El dióxido de carbono atmosférico continúa aumentando cada vez más rápido. En 2022, se prevé que el nivel medio durante el año supere las 417 partes por millón, un 50% más que su concentración preindustrial. Al ritmo actual, es probable que se dupliquen las cifras en algún momento entre 2070 y 2080. Hoy, el mundo ya se ha calentado 1ºC por encima de los niveles preindustriales. Está en camino de superar el límite de aspiración del Acuerdo de París de 1,5ºC entre 2026 y 2042. Y se prevé que la temperatura media mundial supere los 2ºC por encima de su nivel preindustrial entre las décadas de 2040 y 2070. En teoría, incluso si el planeta se calienta a más de 1,5ºC, todavía podemos alcanzar el objetivo de París para el 2100 si succionamos la suficiente cantidad de CO₂ de la atmósfera, aunque la forma en que lo haríamos sigue siendo discutible.
El consuelo es que podría ser peor. Las emisiones aumentarían aún más rápido si no se hiciese nada. Muchos países han logrado reducirlas, generalmente utilizando menos carbón y más energías renovables para generar electricidad. Al menos, no nos dirigimos al peor de los escenarios, bautizado como RCP8.5 por los investigadores del clima, en el que podría darse un calentamiento de alrededor de 5ºC para 2100.
Glen Peters, del Centro de Investigación Climática Internacional en Noruega, indica:
Estamos en una posición mejor de lo esperado hace cinco o diez años, pero todavía avanzamos despacio.
Según el Climate Action Tracker, nos dirigimos a un calentamiento de entre 2,7ºC y 3,1ºC para 2100. Si los países cumplen todos los compromisos y objetivos existentes, sería de alrededor de 2,6ºC. Y, si se hicieran realidad las emisiones netas cero que se prometen, esa subida podría limitarse a 2,1ºC para finales de siglo.
Esto sugiere que estamos a la vista del objetivo de 2ºC, lo cual es muy alentador. No obstante, supone un inmenso desafío. Si bien algunos países han transformado su sistema de generación de electricidad, por lo general se ha hecho poco para abordar las emisiones de fuentes más complicadas, como el transporte, la calefacción y la agricultura. Para ello, se necesitarán nuevas políticas, así como cambios en el estilo de vida.
Cuanto más tiempo sigan aumentando las emisiones, mayores serán los recortes necesarios para limitar el calentamiento a menos de 2ºC, y más aún a 1,5ºC. Lograrlo ahora ya requiere una acción drástica: necesitamos que las reducciones que han tenido lugar debido a la pandemia de coronavirus ocurran todos los años, pero además sin un repunte posterior.
En realidad, incluso de esa forma, podríamos quedarnos cortos cuando ponemos en juego el segundo factor crucial: cuánto calentará realmente el planeta todo el CO₂ adicional que estamos bombeando a la atmósfera. La respuesta depende de una amplia gama de efectos de retroalimentación. Algunos son relativamente simples: por ejemplo, el calentamiento aumenta la cantidad de vapor de agua en la atmósfera, un potente gas de efecto invernadero. Otros son extremadamente complejos y aún no se comprenden bien. Las nubes, por ejemplo, pueden tener efectos de calentamiento y enfriamiento, dependiendo de su ubicación altura y grosor.
Algunas reacciones, como el aumento del vapor de agua, se activan rápidamente. Otras, caso del derretimiento de las capas de hielo, llevan siglos o milenios. El calentamiento que causan estas retroalimentaciones se conoce como sensibilidad climática. Si es baja, tenemos la posibilidad de limitar las subidas de temperatura a menos de 2ºC, incluso si no llegamos al cero neto a mediados de siglo. Si es alta, podrían superar los 2ºC, a pesar de que alcanzáramos ese objetivo.
Cuando los científicos del clima hablan de sensibilidad climática, por lo general se refieren a cuánto calentamiento se produciría con una duplicación de los niveles de CO₂, algo que es posible que suceda en 2070. Hay tres formas principales de resolver esta ecuación: observando cómo el clima ha cambiado en el pasado distante, examinando los cambios en los últimos siglos y usando computadoras para modelar escenarios a corto plazo. Estos métodos dan una amplia gama de respuestas, aunque determinar un valor preciso ha resultado muy difícil. Un informe de 2013 del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), el organismo liderado por la ONU que reúne la evidencia científica sobre el tema, dijo que podría estar entre 1,5ºC y 4,5ºC, lo mismo que la primera estimación hecha por el científico James Hansen y su equipo en 1979.