1. Introducción
La Edad Media fue el crisol en el que se forjó nuestro mundo moderno; el Renacimiento fue el primer período moderno consciente de su modernidad. El período medieval, la Edad Media, fue testigo de los primeros balbuceos de la democracia constitucional, del amor romántico, del individualismo y de la ciencia experimental. Durante el Renacimiento, el aprendizaje y la erudición abandonaron los confines de la Iglesia para convertirse nuevamente en patrimonio de la sociedad laica, más interesada por la naturaleza y necesidades de la Humanidad que por Dios.
2. La Edad Media (476-1453)
Aunque la tradición fecha el final de la civilización clásica en el 476 d.C., algo parecido al modo de vida medieval se inició ya durante el Imperio Romano, en las postrimerías del siglo III y en el siglo IV. Debido a la decadencia económica, los pequeños agricultores quedaron vinculados legalmente a la tierra, estado que desembocó en la servidumbre. A medida que el control de Roma sobre sus provincias se fue aflojando, los jefes locales aumentaron su poder autónomo, lo cual condujo al feudalismo. El derrumbamiento del mundo romano se puso de manifiesto cuando la economía de trueque empezó a reemplazar a la economía monetaria del Imperio, se interrumpieron las comunicaciones, el ejército imperial se fue metamorfoseando cada vez más en un ejército mercenario de bárbaros en lugar de en un ejército de ciudadanos romanos voluntarios, las poblaciones declinaron, y el Imperio de Oriente, que tenía su propio emperador y su propia capital en Constantinopla, realizó un auténtico drenaje de los tesoros y recursos del Imperio Europeo o de Occidente, para salvaguardar su propio modo de vida superior.
Estas crisis se vieron potenciadas por extraordinario corrimiento de pueblos bárbaros hacia el Imperio. Los primeros colonos a menudo se habían asentado pacíficamente en el Imperio, pero las invasiones posteriores fueron sangrientas y destructivas. Roma misma fue saqueada en tiempos de San Agustín. Los corrimientos de pueblos nórdicos, desde los godos hasta los vikingos, se prolongaron hasta prácticamente el año 1000 d.C.
Este dilatado período de transición, que va desde la época clásica hasta la medieval, desde antes del 475 hasta el 1000, todavía recibe el nombre de Edad Oscura, pero es mejor denominarle la Primera Edad Media. Aunque el pensamiento creativo decayó, hubo períodos de desarrollo intelectual, siendo el más destacado el Renacimiento Carolingio, bajo el reinado de Carlomagno (768-814) -que no debe confundirse con el Renacimiento Italiano de los siglos XV y XVI-. Creáronse nuevas formas políticas para reemplazar la cáscara vacía del gobierno imperial. Incluso fue un período de avances tecnológicos. Se inventaron, por ejemplo, el arado pesado y los arreos modernos para las caballerías, abriendo nuevas tierras a la roturación y mejorando el rendimiento de las antiguas. Aunque este período presenció una decadencia económica, demográfica e intelectual, una sociedad nueva y creativa comenzó a renacer de las cenizas del Imperio.
La economía y la población empezaron a recuperarse nuevamente alrededor del año 1000, dando paso a la Alta Edad Media, que duró hasta aproximadamente el 1300. Fue un período enormemente creativo en la civilización occidental. Muchas obras griegas, en especial las de Aristóteles, fueron salvadas, y se reanudó el pensamiento filosófico durante el renacimiento del siglo XII. Se construyeron las admirables iglesias románicas y góticas. Comenzaron a germinar formas políticas modernas, sobre todo en Inglaterra, así como el concepto de amor romántico y el interés por el individuo.
Esta fértil cultura europea concluyó entre el 1277 y el 1350, con el ascenso del nacionalismo y el estallido de guerras entre naciones en embrión, el creciente dogmatismo de la Iglesia y la Peste Negra de 1348-1350, que causó la muerte de al menos una tercera parte de la población de Europa Occidental. Friedrich Heer llama a este período el de la "Europa cerrada" de la Última Edad Media, en contraposición a la Europa intelectual y políticamente "abierta" del período anterior. La Última Edad Media duró hasta el período renacentista, que comenzó en Italia en fecha tan temprana como el 1300, aunque tardara cerca de doscientos años en llegar al norte de Europa.
Es sobre este trasfondo de pérdida y recuperación, de decadencia e innovación, como debemos tratar de comprender el pensamiento medieval.
3. El modelo de la mentalidad medieval
La Razón.- Así, pues, ¿qué deseas conocer?
San Agustín.- Precisamente las cosas por las que acabo de orar.
R.- Resúmelas brevemente.
A.- Deseo conocer a Dios y al alma.
R.- ¿Nada más?
A.- Nada más en absoluto.
San Agustín, Confesiones
San Agustín (354-430) fue el último gran filósofo clásico; pero también fue el primer gran filósofo cristiano. Sus actitudes dominaron la filosofía medieval hasta aproximadamente el año 1300. La filosofía fue ejercitada en el marco de la fe cristiana. San Agustín sólo quería conocer a Dios y al alma, y se servía de la fe para justificar toda creencia. La humanidad medieval se apartó del mundo observable, lleno de dolor y agitación, para concentrarse en los cielos y el alma, susceptibles ambos de ser conocidos por medio de la introspección.
El alma podía conocerse por la introspección, buscando en el interior de uno mismo esa iluminación divina que procede de Dios, de suerte que conocer el alma era conocerle a Él. Y al igual que el alma era el representante de Dios en el interior del yo, así también la verdad espiritual podía encontrarse en todas las cosas. Al modo neoplatónico, nada, ninguna palabra, ningún animal, ningún acontecimiento, era lo que parecía, sino que debía simbolizar algo sobrenatural y situado más allá de la experiencia humana. Lo mismo que Platón vio en el nombre de cada clase el símbolo de una Forma, el hombre medieval percibía símbolos en cada aspecto de la vida. El pensador medieval no deseaba comprender la inteligencia o el mundo en sus propios términos, sino únicamente en cuanto claves de la invisible realidad de Dios en los cielos.
La Ciencia y la Filosofía, tal y como nosotros, o los griegos, las entendemos, son imposibles en semejante contexto. El pensador medieval no usaba con entera libertad su inteligencia para buscar la verdad, cualquiera que ésta pueda ser, sino más bien para justificar lo que ya sabía verdadero gracias a la fe. A pocos les resultaba esta restricción una carga, pues no pretendían derrocar la fe, sino apuntalarla. La mayoría de los hombres del Medievo que se vieron acusados de herejía, se limitaron a concluir que se habían equivocado, y reconsideraron sus puntos de vista. Sin embargo, a medida que la Edad Media avanzaba, y sobre todo a partir de 1277, las fronteras del dogma se hicieron cada vez más rígidas, la mano del censor más y más opresiva, y el espíritu de numerosos pensadores se rebeló, contribuyendo a disolver la síntesis medieval.
La Edad Media buscó una magna síntesis de todo el conocimiento. Dado que todo conocimiento era sobre Dios, el alma y el mundo espiritual, se pensaba que cabía sintetizar el conocimiento, la tradición y la fe en una sola imagen, grandiosa y autorizada, del universo. La culminación de tales esfuerzos se alcanzó con la Summa Theologica de Santo Tomás de Aquino (1225-1274). Esta creencia también se desplomó a partir de 1300.
Conviene señalar que no todos los pensadores cristianos de cualquier época y lugar han aceptado la autoridad de la razón a la hora de buscar la verdad divina. San Agustín tuvo que luchar contra las ideas de quienes rechazaban a los filósofos clásicos, o quienes consideraban la razón innecesaria y herética. El fundamentalismo y el misticismo fueron elementos importantes, no sólo del cristianismo, sino también del islamismo medieval y del judaísmo, donde triunfaron, sofocando el pensamiento filosófico. En el Occidente cristiano, los pensadores de la Baja Edad Media terminaron trazando una línea de demarcación entre las ideas de la fe y las ideas de la razón y la observación. Esta separación de la Ciencia y la Filosofía con respecto a la Teología, si bien arruinó la síntesis medieval, abrió el camino al pensamiento independiente.
El neoplatonismo impregnó todos los aspectos del pensamiento medieval. Todo era símbolo del mundo invisible de Dios, y las visiones, las profecías, la astrología y la brujería formaban parte integrante de la vida cotidiana. El pensamiento medieval también veía jerarquía por doquier. Así como había una jerarquía universal, desde Dios a los ángeles, al hombre, a los animales y a la materia, así también había en la Iglesia una jerarquía, que iba del Papa al Arzobispo, al Obispo, al presbítero y al laico; o en la sociedad, desde el rey al vasallo o al siervo. En cuanto a la teoría psicológica, se jerarquizó la visión aristotélica del alma, desde la inteligencia activa a la inteligencia pasiva, el sentido común y el sentido específico. De esta suerte, todo el mundo estaba estructurado doblemente: todas las cosas, todos los acontecimientos, eran símbolos del mundo invisible y encontraban su emplazamiento exacto en un universo jerárquicamente estructurado.
Esta perspectiva mágica venía reforzada por la índole del aprendizaje en la Edad Media. La Iglesia era la depositaria de la cultura. Para ser culto había que ser, casi sin excepción, clérigo, y el lenguaje de la educación era el latín. La Iglesia prohibió la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas, y los oficios se celebraban en latín. En consecuencia, la religión del hombre ordinario era un paganismo apenas disfrazado. Uno de los acontecimientos más revolucionarios de las postrimerías de la Edad Media lo constituyó la traducción no autorizada de la Biblia y la emergencia de una literatura en lenguas vernáculas.
Así pues, el conocimiento medieval fue un conocimiento clerical. Los monasterios guardaban celosamente las enseñanzas del pasado y redactaron crónicas históricas. Muchos clérigos se convirtieron en los primeros burócratas del poder, introduciendo orden, razón y cultura en el gobierno de caudillos cuasi bárbaros. Sin embargo, los gérmenes del futuro maduraban en las escuelas anexas a las catedrales erigidas durante el renacimiento del siglo XII. Dichas escuelas se convirtieron en las primeras universidades, con cursos estructurados regularmente, lecciones a cargo de maestros, libros de texto e incluso algaradas estudiantiles. Fue allí también donde surgirían la mayoría de los pensadores progresivos, y también donde la misma Iglesia reprimía el uso de la razón, considerándola una herejía. Pero también gracias a ellos, la cultura empezó a difundirse más allá de los estrechos confines de la Iglesia. Una de las novedades más destacadas del Renacimiento fue el aumento del número de seglares instruidos en letras.
No debemos exagerar los efectos opresivos del encorsetamiento religioso del pensamiento, sobre todo en la Alta Edad Media, ni tampoco menospreciar sus logros. Fue el crisol donde se forjó el pensamiento moderno. Una persona actual hubiese resultado un extraño en aquella época, pero el pensamiento moderno no se habría desarrollado sin sus predecesores medievales.
4. Las aportaciones del judaísmo y del Islam
Las relaciones entre la Europa cristiana y sus dos grandes rivales religiosos fueron, cuando menos, ambiguas. Fueron los musulmanes el objetivo contra el cual se dirigieron las Cruzadas, mientras que en la Primera Edad Media el Islam estuvo a punto de anegar a Europa. Las relaciones de la Cristiandad con los judíos resultaron todavía más desagradables. Los judíos fueron perseguidos con una ferocidad que no tenía nada que envidiar a la de los nazis: se les expulsó de Inglaterra y Francia, se les obligó a vivir en guetos y a vestir ropas distintivas; muchas veces fueron asesinados en masa al ser quemadas sus casas con sus habitantes dentro. Y, sin embargo, sin el judaísmo el cristianismo es impensable. Jesús fue, por supuesto, un judío, y sus enseñanzas reflejan las preocupaciones de los rabinos judíos del siglo I a.C. Que el cristianismo no se haya mantenido como una secta judía, fue debido en gran medida a San Pablo.
Tanto los musulmanes como los judíos que vivieron entre ellos efectuaron aportaciones fundamentales al desarrollo intelectual de Occidente. Conservaron, y posteriormente tradujeron, las obras de los clásicos, olvidados en Europa. En la Primera Edad Media únicamente se conocían el Timeo de Platón y las Categorías de Aristóteles, esto es, sus obras menos representativas. Hacia el año 1200 la mayor parte de la obra de Platón y casi toda la de Aristóteles eran accesibles a los eruditos cristianos. Las obras de Aristóteles revolucionaron el pensamiento occidental, hasta el punto de que Aristóteles llegó a sustituir a Platón como el filósofo por excelencia. De modo que tanto los judíos como los musulmanes enriquecieron enormemente el conocimiento de la Cristiandad europea, al conservar y traducir a los filósofos griegos. El nuevo conocimiento se difundió entre la Cristiandad europea a través de España y Sicilia, donde judíos y musulmanes convivieron en paz.
Tanto judíos como musulmanes realizaron asimismo importantes contribuciones filosóficas de su propia cosecha y su influencia en muchas ocasiones rivalizó con la de Aristóteles. Maimónides, el más importante filósofo judío, fue tratado con sumo respeto por Tomás de Aquino. Los pensadores islámicos también efectuaron aportaciones a las Matemáticas y a la Ciencia, tanto como a la Filosofía. En este sentido, los dos musulmanes más destacados fueron Ibn-Sina e Ibn-Rushd, cuyo aristotelismo depurado provocó una crisis intelectual que marcó el final de la Alta Edad Media.
Conviene también destacar que tanto la filosofía judaica como la musulmana no pudieron eludir el hado tan a duras penas evitado por la Cristiandad latina. Los judíos conservadores y los dirigentes islámicos consideraban que la libre indagación filosófica resultaba demasiado peligrosa para la "verdad" revelada como para ser tolerada. La Filosofía y sus obras fueron prohibidas, de suerte que tras la época de Ibn-Rushd (muerto en 1198) no existió una filosofía independiente y de carácter no teológico entre judíos ni musulmanes. Una persecución análoga fracasó por poco en sus objetivos en la Europa del siglo XIV. En el Islam unificado y absoluto el control del pensamiento podía tener éxito; en la Europa políticamente diversificada esto era imposible.