Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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jueves, 16 de septiembre de 2021

Mediciones del dióxido de carbono desde el periodo preindustrial

La Tierra se está calentando. 2020 fue el segundo año más cálido del que se tiene registro, con una temperatura media de 1,2ºC. por encima de la media de épocas preindustriales. Esto significa que ya estamos casi llegando al límite de 1,5ºC., que las naciones se comprometieron no rebasar para frenar el calentamiento global.

En marzo de 1958, el científico especialista en clima Charles David empezó a medir el dióxido de carbono en la atmósfera desde una estación de monitorización en lo alto del monte Mauna Loa, en Hawai. Las mediciones continúan hoy en día en manos de la Administración Estadounidense Oceanográfica y Atmosférica. Esto, junto con muestras de aire atrapadas en capas profundas de hielo en el Antártico, nos permite seguir la pista a la evolución de las concentraciones de este gas de efecto invernadero desde hace 800 000 años.

El promedio para 2020 fue el más alto de la historia. Las cifras empezaron a subir a finales del siglo XVIII, cuando la industrialización de Occidente se volcó en la minería y en la quema de carbón en grandes cantidades.

En el siglo XX, el crecimiento exponencial de la población y del consumo ha disparado la extracción y el uso de combustibles fósiles. Al mismo tiempo, cada vez se utiliza más tierra para cultivos y ganadería, lo que ha catapultado los niveles de CO₂ y metano, otro temible gas de efecto invernadero. Hay un tercero a la alza, el óxido nitroso, que es liberado por la agricultura industrial.

El dióxido de carbono atmosférico está un 50% por encima de los niveles preindustriales.
Concentración de CO₂ (ppm) de los testigos de hielo de la Antártida (anteriores a 1958) y mediciones en el volcán Mauna Loa (a partir de 1958)

domingo, 12 de septiembre de 2021

¿Qué puedo hacer para reducir las emisiones de carbono?

Según los últimos datos del Banco Mundial, sabemos que las emisiones promedio por persona fueron de alrededor de 5,25 toneladas métricas de CO₂ en España y 13 toneladas en Estados Unidos. Es una cifra mucho más baja que en el pasado, debido a que cada vez menos electricidad proviene del carbón y más de fuentes renovables.

Es cierto que esa caída ocurrió sin que la mayoría de la gente hiciera nada diferente. Sin embargo, para tener alguna posibilidad de acercarse a las emisiones netas de carbono cero para mediados de siglo –lo que se necesita para limitar el calentamiento global a un nivel "seguro"–, todos debemos hacer cambios en nuestros estilos de vida y hogares. Éstas son algunas ideas:

  • Si debes conducir, hazte eléctrico: Un tercio de las emisiones de CO₂ de un hogar medio proviene del transporte por carretera. Si puedes vivir sin coche, mejor. Si no puede, cambiar a un automóvil eléctrico puede eliminar en gran medida las emisiones. Si no puede ser eléctrico, compra un vehículo más pequeño y que ahorre más combustible. Evita el diésel, por la contaminación del aire que produce.
  • Cambia a una bomba de calor: Otro tercio de las emisiones de los hogares proviene de la calefacción. La instalación de una bomba de calor podría reducir la cifra a la mitad y, de paso, puede ahorrarte dinero a largo plazo. Pero ten en cuenta que este sistema sólo es adecuado para propiedades bien aisladas.
  • No vueles con tanta frecuencia: Antes de las pandemia, alrededor de una décima parte de las emisiones domésticas procedían de vuelos. Los viajeros frecuentes pueden tener una enorme huella de carbono. Para hacernos una idea, volar de Madrid a Nueva York produce alrededor de 3,4 toneladas de CO₂ por pasajero, más o menos, el equivalente a poner 11.526 lavadoras.
  • Consume menos carne y productos animales: En todo el mundo, cada vez se despeja más tierra para nuevas granjas, lo que es desastroso para la vida silvestre y libera mucho carbono por culpa de la deforestación. Contrariamente a la creencia popular, lo que comes importa mucho más que de dónde viene. Las emisiones por kilogramo de carne roja y queso pueden ser alrededor de cien veces más que las de nueces, frutas y verduras.

sábado, 11 de septiembre de 2021

26ª Conferencia de las Partes (Glasgow 2021)

Se espera que miles de delegados lleguen a Glasgow, entre el 1 y el 12 de noviembre de 2021, para la COP26, siglas en inglés de la 26ª Conferencia de las Partes, dentro de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Este tratado histórico, firmado en la Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en 1992, comprometió a los países a tomar medidas para evitar el peligroso calentamiento global. Las reuniones de la COP se han celebrado anualmente desde 1995, con el fin de actualizar el estado de la cuestión y analizar los próximos pasos.
La COP26, retrasada un año por la pandemia del COVID-19, es la más importante de la serie desde la COP21, celebrada en París en diciembre de 2015. En ese entonces, cerca de doscientos países firmaron el Acuerdo de París, que proponía tomar medidas para limitar futuros aumentos de temperatura a 1,5ºC. El objetivo de la COP26 es generar acciones mucho más audaces para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
España apuesta por el cero neto. Por el momento, se han establecido cuatro objetivos para la cumbre. Primero, se pretende que todos los países se comprometan a llegar a cero neto para 2050, un reto que acaba de aceptar España con la aprobación de la Ley de Cambio Climático, aprobada el pasado mes de mayo. Además, se busca garantizar la protección de las personas más vulnerables al calentamiento del mundo; entregar un compromiso de financiamiento climático de 100 000 millones de dólares al año por parte de las naciones más ricas, y aumentar la colaboración entre las empresas, la sociedad civil y las naciones.
La clave para el éxito o el fracaso de la cumbre son los planes nacionales de reducción de emisiones conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés). Originalmente, se suponía que los países presentarían nuevas NDC para fines de 2020, pero la pandemia, a la que hay que sumar el arrastre de las mayores emisiones del mundo, ha frenado los avances. En el momento de una evaluación de la ONU en febrero, sólo 74 países, que representan el 30% de las emisiones globales, habían presentado un nuevo plan climático. Entre ellos, desde 2021, está España, que es uno de los más contaminantes dentro de Europa, con emisiones de 259 310 kilotoneladas de dióxido de carbono en 2019.
A pesar de los buenos propósitos de algunos, un informe de la ONU calcula que las promesas actuales supondrían una bajada de las emisiones de sólo 0'5%, entre 2010 y 2030, muy lejos del 45% para 2030 que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático señala como necesario para limitar el calentamiento a 1,5ºC.
Por otra parte, la ONU ha pedido a los países que presentaron planes climáticos nacionales antes de finales de 2020 que los revisen. Los de China, la India y Estados Unidos son cruciales para marcar el tono de la COP26. Junto con el cuarto gran emisor, la UE, estos tres países serán los actores clave. Otras agrupaciones mundiales también tendrán mucho que decir, como la alianza de los pequeños estados insulares más afectados por el aumento del nivel del mar y la agrupación de países en desarrollo del G77.
Quizás el tema más importante de la COP26 sea la financiación. Los cien mil millones de dólares al año para ayudar a los países de bajos ingresos a adaptarse y luchar contra el cambio climático se prometieron originalmente en la COP15 en Copenhague, en 2009, con la intención de que se entregarían en 2020. Sin embargo, actualmente, sólo hay alrededor de 80 000 millones de dólares sobre la mesa. Esto es importante porque las negociaciones climáticas internacionales se basan en la toma de decisiones por consenso y la buena voluntad, y también porque algunas acciones para reducir las emisiones en los planes climáticos nacionales están condicionadas al financiamiento.
Los actores protagonistas de la COP26 tienen otra tarea por delante: arreglar los asuntos pendientes del Acuerdo de París, en torno al llamado libro de reglas. La principal de ellas es una disputa sobre el Artículo 6, sobre cómo crear un mercado global efectivo de compensación de carbono, una manzana de la discordia que surgió en la COP25, que se celebró en Madrid en 2019.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Repercusiones del evolucionismo: la utilidad funcional

La teoría evolucionista es significativa en el estudio de la conducta, tanto por negar toda diferencia cuantitativa entre el hombre y el animal, como por hacer hincapié en la utilidad funcional de varios procesos conductuales –como el instinto, la inteligencia, el aprendizaje y la motivación– en la adaptación de los organismos al ambiente en interés de la supervivencia. Así, se considera que la conducta sirve a las necesidades del organismo, una concepción funcional que probablemente no tuvo un precedente claro o de mucha influencia en la historia del pensamiento occidental. Aunque el evolucionismo repercutió variadamente al hacer hincapié en los instintos o en la controversia sobre ellos, al acentuar lo intencional y la búsqueda de metas de la conducta y al intentar explicar mecánicamente la conducta, es nuestra impresión que su mayor significación se encuentra en el modelo funcional o utilitario al que dio vida. Ha sido enorme el número de investigadores de la conducta animal que ocasionaron los principios evolucionistas. Una de sus más importantes consecuencias fue la noción de pulsión, un término usado para describir los estados internos, cuya consecuencia es una actividad inquieta que sólo se determinará cuando se acalle el estado interno por medio de una actividad consumatoria o de la muerte. Así, hubo una tendencia a identificar la motivación con dichos estados internos, y las ideas motivacionales fueron dominando cada vez más el pensamiento psicológico de la primera mitad del siglo XX. Posteriormente, desde mediados del XX, empieza a cambiar esta forma de pensamiento, de manera que, como condicionantes de la motivación, se acentúan la activación, la autorrealización, las fuentes externas y otros procesos cognitivos independientes de la motivación.



sábado, 4 de septiembre de 2021

El impacto del calentamiento global sobre el clima

El calentamiento global está produciendo eventos climáticos cada vez más extremos en todo el mundo. En 2020 se vivieron incendios sin precedentes en Australia e inundaciones que le costaron a China, al menos, 26 000 millones de dólares, por mencionar sólo dos casos. La evidencia de que el cambio climático es el culpable es cada vez más sólida. Por ejemplo, la ola de calor que sufrió Siberia en 2020 fue tan extrema que no podría haber ocurrido sin el calentamiento global.
La cantidad de vapor de agua en la atmósfera aumenta en aproximadamente un 7% cada 1ºC de calentamiento.
Según señala el meteorólogo Peter Stott, del Centro Hadley, los efectos dramáticos se están volviendo cada vez más claros:

Si llegamos a cuatro grados de calentamiento, ya no habrá capa de hielo en Groenlandia.

En la misma línea, la cantidad de lluvia que cae en las tormentas de verano, del tipo que causan inundaciones repentinas, podría aumentar alrededor del 14% por cada grado de calentamiento. Eso significaría un incremento de alrededor del 60% si el mundo se calentara 4ºC. Se trata de un crecimiento muy sustancial, para el cual no estamos preparados, como advierte Stott.
Los ciclones tropicales se están haciendo más fuertes. La evidencia reciente sugiere que se están moviendo más lentamente a medida que el mundo se calienta, debido a los vientos tropicales más lentos en el verano. Esto significa que arrojan más lluvia en un solo lugar y que son mucho más dañinos.

Efectos del temporal Ida en las costas americanas en agosto de 2021

El problema no es sólo que el clima se vuelve más extremo. Asimismo, podría haber grandes cambios en los patrones climáticos, con consecuencias difíciles de predecir. Por ejemplo, una corriente oceánica llamada circulación de retorno del Atlántico Meridional (AMOC), que da forma al clima de Europa y la costa este de América del Norte, ya se está desacelerando y podría disminuir a la mitad o más para 2100.
Por desgracia, muchos efectos del calentamiento son ya inevitables. Esto nos lleva al tercer factor que determinará cuánto nos va a perturbar el cambio climático: nuestra capacidad de adaptarnos.
Algunos países están haciendo precisamente eso. Por ejemplo, con Yakarta hundiéndose lentamente, Indonesia ha anunciado planes para crear una nueva ciudad que sustituiría a su capital. Desafortunadamente, una revisión de Lisa Schipper y sus colegas del Instituto de Cambio Ambiental de la Universidad de Oxford (Reino Unido) ha encontrado que, con demasiada frecuencia, los proyectos de adaptación terminan empeorando las cosas. Por ejemplo, en algunas partes del mundo, la construcción de diques ha fomentado un mayor desarrollo de áreas vulnerables, lo que ha provocado desastres mayores cuando se rompen esas defensas. Del mismo modo, las medidas de riego destinadas a ayudar a los agricultores a hacer frente a la sequía les ha llevado a seguir cultivando los mismos cultivos cuando realmente necesitan cambiar a algo más adecuado a las condiciones cambiantes.
Así las cosas, el futuro sigue estando muy dudoso. Con una acción rápida y drástica, y un poco de suerte, aún podríamos limitar el calentamiento a alrededor de 2º C. Pero, si hacemos muy poco, demasiado tarde, y la sensibilidad climática y la retroalimentación del ciclo de carbono están en el lado alto, nuestros hijos podrían vivir para ver un calentamiento de 5ºC o más. Nadie puede decir si la civilización moderna sobreviviría en un mundo así.
Por otra parte, a muchos les preocupa que la acción climática no sea una prioridad en un mundo que se tambalea por la pandemia del COVID-19. Esto podría ser un error extremadamente costoso a largo plazo, como indica Schipper:

Dado que el coronavirus SARS-CoV-2 ha sacudido al planeta entero, lo que me preocupa es que gran parte de los presupuestos se dediquen a otras cosas y descarrilen y retrasen la acción climática.

jueves, 2 de septiembre de 2021

La aceleración del calentamiento global

La mitad del CO₂ que emitimos es absorbido por los mares y por la tierra, gracias a la vegetación. Sin embargo, a medida que el planeta se caliente, llegará un momento en que las plantas terrestres no absorberán más CO₂. Tanto es así que la selva amazónica ya está liberando más gases de efecto invernadero de los que absorbe, debido al efecto combinado de la deforestación y el cambio climático. También habrá cantidades cada vez mayores de carbono a medida que el permafrost –capa de suelo permanentemente helado se descongele. Al mismo tiempo, como el dióxido de carbono es menos soluble en agua tibia, los océanos calentados irán absorbiendo cada vez menos.

En 2020, Richard Betts, del Centro Hadley de Exeter (Reino Unido), y Zeke Hausfather, del Breakthrough Institute de California, calcularon que el calentamiento podría ser entre un 10% menor y un 25% mayor que el previsto en modelos anteriores. Hausfather advierte:

En un mundo con las políticas actuales, no podemos descartar por completo un incremento de la temperatura global en 5ºC, cuando las mejores estimaciones estimaban un incremento de 3ºC.

El panorama también es sombrío en lo que respecta a los impactos que tendrá en el nivel del mar: ya ha aumentado 0,3 metros desde que comenzó la era industrial, y el proceso de está acelerando. Según un informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de 2019, podría subir entre otros 0,3 y 1,1 metros para 2100, dependiendo de cuánto suba la temperatura del planeta.

Es una cifra mucho mayor que las estimaciones anteriores del IPCC. Encima, los cálculos siguen aumentando, porque los estudios sugieren que las grandes capas de hielo que cubren Groenlandia y la Antártida podrían desintegrarse mucho más rápido de lo que creíamos. Algunos investigadores piensan que la elevación del nivel del agua podría ser de más de 2 metros para 2100. Es un proceso imparable que continuará durante muchos siglos después de que estabilicemos las temperaturas. Queda por determinar cuánto se elevará y a qué velocidad. La estimación del IPCC es de hasta 5 metros para 2300. Aunque hay científicos que creen que podrían ser 8 metros en 2200.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Previsiones sobre el calentamiento global para el siglo XXI

El dióxido de carbono atmosférico continúa aumentando cada vez más rápido. En 2022, se prevé que el nivel medio durante el año supere las 417 partes por millón, un 50% más que su concentración preindustrial. Al ritmo actual, es probable que se dupliquen las cifras en algún momento entre 2070 y 2080. Hoy, el mundo ya se ha calentado 1ºC por encima de los niveles preindustriales. Está en camino de superar el límite de aspiración del Acuerdo de París de 1,5ºC entre 2026 y 2042. Y se prevé que la temperatura media mundial supere los 2ºC por encima de su nivel preindustrial entre las décadas de 2040 y 2070. En teoría, incluso si el planeta se calienta a más de 1,5ºC, todavía podemos alcanzar el objetivo de París para el 2100 si succionamos la suficiente cantidad de CO₂ de la atmósfera, aunque la forma en que lo haríamos sigue siendo discutible.

El consuelo es que podría ser peor. Las emisiones aumentarían aún más rápido si no se hiciese nada. Muchos países han logrado reducirlas, generalmente utilizando menos carbón y más energías renovables para generar electricidad. Al menos, no nos dirigimos al peor de los escenarios, bautizado como RCP8.5 por los investigadores del clima, en el que podría darse un calentamiento de alrededor de 5ºC para 2100.

Glen Peters, del Centro de Investigación Climática Internacional en Noruega, indica:

Estamos en una posición mejor de lo esperado hace cinco o diez años, pero todavía avanzamos despacio.

Según el Climate Action Tracker, nos dirigimos a un calentamiento de entre 2,7ºC y 3,1ºC para 2100. Si los países cumplen todos los compromisos y objetivos existentes, sería de alrededor de 2,6ºC. Y, si se hicieran realidad las emisiones netas cero que se prometen, esa subida podría limitarse a 2,1ºC para finales de siglo.

Esto sugiere que estamos a la vista del objetivo de 2ºC, lo cual es muy alentador. No obstante, supone un inmenso desafío. Si bien algunos países han transformado su sistema de generación de electricidad, por lo general se ha hecho poco para abordar las emisiones de fuentes más complicadas, como el transporte, la calefacción y la agricultura. Para ello, se necesitarán nuevas políticas, así como cambios en el estilo de vida.

Cuanto más tiempo sigan aumentando las emisiones, mayores serán los recortes necesarios para limitar el calentamiento a menos de 2ºC, y más aún a 1,5ºC. Lograrlo ahora ya requiere una acción drástica: necesitamos que las reducciones que han tenido lugar debido a la pandemia de coronavirus ocurran todos los años, pero además sin un repunte posterior.

En realidad, incluso de esa forma, podríamos quedarnos cortos cuando ponemos en juego el segundo factor crucial: cuánto calentará realmente el planeta todo el CO₂ adicional que estamos bombeando a la atmósfera. La respuesta depende de una amplia gama de efectos de retroalimentación. Algunos son relativamente simples: por ejemplo, el calentamiento aumenta la cantidad de vapor de agua en la atmósfera, un potente gas de efecto invernadero. Otros son extremadamente complejos y aún no se comprenden bien. Las nubes, por ejemplo, pueden tener efectos de calentamiento y enfriamiento, dependiendo de su ubicación altura y grosor.

Algunas reacciones, como el aumento del vapor de agua, se activan rápidamente. Otras, caso del derretimiento de las capas de hielo, llevan siglos o milenios. El calentamiento que causan estas retroalimentaciones se conoce como sensibilidad climática. Si es baja, tenemos la posibilidad de limitar las subidas de temperatura a menos de 2ºC, incluso si no llegamos al cero neto a mediados de siglo. Si es alta, podrían superar los 2ºC, a pesar de que alcanzáramos ese objetivo.

Cuando los científicos del clima hablan de sensibilidad climática, por lo general se refieren a cuánto calentamiento se produciría con una duplicación de los niveles de CO₂, algo que es posible que suceda en 2070. Hay tres formas principales de resolver esta ecuación: observando cómo el clima ha cambiado en el pasado distante, examinando los cambios en los últimos siglos y usando computadoras para modelar escenarios a corto plazo. Estos métodos dan una amplia gama de respuestas, aunque determinar un valor preciso ha resultado muy difícil. Un informe de 2013 del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), el organismo liderado por la ONU que reúne la evidencia científica sobre el tema, dijo que podría estar entre 1,5ºC y 4,5ºC, lo mismo que la primera estimación hecha por el científico James Hansen y su equipo en 1979.