Abolición no de la familia natural, sino de la familia legal, fundada sobre el derecho civil y sobre la propiedad. El matrimonio religioso y civil es reemplazado por el amor libre. Dos individuos mayores y de sexo diferente tienen derecho a unirse y separarse según su voluntad, sus intereses mutuos y las necesidades de su corazón, sin que la sociedad tenga el derecho ni de impedir su unión ni de mantenerla pese a ellos. En el matrimonio libre, el hombre y la mujer deben gozar igualmente de una libertad absoluta. Ni la violencia de la pasión ni los derechos libremente acordados en el pasado pueden servir de excusa para ningún atentado de una parte contra la libertad del otro, y cada atentado semejante será considerado como un crimen.
M. Bakunin, Catecismo revolucionario
1. Innovación de la tradición
En el conjunto de las asociaciones voluntarias de la sociedad civil la más importantes es la familia. Esta institución no ha estado al margen de los cambios culturales de las sociedades modernas, de hecho, ciertas conductas vinculadas a la vida familiar que se consideraban desviaciones sociales se consienten públicamente, con independencia de que se compartan o no los modelos de convivencia que suponen. La rigidez de la familia tradicional ha sido sustituida por la flexibilidad de las formas. Esta flexibilidad y permisividad en las formas conlleva plantear la vida familiar desde dos perspectivas: como institución y como grupo.
2. La familia como institución social
Las instituciones sociales se forman poco a poco mediante una práctica social continuada y uniforme de estrategias: modos de obtener recursos, de comunicarse, de emparejarse, de educar a la prole, etc. Estas prácticas se consolidan con el paso del tiempo y dejan de ser simples usos sociales o costumbres circunstanciales para convertirse en patrones fijos de comportamiento cultural que luego se transmiten de generación en generación.
La familia es una institución en el sentido de que constituye una estructura cultural de normas y valores, organizadas de forma fija por la sociedad para regular la acción colectiva en torno a determinadas necesidades básicas: procreación, sexo, aceptación, intimidad o seguridad afectiva, educación de los recién nacidos e, incluso, producción y consumo básico de bienes económicos.
3. La familia como grupo
4. La mujer y la familia del siglo XXI
Los cambios en la situación de la familia están directamente relacionados con la igualdad entre el varón y la mujer. Esta igualdad ha supuesto toda una revolución social cuyas consecuencias afectan a todos los ámbitos, desde la economía a la política, pasando por la religión, el derecho o la sanidad.
La extinción de la mujer cuidadora
Ese imperialismo, que intenta explicar todas las relaciones humanas desde el análisis coste-beneficio, se estrella en realidad sin remedio ante las relaciones de cariño, de afecto y de solidaridad, ante lo gratuito y lo importante. Y, sin embargo, aun sin llegar a este imperialismo económico, entiende un amplio sector de la población que el trabajo femenino "fuera de casa" puede ser un obstáculo para que se realicen con bien las tareas de bienestar, tano en el ámbito de la familia como en el de la sociedad en su conjunto. Porque las familias necesitan contratar personal externo para que desempeñe esas tareas, personal cuyo trabajo resulta ser a menudo caro y no siempre de calidad, y, por su parte, el Estado, cualquier Estado de la Tierra, carece de los recursos suficientes como para pagar unos trabajos de 24 horas, sin vacaciones, sin días de fiesta, que hasta ahora han hecho gratis las mujeres.
Alentados por tal situación proponen los más revolucionarios fomentar los trabajos a tiempo parcial para que puedan asumirlos las mujeres y aumentar las ayudas a las familias para que sigan realizando las tareas de bienestar. Medidas ambas que son sin duda laudables y urgentes, pero a todas luces insuficientes, porque estos sectores ignoran -o quieren ignorar- que las familias han cambiado radicalmente y que desaparece la "mujer cuidadora", que no es lo mismo -a mi juicio- que la "madre cuidadora". Es esa mujer la que ha ahorrado una incalculable cantidad de dinero a las sociedades, es esa "mujer cuidadora" la que está desapareciendo.
Por eso yo me atrevería a bosquejar algunas sugerencias para un futuro tan próximo que hace años que ha empezado:
1) Incluir en el orden del día del debate público como un reto de primera magnitud la pregunta por los agentes del bienestar, teniendo en cuenta la situación actual.
2) Fomentar empleos a tiempo parcial que permitan organizar las tareas "internas" y "externas" tanto a las mujeres como a los varones.
3) Proporcionar ayudas en serio a familias que asuman tareas de bienestar.
4) Propiciar la atención domiciliaria.
5) Multiplicar las residencias públicas de calidad, escasas por el momento hasta la irritación, para aquellos ante quienes se abre un futuro de soledad.
Ese imperialismo, que intenta explicar todas las relaciones humanas desde el análisis coste-beneficio, se estrella en realidad sin remedio ante las relaciones de cariño, de afecto y de solidaridad, ante lo gratuito y lo importante. Y, sin embargo, aun sin llegar a este imperialismo económico, entiende un amplio sector de la población que el trabajo femenino "fuera de casa" puede ser un obstáculo para que se realicen con bien las tareas de bienestar, tano en el ámbito de la familia como en el de la sociedad en su conjunto. Porque las familias necesitan contratar personal externo para que desempeñe esas tareas, personal cuyo trabajo resulta ser a menudo caro y no siempre de calidad, y, por su parte, el Estado, cualquier Estado de la Tierra, carece de los recursos suficientes como para pagar unos trabajos de 24 horas, sin vacaciones, sin días de fiesta, que hasta ahora han hecho gratis las mujeres.
Alentados por tal situación proponen los más revolucionarios fomentar los trabajos a tiempo parcial para que puedan asumirlos las mujeres y aumentar las ayudas a las familias para que sigan realizando las tareas de bienestar. Medidas ambas que son sin duda laudables y urgentes, pero a todas luces insuficientes, porque estos sectores ignoran -o quieren ignorar- que las familias han cambiado radicalmente y que desaparece la "mujer cuidadora", que no es lo mismo -a mi juicio- que la "madre cuidadora". Es esa mujer la que ha ahorrado una incalculable cantidad de dinero a las sociedades, es esa "mujer cuidadora" la que está desapareciendo.
Por eso yo me atrevería a bosquejar algunas sugerencias para un futuro tan próximo que hace años que ha empezado:
1) Incluir en el orden del día del debate público como un reto de primera magnitud la pregunta por los agentes del bienestar, teniendo en cuenta la situación actual.
2) Fomentar empleos a tiempo parcial que permitan organizar las tareas "internas" y "externas" tanto a las mujeres como a los varones.
3) Proporcionar ayudas en serio a familias que asuman tareas de bienestar.
4) Propiciar la atención domiciliaria.
5) Multiplicar las residencias públicas de calidad, escasas por el momento hasta la irritación, para aquellos ante quienes se abre un futuro de soledad.
Adela Cortina, en El País (23-11-1999)
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