Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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domingo, 14 de septiembre de 2014

Actitudes ante la verdad y la realidad

El ser humano busca la verdad e intenta conocer la realidad. Por eso podemos decir que tiene un constitutivo interés por estos dos elementos que están tan indisolublemente relacionados. Por una parte, la persona que está implantada en la realidad siente su propia realidad y la del mundo que le rodea, en ella actúa y realiza su vida. Pero, por otra parte, también quiere saber sobre sí mismo, sobre la realidad, y para ello busca la verdad, por ello tiene también una dimensión de apertura y búsqueda de lo verdadero: huye del engaño y desenmascara la ilusión para conocer la verdad.
Pero no es fácil encontrarla. Algunos filósofos pensaron que era imposible lograr la verdad. Otros han creído que la han encontrado. Y aun hay quien piensa que no existe una única verdad sino muchas verdades, tantas como culturas o como individuos. Son las diversas actitudes ante la verdad y la realidad.

1. Escepticismo, dogmatismo y relativismo

 -  El escepticismo afirma que no es posible alcanzar la verdad. Al descubrir las dudas del sujeto cognescente y, sobre todo, al constatar los engaños producidos por sus sentidos al recibir los datos de la experiencia, la conclusión que se obtiene es que no es posible lograr la verdad. Todo nuestro conocimiento es, en última instancia, inútil, pues no puede alcanzar el objeto que persigue. La duda del escéptico puede plantearse a tres niveles: puede dudar de que la verdad exista, puede dudar de que se la pueda conocer y puede dudar de que pueda ser dicha.

 -  El dogmatismo es la convicción de que la razón humana puede alcanzar el conocimiento verdadero. De hecho, esta postura es anterior al problema del conocimiento, ya que no llega a plantearse dificultad alguna, pues da por supuesto que tenemos un acceso a la realidad y, por tanto, a la verdad. Por otro lado, esto lleva al dogmatismo a tener una gran confianza en el conocimiento, pues considera que los objetos nos son dados de manera directa, tal como son en sí. Por tanto, no hay posibilidad de error: existe una única verdad que es cognoscible. Esta posición es ajena a todo tipo de pensamiento crítico, pues no cuestiona su propio conocimiento.

 -  El relativismo es, en cierto modo, consecuencia del escepticismo, pues afirma que el conocimiento depende del sujeto o grupo que conoce. Es decir, no existe un conocimiento verdadero, sino que hay diferencias en cuanto a qué sea la verdad y qué cosa sea verdadera dependiendo de factores estrictamente individuales (psicológicos) o de factores sociales o históricos. Por eso la verdad será "relativa" a una cultura, individuo o grupo, hasta el punto de que puede existir una clara incomunicación entre las distintas culturas, por pretender verdades diferentes e irreconciliables.

2. Modos de estar en el mundo
En el fondo, las distintas actitudes sobre la verdad revelan diferentes modos de estar en el mundo y diversas maneras de entender la realidad. La verdad es algo relacional: se comprende en tanto que remite a otras cosas, en tanto que está en un marco que le dota de sentido. Por eso, concebir la realidad como cognoscible es posibilitar el acceso a la verdad. Negar esta realidad "abierta" a nuestro entendimiento es renunciar también a la verdad.
La vía más fecunda es la que se aleja de los extremos del escepticismo y del dogmatismo sin incurrir tampoco en un relativismo fácil. Se trataría de una búsqueda de la verdad desde el reconocimiento de los límites del conocimiento humano de la realidad y, al mismo tiempo, desde una confianza básica en la capacidad humana.

3. ¿Para salir de dudas?
La duda es, por sí misma, un punto de arranque para el quehacer filosófico. Saber que no lo sabemos todo, admirarse ante lo desconocido, comprender los límites, seguir queriendo saber, son modos de poner en marcha la tarea filosófica. Por eso, a pesar de que ha habido numerosas propuestas dogmáticas a lo largo de la historia, probablemente el escepticismo y el relativismo esté más cerca de ese espíritu crítico e investigador de la filosofía.

¿ Qué se entiende por escéptico ? ¿ Y hasta dónde es posible apurar estos principios filosóficos de duda y de incertidumbre ?
Hay una clase de escepticismo previo a todo estudio y filosofía, muy recomendado por Descartes y otros, como una excelente salvaguardia contra el error y el juicio precipitado. Aconseja una duda universal, no solo de nuestras opiniones y principios anteriores, sino también de nuestras mismas facultades, de cuya veracidad, dicen ellos, nos hemos de asegurar por una cadena de razonamientos deducida a partir de algún principio original, que no puede ser falaz o engañoso.
Hay otra clase de escepticismo consecuencia de la ciencia y la investigación, que se da cuando se supone que los hombres han descubierto la naturaleza absolutamente engañosa de sus facultades mentales o la incapacidad de éstas para llegar a una determinación fija en todos estos temas dedicados a la especulación, de los que comúnmente se ocupan.
D. Hume, Investigaciones sobre el conocimiento humano (adaptado)

domingo, 7 de septiembre de 2014

Mal de escuela

Mal de escuela, de Daniel Pennac, fue una lectura recomendada en uno de los cursos de formación realizado el curso pasado. Estaba pues en mi lista de pendientes.
Lo inicié en los últimos viajes en tren, en dirección al trabajo, en los primeros minutos de sol del día, y en estas primeras jornadas laborales de septiembre lo he retomado. Han sido precisamente las últimas páginas las que más me han aportado.
No es un ensayo; tampoco un relato: son más bien unas memorias, de los años en que Pennac, escritor francés consagrado, ejercía como profesor de lengua para adolescentes en diferentes centros educativos.
Intenta reflexionar sobre las características y las circunstancias de tantos alumnos zoquetes, malos estudiantes en riesgo de exclusión, y de aquellos profesores que también están de algún modo fuera del sistema y de aquellos otros que hacen de su profesión un salvavidas para muchos chicos.
Su experiencia como alumno zoquete, que precisamente descubre su talento como narrador por otro profesor de lengua que le cayó por azar, le permite plantear con seguridad el asunto qué está abordando.
Ahora bien, lo escribe varios años después de haber sido profesor; y aún siendo consciente de que los alumnos han cambiado mucho en muy poco tiempo, viene a plantear más semejanzas que diferencias entre los jóvenes de hoy y los de otras décadas, y a considerar pues que su metodología sigue siendo válida en la actualidad (pero insisto, no es un ensayo, no es un estudio con validez científica, se trata más bien de su interpretación, de su opinión).
No obstante, al final, queda bien zanjada la cuestión, ya que Pennac establece que cuando la metodología no logra el efecto deseado, nos queda aún un arma poderosa: el amor, que el zoquete sienta que alguien lo tiene en cuenta, que está preocupado por él.
Finalmente, de todo este trabajo, me quedo con una cita de Víctor Hugo recogida casi al final:

El derecho del niño es ser un hombre; lo que hace al hombre es la luz; lo que hace la luz es la instrucción. De modo que el derecho del niño es la instrucción gratuita, obligatoria.