Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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jueves, 27 de junio de 2019

Vivo bien, pero no me siento bien

La tristeza y el descontento con nosotros mismos y con nuestra realidad a menudo se deben a causas profundas y complejas que es preciso descubrir y afrontar.
Supongamos que gozamos de buena salud; supongamos también que tenemos un trabajo que nos permite vivir con holgura; supongamos, además, que nuestras relaciones son, al menos, aceptables. ¿Nos aseguran estos supuestos la felicidad?
No, la felicidad casi nunca está asegurada. Muchas personas confunden la felicidad con el bienestar, pero son dos cosas distintas. Una persona puede tener buenas condiciones de vida desde el punto de vista de los demás -trabajo y dinero, salud, buenos amigos, includo éxito y reconocimiento social- y, sin embargo, no sentirse bien consigo misma.
Las razones de ese "no sentirse bien" con uno mismo pueden ser muy variadas. Aquí vamos a apuntar las dos más frecuentes, que son quizá las más importantes:

La primera es descubrir que "tener mucho" no es lo mismo que "ser mucho". Nos esforzamos en poseer cosas, bienes, incluso personas, y luego caemos en la cuenta de que las cosas y los bienes nos esclavizan, y de que las personas jamás nos pertenecen. Vivimos entonces la carga de nuestras posesiones y el abandono de quienes creíamos que estaban con nosotros, y sólo fueron compañías circunstanciales. En el esfuerzo por poseer todo lo que hemos dicho no debemos abandonar nuestra propia construcción personal; si lo hacemos, podemos vivir una pérdida importante del sentido de nuestra vida.
La segunda razón por la que podemos no sentirnos bien es darnos cuenta de que carecemos de criterios propios para resolver determinados problemas, ya sea porque no hemos desarrollado nuestra creatividad o porque no tenemos los principios morales, ideológicos o religiosos para afrontarlos. Entonces nos vemos desbordados por la situación, no sabemos qué hacer, y corremos el peligro de huir de la realidad o de solucionarlos del primer modo que se nos ocurre, lo que normalmente nos acarrea nuevos y más difíciles problemas.

Es característica de nuestro tiempo vivir hacia fuera, pero la auténtica vida humana se compone de dos dimensiones: el mundo y yo. Y ninguna de ellas es prescindible. Reconciliarnos con nuestra historia personal, perdonar y perdonarnos los errores, aprender de lo vivido y comprometernos con principios morales de justicia y felicidad, con ideas políticas que nos lleven a una sociedad mejor y con creencias religiosas que alienten en nosotros la esperanza, son condiciones imprescindibles para que nuestra vida sea, para nosotros mismos y para los demás, felicitante.

miércoles, 26 de junio de 2019

El rol y su asunción por el individuo

Rol es el papel que uno representa en función de su pertenencia a un grupo social. El rol se compone de un conjunto de expectativas que se ajusta a ciertas normas (el guión) y de la ejecución (actuación) acorde con dichas expectativas. Cuando un profesor acude a clase, las expectativas de los alumnos incluyen una serie de actividades (que pase lista, explique, escriba en la pizarra...) y no otras (que cante flamenco, venda lechugas...); lo mismo se puede decir del rol de alumno, el de padre, el de presidente de la comunidad de vecinos, el de policía, juez, sacerdote, futbolista...
¿Hasta qué punto nuestras actitudes dependen de los roles que nos toca desempeñar? Seguramente mucho más de lo que pensamos. Todos conocemos ejemplos de personas que cambian radicalmente su forma de ser a raíz de tener que asumir nuevos roles (trabajo, matrimonio, paternidad...): el alumno perezoso e indisciplinado en el instituto se convierte en un modélico empleado, el aficionado a trasnochar empieza a llevar una vida más ordenada cuando nace su primer hijo, etc. De hecho, hay experimentos que pretenden probar que este fenómeno puede llevarse a extremos que ponen los pelos de punta.

Philip Zimbardo reclutó en 1971 a 24 voluntarios para que participaran en una simulación sobre las condiciones de la vida en prisión. Al azar se formaron dos grupos: uno de "reclusos" y el otro de "guardianes". Como prisión se utilizaron unos sótanos de la propia Universidad de Stanford. Se pretendía que el experimento durase dos semanas, pero hubo de ser cancelado a los seis días: la identificación de los actores con sus respectivos roles había llegado a ser tal que las conductas sádicas y humillantes por parte de los "guardias" y los desórdenes emocionales (llanto, sarpullido psicosomático, etc.) de los "presos" eran cada vez más frecuentes.
El experimento ha sido criticado por su evidente falta de ética y por violar las reglas del método científico (Zimbardo no fue un observador imparcial, sino que actuó como "superintendente" de la prisión, provocando los resultados que quería obtener). Muchos autores no están conformes ni con su metodología ni con sus resultados. Es muy posible que el grado de identificación de los sujetos con sus roles sociales en condiciones normales no llegue a los extremos que muestra el experimento de Zimbardo, pero en cualquier caso no se puede negar una tendencia del individuo a someterse a las normas del grupo, incluso asumiendo papeles que le han sido asignados de forma arbitraria.

domingo, 23 de junio de 2019

De los "miasmas" a los microbios

Durante gran parte de la historia de la humanidad, el origen y la causa de las enfermedades infecciosas ha sido un misterio. No han faltado explicaciones en casi todas las culturas que han visto en la enfermedad, especialmente en la enfermedad epidémica, un castigo divino. Las primeras explicaciones racionales invocaban a la alteración, corrupción o contaminación del aire por "miasmas", emanaciones que procedían de la descomposición de la materia orgánica. La teoría miasmática de la enfermedad fue la que predominó hasta finales del siglo XIX.

1. La teoría microbiana de la enfermedad
A mediados del siglo XIX, investigadores de prestigio, como el francés Louis Pasteur (1822-1895), establecieron por primera vez la relación entre el desarrollo de ciertas enfermedades y la presencia de microorganismos en el enfermo. Sin embargo, la mera asociación de los microorganismos con la enfermedad no aseguraba que éstos fueran la causa. Robert Koch (1843-1910), un joven médico alemán, fue el responsable de poner a prueba experimentalmente la denominada teoría microbiana de la enfermedad. 
Robert Koch centró sus primeros trabajos en el estudio de una enfermedad del ganado, el carbunco, que, en ocasiones, también afecta a las personas. Koch observó al microscopio preparaciones de sangre de los enfermos y comprobó que siempre estaba presente una bacteria, la que hoy conocemos como bacillus anthracis.
Para poner a prueba su teoría tomó una pequeña cantidad de sangre de un ratón enfermo de carbunco y se la inyectó a un ratón sano que, al poco, enfermó de carbunco y murió. Repitió este mismo proceso hasta veinte veces y, en todos los casos, los ratones morían con los mismos síntomas y en su sangre aparecía la misma bacteria. Más adelante, completó sus trabajos aislando la bacteria y cultivándola en el laboratorio en medios adecuados. Así comprobó que, incluso después de muchas transferencias o resiembras de cultivo, la bacteria seguía causando la misma enfermedad cuando se reinoculaba a un animal.
Koch repitió sus experimentos con otras enfermedades, como la tuberculosis o el cólera, obteniendo los mismos resultados. Con ello, no sólo confirmó el papel de los microorganismos en las infecciones sino también la idea de que cada enfermedad está producida por un microorganismo determinado, y cada microorganismo genera una enfermedad diferente. Sus resultados le sirvieron de base para enunciar lo que se conoce como postulados de Koch, unos requisitos básicos para que una enfermedad se considere infecciosa. Los postulados son los siguientes:


2. Agentes infecciosos
Hoy sabemos que la mayoría de los microorganismos son inocuos para los demás seres vivos. Sólo algunos producen enfermedades infecciosas, los denominados microorganismos patógenos. Por otra parte, algunos agentes causantes de enfermedades infecciosas no son organismos, como los virus, por eso suele utilizarse la expresión más general de agentes infecciosos o, de forma más vulgar, gérmenes o microbios.
Los agentes infecciosos son parásitos que invaden el cuerpo de un ser vivo, denominado hospedador o huésped, y se reproducen en su interior o sobre él, ocasionando daños en sus tejidos. Estos daños son los responsables de los síntomas de la enfermedad. Cuando el conjunto de síntomas que acompaña a una enfermedad es complejo, de causa no específica y variable de unos individuos a otros se utiliza el término síndrome. Por ejemplo, una persona afectada de sida puede manifestar síntomas respiratorios, problemas en la piel e, incluso, trastornos mentales.
Los agentes infecciosos pueden ser:
  • Virus: Son parásitos celulares, ya que necesitan introducirse en las células para poder reproducirse. Son los agentes infecciosos de menor tamaño y resultan difíciles de eliminar si no se destruyen las células en las que viven. Producen enfermedades como la gripe y los resfriados comunes, las fiebres hemorrágicas (ébola, dengue), el sida o el SRAS.
  • Bacterias: Son organismos unicelulares procarióticos y pueden reproducirse sin invadir otras células. Si tienen forma alargada se denominan bacilos. La tuberculosis, el carbunco, el cólera o la legionelosis son enfermedades producidas por bacterias.
  • Protozoos y hongos: Los protozoos son unicelulares eucarióticos, y los hongos pueden ser unicelulares o pluricelulares. A los protozoos y hongos infecciosos se les suele englobar en el término parásitos aunque todos los agentes infecciosos no lo son. El paludismo (malaria) o la enfermedad del sueño son producidas por protozoos, y el pie de atleta o la candidiasis, por hongos.

miércoles, 19 de junio de 2019

El estudio psicológico de los grupos humanos

La familia y el grupo de amigos tienen una influencia evidente en la forma de ser y percibir el mundo de cada individuo.
El grupo social es, en palabras del sociólogo Salvador Giner, "un conjunto de individuos que se hallan en una situación de integración mutua, relativamente duradera". Más sintéticamente, el psicólogo gestaltista Kurt Lewin habla de "un todo dinámico basado en la interdependencia más que en la semejanza". Podemos destacar en esta definición tres características:

El individuo se percibe como parte de un todo ("miembro", es decir, como un órgano en relación al organismo entero).
Este todo es dinámico, pues desarrolla una actividad que va configurando y estructurando las relaciones entre los miembros y con los elementos externos al grupo.
Aunque los miembros del grupo presentan siempre características comunes (lo que precisamente les identifica como miembros de ese grupo), lo decisivo en el grupo no es tanto la semejanza como la dependencia mutua entre los individuos que lo forman.

En los inicios de la psicología científica, se consideraba el objeto propio de esta ciencia el estudio de la mente humana, que, según las ideas más extendidas, es propiedad exclusiva de cada individuo. No tenía entonces mucho sentido plantear la posible existencia de una psicología social o de los grupos humanos. Sin embargo, esta rama fue abriéndose camino mediante rodeos como la psicología de los pueblos de Wilhelm Wundt y la psicología de las masas de Gustave Le Bon. En estos estudios se presupone la existencia de un "alma del pueblo" o "alma colectiva" con poder sobre las mentes de los individuos, por lo que éstos pueden perder su individualidad y actuar únicamente como partes de un todo superior. En palabras del propio Le Bon:

Sean cuales fuesen los individuos que la componen (...), el simple hecho de que se hayan transformado en masa les dota de una especie de alma colectiva. Esta alma les hace pensar, sentir y actuar de un modo completamente distinto a como lo haría cada uno de ellos por separado.

Estos primeros intentos de fundar una ciencia de la "mente social" tomaban como base fenómenos bien conocidos como la despersonalización o desindividuación. Sirvieron también para justificar ideologías autoritarias como el fascismo, pues -así razona Le Bon- en la democracia no actúa la suma de voluntades individuales, sino el poder de la masa, institntivo e irracional. 
Ya en el siglo XX, William McDougall, al mismo tiempo que trataba de explicar toda la conducta humana desde los instintos, insistía en la idea de una "mente de grupo", idea que, etiquetada como "falacia grupal", fue duramente criticada por Floyd Allport y otros (no hay nada en el grupo que previamente no esté en los individuos, venía a decir Allport).
Superada ya la estéril polémica sobre la realidad de entidades como almas colectivas o psiquismos supraindividuales, desde los años 30 la psicología social, de la mano de autores como Lewin, Asch y Sherif, ha sustituido estos conceptos metafísicos por otros más operativos como el de campo de fuerzas, tomado de la física, que nombra el resultado de la interacción entre individuos en el que ni éstos funcionan como si estuvieran aislados ni el poder del grupo es simplemente la suma de las fuerzas individuales.  

martes, 18 de junio de 2019

Estoy en paro o no me gusta mi trabajo


Para sentirnos satisfechos y realizados en nuestro trabajo, éste debe:
1.- Responder a nuestras capacidades.
2.- Responder a nuestros gustos, a la vocación de cada uno.
3.- Desarrollarse en un contexto adecuado.

Dedicamos la mayor parte de nuestra vida, primero, a prepararnos para el trabajo que queremos desempeñar "cuando seamos mayores", y luego a ejercerlo el resto de nuestros días hábiles. Elegir bien nuestra profesión u oficio será un elementos importante para lograr la felicidad.
Esta elección debe tener en cuenta una pregunta inicial: ¿para qué profesión u oficio me siento llamado de acuerdo con mis aptitudes? Para responder a esta cuestión será necesario relacionar nuestras características personales con los oficios y profesiones a los que podamos acceder. Y también será necesario examinar si nos hará felices el ejercicio de esos oficios y profesiones, pues podremos vencer las dificultades de los estudios o de la preparación para realizarlos si de verdad satisfacen nuestras esperanzas de felicidad.
Si respondemos bien a estas dos cuestiones, tenemos sentadas las bases de nuestra felicidad profesional. En cambio, si nos planteamos sólo los beneficios económicos que vamos a conseguir por medio de nuestro trabajo, lo más probable es que lleguen muchos momentos en los que dicho trabajo sea únicamente un medio para lograrlos, y entonces nos sentiremos disminuidos en nuestra dignidad como personas.
En nuestra sociedad, lo más frecuente es esto último: la mayoría de las personas tiene que "conformarse" con el trabajo al que puede llegar o desempeñarlo sólo como fuente de bienes económicos. Y estos dos rasgos hacen que el trabajo no se disfrute y se viva, por tanto, como una carga de la que no se puede escapar, a no ser que uno se haga rico jugando a la lotería. Se olvida entonces la dimensión constructiva del trabajo en nuestro reto de hacernos personas, tanto porque contribuye a desarrollar nuestras capacidades, como porque a través de él prestamos un servicio a los demás.
En este ámbito del trabajo nos encontramos con un serio problema: el paro. La situación de parado impide a las personas desarrollar sus proyectos de felicidad. La existencia de un alto número de parados en nuestra sociedad también impide la realización de proyectos comunes de felicidad. En primer lugar, porque se despilfarra con ello un recurso productivo fundamental: el trabajo, los recursos humanos. En segundo lugar, porque se priva a las personas de unos ingresos que podrían obtener con su esfuerzo, mejorando con ello su autoestima. Y, en tercer lugar, porque obliga a dedicar grandes cantidades de recursos públicos a atender las necesidades más urgentes de ese colectivo, y de este modo se retrasan otros proyectos necesarios para el desarrollo social.
En España el paro no afecta por igual a todos. Hay colectivos a los que afecta más que a otros: mujeres, jóvenes en busca del primer empleo, mayores de 45 años y personas con escasa cualificación profesional. Estamos ante un grave problema social para las personas, las familias y la sociedad en su conjunto.

1. Efectos del desempleo



2. Tipos de desempleo
No todos los parados pueden mirar el futuro con las mismas perspectivas de resolver su situación. Hay diversos tipos de desempleo:

Desempleo friccional: Es un desempleo inevitable, por ello un país con una tasa baja de empleo, alrededor de un 3%, se dice que tiene "pleno empleo". Las personas que se encuentran en esta situación, serán parados de corta duración. Existe en todos los países y en todas las épocas. Lo sufren las personas que cambian de trabajo y las que buscan su primer empleo.
Desempleo estructural: Está provocado por los cambios en la tecnología o en los sistemas de producción. Muchas empresas cierran y los trabajadores pierden su empleo (porque ya no se fabrican sombreros, por ejemplo). Estos trabajadores tienen dos alternativas: reciclarse profesionalmente o convertirse en parados de larga duración.
Desempleo estacional: Aparece en algunas épocas del año en sectores productivos como la agricultura y los servicios, la hostelería y el turismo.
Desempleo cíclico: Está ligado a las crisis de la economía. En las épocas de recesión económica disminue la demanda de bienes y servicios, las empresas cierran o disminuyen su actividad y muchos trabajadores pierden su empleo. Muchos de ellos también se convierten en parados de larga duración.  

viernes, 14 de junio de 2019

Los lazos afectivos

1. ¿Por qué las personas se atraen unas a otras?
Es un hecho que las personas se agrupan por lazos de afecto. Ahora bien, ¿son predecibles estos lazos? ¿Se puede saber en qué condiciones surgirá la atracción entre personas? Los psicólogos sociales han señalado una serie de factores que favorecen la aparición de lazos afectivos:
  • La proximidad y familiaridad entre personas: Como demuestra el psicólogo Henry Cross en su conocido experimento sobre los gustos musicales de las ratas, la mera exposición frecuente a un tipo de estímulos hace que nos sintamos atraídos por ellos.
  • La semejanza: Los lazos afectivos se crean generalmente entre personas que tienen rasgos comunes (aficiones, creencias religiosas, ideas políticas, nivel cultural, tipo de estudios, etc.).
  • La belleza física: Se trata de un factor que actúa no sólo en el amor de pareja, sino en otras formas de afecto; las personas de apariencia bella (tanto del sexo propio como del contrario) tienen más probabilidades de despertar simpatía y atracción. Por el contrario, las personas poco atractivas deberán compensar este "defecto" con otras virtudes que les hagan ganarse la simpatía de los demás. El efecto de primacía (las primeras impresiones son determinantes en la valoración general de alguien) es esencial en la formación de impresiones sobre los demás y una de las primeras cosas que saltan a la vista de cualquiera es el atractivo físico.

Estos factores únicamente indican un aumento de probabilidad en la atracción entre personas y no son los únicos: también es más probable que quien nos trata amablemente sea más atractivo para nosotros que quien lo hace de forma fría y distante, al igual que despertaremos simpatía en las personas a quienes miramos con simpatía. Hay un curioso principio, descubierto por Elliot Aronson, que sostiene que la mejora progresiva en el trato recibido de otra persona causa atracción hacia ella, es decir, que sentiré más simpatía por una persona que cada vez me trate un poco mejor que por otra que me trate correctamente, pero siempre de la misma forma. En definitiva, la atracción entre personas no es un proceso mecánico e intervienen diversos factores; es, por tanto, dudoso que alguna vez lleguemos a tener una explicación científica completa de este hecho.

2. El enamoramiento
En nuestra sociedad, solemos entender que la atracción amorosa o amor romántico es la base sobre la que se fundamentan los lazos de parejam matrimonio y familia. Lo cierto es que ni ha sido siempre así, ni tampoco es así en todos los sitios: allí donde el matrimonio es acordado por las familias se da por supuesto que el amor terminará apareciendo por la mera convivencia, y en todo caso no se trata de algo esencial para el funcionamiento del matrimonio.
Los psicólogos sueles distinguir, en el significado de la expresión "atracción amorosa", dos experiencias diferentes: el amor apasionado y el amor estable de pareja.

 La pasión amorosa  
La pasión amorosa es una emoción intensa que se prolonga durante un tiempo limitado: igual que empieza termina y, si no desemboca en otras formas de afecto más estables y duraderas, su fin puede significar el fin de la relación. Como toda emoción, presenta un componente de excitación fisiológica y un componente cognitivo (la representación de la persona amada) que se asocia con el anterior. Experimentos recientes han demostrado que la excitación fisiológica que acompaña a la atracción amorosa o erótica puede tener orígenes muy diversos y no está necesariamente causada por el conocimiento de la persona a la que finalmente se dirige.
Ya en la antigua Roma, el poeta Ovidio aconsejaba a los hombres que, para conquistar a una mujer y conseguir sus favores amorosos, hicieran que los acompañara a un combate de gladiadores. La explicación es sencilla: la excitación producida por el espectáculo fácilmente se transfiere a la persona más próxima, convirtiéndose en atracción amorosa. En un experimento diseñado por los psicólogos Dutton y Aron se confirma la intuición de Ovidio. Se trataba de que una mujer atractiva abordara a excursionistas varones para rellenar una encuesta; al terminar de hacerlo les daba su número de teléfono por si querían añadir algún dato más (en realidad, se trataba de una simple excusa para favorecen un contacto posterior). Se abordó a excursionistas que iban por un camino fácil, por el que se podía caminar sin esfuerzo, y a otros que acababan de cruzar un puente colgante a 80 metros de altura. Como era de esperar, estos últimos estaban mucho más predispuestos a atender a la encuestadora, a aceptar su número de teléfono y a llamarla después que los que iban por el camino fácil: la excitación originada por el esfuerzo y el peligro se había convertido en atracción amorosa tan pronto como encontró un objeto adecuado.

 El amor estable  
Si el amor apasionado da lugar a una relación estable como el matrimonio, debe transformarse antes en otra forma de experiencia amorosa: lo que se ha llamado "amor estable" o "amor de compañeros". En éste, lo esencial no es la excitación emocional (aunque no está excluida), sino otros factores como la entrega recíproca y la confianza mutua.
La entrega debe ser incondicional, o sea, realizada sin la expectativa de recibir algo a cambio. Ahora bien, para que la relación funcione esta entrega debe ser recíproca: cada uno debe entregarse al otro de forma incondicional, de tal forma que, sin buscar sus propios intereses, sienta que la otra persona ya se preocupa suficientemente por ellos. La relación de pareja es una realidad que podemos llamar paradójica en la que el mayor grado de satisfacción individual se produce cuando cada miembro de la pareja renuncia, de forma altruista, a su propia satisfacción para buscar la del otro.
El otro factor clave de la relación de pareja es la confianza mutua, por la que cada uno hace partícipe al otro de su propia intimidad. No es necesario que esta comunicación sea total desde el principio, pero sí que progrese en el tiempo para que vaya construyéndose un espacio común de la pareja cada vez mayor y más sólido.    

sábado, 8 de junio de 2019

Microbios sin fronteras


Más de 2000 millones de personas se trasladan anualmente por vía aérea. Una epidemia en una parte del mundo está apenas a unas horas de distancia de cualquier otra parte.

En poco más de una generación, la humanidad se ha visto sorprendida por una treintena de nuevas enfermedades infecciosas. Al mismo tiempo, enfermedades que ya se tenían casi por olvidadas han vuelto a surgir con renovada fuerza.
Como posibles responsables de estos cambios se apunta a las grandes concentraciones urbanas y a la enorme movilidad de las personas, que facilitan el contagio y la propagación de las enfermedades.
Por otra parte, los cambios en el uso del suelo o del agua, como la deforestación y la construcción de presas, destruyen ecosistemas y crean nuevos hábitats en los que proliferan enfermedades antes inexistentes.
Las últimas epidemias han puesto de manifiesto que, para combatir la difusión y los posibles daños de todo agente infeccioso, son necesarias tanto la movilización como la solidaridad internacionales: aunque por el momento éstas no hayan logrado evitar que millones de personas mueran cada año en los países en desarrollo.

1. Crónica de una epidemia
10 de noviembre de 2002: Un ciudadano de Foshan City, provincia de Guangdong (China), es atendido de una enfermedad respiratoria grave, neumonía atípica, cuyo origen se desconoce.
11 de febrero de 2003: La Organización Mundial de la Salud (OMS) recibe un informe de las autoridades chinas en el que se comunica la existencia de un brote de neumonía atípica que afecta a 305 personas y ha provocado 4 muertos.
12 de marzo de 2003: La OMS emite una alerta internacional a propósito de la neumonía atípica o síndrome respiratorio agudo severo (SRAS).
1 de abril de 2003: La OMS recomienda no viajar a la provincia de Guangdong ni a Hong Kong. Las autoridades chinas permiten que un equipo de la OMS visite la zona. El total acumulado de casos pasa de dos mil.
16 de abril de 2003: La red de laboratorios de la OMS anuncia que el agente responsable del SRAS es un virus, desconocido hasta ese momento tanto en personas como en animales.
23 de abril de 2003: La OMS recomienda no viajar a Pekín ni a Toronto (Canadá).
30 de abril de 2003: Los casos ascienden a 5.663, 3.460 de ellos en China.
17 de mayo de 2003: La OMS confirma que las medidas de prevención adoptadas (detectar y aislar los pacientes, investigar y hacer un seguimiento de los contactos y difundir información a la población sobre qué hacer ante los primeros síntomas) son eficaces.
17 de junio de 2003: Un millar de científicos, médicos y responsables gubernamentales está presente en la Conferencia de la OMS sobre el SRAS, en Kuala Lumpur. Las investigaciones se orientan hacia la producción de una vacuna, nuevos tratamientos y tests de diagnóstico más sensibles.
26 de junio de 2003: El brote parece haber remitido. En apenas medio año, el SRAS se había propagado desde China a otros 30 países y había dejado un saldo de 8.456 casos contabilizados y 809 personas fallecidas.

2. Las enfermedades más mortíferas
Unas pocas enfermedades, como la neumonía, la tuberculosis, las enfermedades diarreicas, el paludismo y más recientemente el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), provocan casi el 90% de las muertes en el mundo por enfermedades infecciosas, sobre todo de niños y adultos jóvenes de los países en desarrollo.
Algunas de las enfermedades infecciosas más mortíferan son nuevas, pero la mayoría han sido azotes de la humanidad a lo largo de toda su historia.

 2.1.  Enfermedades emergentes
Según la OMS, desde la aparición del sida en 1983, hasta el SRAS, que apareció en la primavera de 2003, el ritmo al que surgen nuevas enfermedades infecciosas es de una por año.
Estas enfermedades emergente son transmitidas por gérmenes hasta ahora desconocidos. Algunos de estos gérmenes han permanecido durante mucho tiempo confinados en su lugar de origen antes de entrar bruscamente en contacto con las personas.
Así se supone que ha ocurrido con terribles fiebres hemorrágicas como el ébola, cuyos agentes responsables se han puesto por primera vez en contacto con las personas a consecuencia de la invasión y destrucción de los bosques.
Otros casos se deben a que han sufrido mutaciones que los han convertido en peligrosos para la especie humana.

 2.2.  Enfermedades reemergentes
Las grandes enfermedades infecciosas del pasado siguen con nosotros. Algunas, denominadas reemergentes, azotan regiones del planeta en las que ya se creía definitivamente erradicadas. Éste es el caso, por ejemplo, de:
- El cólera: Volvió de nuevo a América del Sur en 1991, después de un siglo de ausencia, y acabó con la vida de casi 400.000 personas.
- La tuberculosis: Tras retroceder en la segunda mitad del siglo XX, ha regresado a la Europa del Este y, sobre todo, al África Subsahariana en la que afecta a más de dos millones de personas cada año.
- El dengue: Estaba limitado al Sudeste Asiático, pero se propagó en los últimos años del siglo XX al continente americano y ha acabado infectanto a más de 50 millones de personas cada año.
- La malaria: Causa la muerte de casi un millón de personas al año. Hacia 1960, el uso de insecticidas contra los mosquitos, como el anopheles gambiae, que transmiten la malaria, hizo pensar que ya no era una amenaza pública. En los últimos años ha emergido en nuevas áreas y ha regresado a zonas donde se pensaba que ya había sido erradicada.

3. ¿Qué diferencia existe entre una epidemia y una pandemia?
Una epidemia es un brote de enfermedad infecciosa que se propaga rápidamente, afectando a una gran proporción de personas en una misma región geográfica durante un tiempo limitado. Si permanece en la zona, aunque el número de afectados sea escaso, se denomina endemia.
Una pandemia es una epidemia que afecta, al mismo tiempo, a muchos países en el mundo.       

lunes, 3 de junio de 2019

Procrastinación

Dr. Piers Steel
Hice un curso sobre procrastinación organizado por el centro asociado de A Coruña (Aula de El Ferrol) de la UNED, el pasado mes de abril. Dentro de la bibliografía que recomendaban los profesores, se encuentra este libro del canadiense Piers Steel (n. 1967), referente mundial en el estudio de la motivación y de la procrastinación. Actualmente da clases en la Universidad de Calgary, sobre recursos humanos y dinámica organizacional. Estudió psicología en la Universidad de Minnesota y posteriormente se especializó en lo que llamamos Psicología del Trabajo o Psicología Industrial, esto es, la aplicación de la psicología en el mundo empresarial.
El libro Procrastinación recoge múltiples investigaciones de las ciencias psicológicas sobre este tema, y nos plantea como base aspectos neurobiológicos a tener muy en cuenta, ya que la procrastinación es una característica humana: no procrastinar sería de seres divinos. Aceptar que todos somos procrastinadores como algo propio de nuestra biología (al igual que otras especies animales), nos permitirá entender nuestro comportamiento y paradójicamente mejorar nuestra tendencia a dilatar nuestras responsabilidades.
Cargado de ideas para manejar estas situaciones y lograr un mayor autocontrol de nuestro tiempo y esfuerzo, el libro merece la pena sin duda, válido tanto para las responsabilidades del trabajo como para cantidad de asuntos de la vida cotidiana.  


Aquí os dejo un enlace con los apuntes que he tomado durante la lectura:
Procrastinación, de Piers Steel - Selección