de la vida humana se nos torna invisible cuando se realiza una separación tajante entre el individuo y los papeles (roles) que representa.
A. MacIntyre, Tras la virtud

La realidad de la intimidad
La intimidad es inmaterial, mejor habría que decir espiritual, pero está "encarnada", es la intimidad de un ser mundano, de un ser que no sólo está en el mundo, sino que es también mundo.
N. González, El deber del respeto a la intimidad


La privacidad: recinto de la libertad
Lo privado es el ámbito:
a - del autodesarrollo, la dimensión expresiva de la persona;
b - de la autenticidad, el lugar de creación del individuo y por tanto el origen de la vida social. Como esfera de la autenticidad, lo privado se opone a un exterior amenazante y potencialmente hostil cuando no abiertamente agresivo, en el cual sólo cabe la convención, el disimulo, el disfraz. Fuera de la esfera privada se corre el peligro de ser vulnerado. El escenario paradigmático del fingimiento es el trabajo, marco que expresa la amenaza y la consecuente necesidad de simulación.
c - de la seguridad afectiva, del "cascarón" que evoca el calor, el universo significativo que confiere al individuo una fuerte sensación de arraigo, permanencia, sentido y certeza.
d - de la intensidad, el escenario de la generosidad y la entrega sin reservas. Los amigos son el engarce con el mundo exterior, "recipientes" del relato de nuestra actividad.
e - que contiene la intimidad. Y es en ésta donde es posible la soledad.
H. Béjar, La cultura del yo 

Prensa y desmoralización
No me cabe la menor duda de que si la prensa diaria, como cualquier otro negocio, tuviera que exhibir un cartel, éste debería rezar así: aquí se desmoraliza a las personas en tiempo récord, en grandes cantidades y al precio más económico.
Kierkegaard, citado por H.M. Enzensberger, en Mediocridad y delirio

El comercio con la vida privada
Un debate necesario dentro de los medios es el que afecta a otros personajes, los que explotan, de distintas formas, su vida privada. La opinión de El Mundo es que deben ver reducida de forma alícuota la protección de esa vida privada frente a la curiosidad periodística. Van desde los personajes de la farándula que habitualmente comercian con su vida privada en la prensa del corazón hasta los políticos que utilizan de forma igualmente habitual a su familia para su promoción profesional y para captar votos.
Libro de Estilo de El Mundo

Interés público y veracidad
Sólo el interés público, junto con la veracidad de la noticia, justifican que periodistas indaguen y difundan datos de la vida privada e íntima de las personas destacadas socialmente. La mera veracidad no basta, se requiere un claro discernimiento de que se trata de hechos de relevancia pública e interés general.
E. Bonete, Ética de la comunicación audiovisual (adaptado)

Derecho al honor y la intimidad
Sólo las personas de relevancia pública -por ocupar lugares distinguidos en las instituciones, por dedicarse a profesiones de trascendencia social o por haber reclamado de antemano la atención de los propios medios- son, en principio, material informativo en lo que atañe a su vida privada, salvaguardando, en todo caso, su derecho a la intimidad, al honor y a la propia imagen. Los menores de edad deben ser tratados con exquisita cautela. El periodista debe mantener presente en todo momento el principio de que toda persona es inocente hasta que una sentencia diga lo contrario.
Grupo Correo, Código dentológico (adaptado) 

martes, 1 de noviembre de 2016

La familia: innovación y tradición

Familia legal y familia natural
Abolición no de la familia natural, sino de la familia legal, fundada sobre el derecho civil y sobre la propiedad. El matrimonio religioso y civil es reemplazado por el amor libre. Dos individuos mayores y de sexo diferente tienen derecho a unirse y separarse según su voluntad, sus intereses mutuos y las necesidades de su corazón, sin que la sociedad tenga el derecho ni de impedir su unión ni de mantenerla pese a ellos. En el matrimonio libre, el hombre y la mujer deben gozar igualmente de una libertad absoluta. Ni la violencia de la pasión ni los derechos libremente acordados en el pasado pueden servir de excusa para ningún atentado de una parte contra la libertad del otro, y cada atentado semejante será considerado como un crimen.
M. Bakunin, Catecismo revolucionario

1. Innovación de la tradición
En el conjunto de las asociaciones voluntarias de la sociedad civil la más importantes es la familia. Esta institución no ha estado al margen de los cambios culturales de las sociedades modernas, de hecho, ciertas conductas vinculadas a la vida familiar que se consideraban desviaciones sociales se consienten públicamente, con independencia de que se compartan o no los modelos de convivencia que suponen. La rigidez de la familia tradicional ha sido sustituida por la flexibilidad de las formas. Esta flexibilidad y permisividad en las formas conlleva plantear la vida familiar desde dos perspectivas: como institución y como grupo.

2. La familia como institución social
Las instituciones sociales se forman poco a poco mediante una práctica social continuada y uniforme de estrategias: modos de obtener recursos, de comunicarse, de emparejarse, de educar a la prole, etc. Estas prácticas se consolidan con el paso del tiempo y dejan de ser simples usos sociales o costumbres circunstanciales para convertirse en patrones fijos de comportamiento cultural que luego se transmiten de generación en generación.
La familia es una institución en el sentido de que constituye una estructura cultural de normas y valores, organizadas de forma fija por la sociedad para regular la acción colectiva en torno a determinadas necesidades básicas: procreación, sexo, aceptación, intimidad o seguridad afectiva, educación de los recién nacidos e, incluso, producción y consumo básico de bienes económicos.

3. La familia como grupo
La familia es un pequeño grupo emocional que funciona como un todo psíquico interrelacionado, es decir, como un microcosmos doméstico donde cada individuo realiza una serie de funciones (roles) según el lugar (status) que desempeña. Estas funciones y lugares están condicionados por la cultura, los convencionalismos sociales, las necesidades económicas, las creencias religiosas y las leyes.


4. La mujer y la familia del siglo XXI
Los cambios en la situación de la familia están directamente relacionados con la igualdad entre el varón y la mujer. Esta igualdad ha supuesto toda una revolución social cuyas consecuencias afectan a todos los ámbitos, desde la economía a la política, pasando por la religión, el derecho o la sanidad.

La extinción de la mujer cuidadora 
Ese imperialismo, que intenta explicar todas las relaciones humanas desde el análisis coste-beneficio, se estrella en realidad sin remedio ante las relaciones de cariño, de afecto y de solidaridad, ante lo gratuito y lo importante. Y, sin embargo, aun sin llegar a este imperialismo económico, entiende un amplio sector de la población que el trabajo femenino "fuera de casa" puede ser un obstáculo para que se realicen con bien las tareas de bienestar, tano en el ámbito de la familia como en el de la sociedad en su conjunto. Porque las familias necesitan contratar personal externo para que desempeñe esas tareas, personal cuyo trabajo resulta ser a menudo caro y no siempre de calidad, y, por su parte, el Estado, cualquier Estado de la Tierra, carece de los recursos suficientes como para pagar unos trabajos de 24 horas, sin vacaciones, sin días de fiesta, que hasta ahora han hecho gratis las mujeres.
Alentados por tal situación proponen los más revolucionarios fomentar los trabajos a tiempo parcial para que puedan asumirlos las mujeres y aumentar las ayudas a las familias para que sigan realizando las tareas de bienestar. Medidas ambas que son sin duda laudables y urgentes, pero a todas luces insuficientes, porque estos sectores ignoran -o quieren ignorar- que las familias han cambiado radicalmente y que desaparece la "mujer cuidadora", que no es lo mismo -a mi juicio- que la "madre cuidadora". Es esa mujer la que ha ahorrado una incalculable cantidad de dinero a las sociedades, es esa "mujer cuidadora" la que está desapareciendo.
Por eso yo me atrevería a bosquejar algunas sugerencias para un futuro tan próximo que hace años que ha empezado:
1) Incluir en el orden del día del debate público como un reto de primera magnitud la pregunta por los agentes del bienestar, teniendo en cuenta la situación actual.
2) Fomentar empleos a tiempo parcial que permitan organizar las tareas "internas" y "externas" tanto a las mujeres como a los varones.
3) Proporcionar ayudas en serio a familias que asuman tareas de bienestar.
4) Propiciar la atención domiciliaria.
5) Multiplicar las residencias públicas de calidad, escasas por el momento hasta la irritación, para aquellos ante quienes se abre un futuro de soledad.
Adela Cortina, en El País (23-11-1999)