Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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lunes, 30 de julio de 2018

Ciudadanía y democracia

¿Puede ser considerado como hombre bueno el que acepta, con su pasividad y su silencio, una situación social injusta?
José Luis López Aranguren

1. ¿Qué se entiende por ciudadano?
Ciudadano es aquella persona que pertenece a una sociedad política en la que todos sus miembros se caracterizan por:
  • Poseer unos derechos fundamentales.
  • Asumir unas obligaciones y responsabilidades.
  • Tener una misma condición. Todos los ciudadanos son iguales ante la ley; no hay ciudadanos de primera o de segunda clase.
  • Mantener unas relación adecuada con el entorno. Conservar y crear un entorno favorable para la comunicación, la participación y la convivencia.
El ciudadano es cualquier persona que es libre, que no es propiedad de nadie, ni como siervo, ni como súbdito o vasallo.
Asimismo, en nuestras sociedades la ciudadanía se entiende de manera univeral: implica a todos sus miembros, sin ningún tipo de limitación por motivo de raza, sexo, religión, clase social o cualquier otro.

Ciudadanía y política
La palabra política viene del griego (polis, ciudad; polités, ciudadano; politiká, aquello que hacen los ciudadanos) y resulta un concepto mucho más amplio que el de Estado (en griego, politeia). El Estado es sólo una parte de la política porque ésta engloba a todo el tejido social de una sociedad determinada, incluyendo las formas de Estado que se puedan suceder en ella.
Simón Royo Hernández

2. Ciudadanía y democracia
El concepto de ciudadanía se ha desarrollado junto a la lucha por la libertad y la igualdad de todos los hombres y mujeres sin excepción, es decir, junto a la lucha por la democracia. Por eso, democracia y ciudadanía están estrechamente enlazadas.
Las sociedades democráticas, cuyo objetivo es el bien común y el interés general, y no sólo el de unos pocos, han de dotarse de instituciones y de ciudadanos que cooperen en la consecución del mismo. En una verdadera democracia, es decir, en un gobierno de los ciudadanos, es necesario que todos sus miembros se responsabilicen y ayuden a la construcción de una sociedad justa.
En estas sociedades, el Estado tiene la responsabilidad de formar ciudadanos en una serie de valores, actitudes o disposiciones para la vida en común, evitando imponer una moral determinada o interesada. Así, la forma que adquiere la ciudadanía responde a la voluntad general democráticamente expresada. A su vez, los ciudadanos, con su actitud y exigencias, son la garantía de la existencia y mantenimiento de la democracia.

 
La formación del ciudadano
La propuesta de cultivar unas virtudes públicas no es otra cosa que el convencimiento de que debe darse una formación moral mínimamente común y apropiada para el funcionamiento de la democracia y la adquisición del sentido de la justicia y del respeto mutuo. Son valores que también podrían inculcarse a través del ordenamiento jurídico, pero que, sin duda, se transmiten mejor a través de una buena formación de la persona.
Aristóteles decía que la virtud consiste en "actuar conforme a la regla", la regla de la razón. Entendía, además, que las virtudes forman parte del alma sensitiva de la persona, que quedan, pues, incorporadas a la vida emocional y a los sentimientos. Efectivamente, enseñar la virtud o formar moralmente a la persona no puede consistir sólo en inculcar algo así como las reglas del razonamiento moral... sino también la voluntad y la habilidad para educar el sentimiento a fin de que los ciudadanos sientan orgullo por los comportamientos civiles y democráticos e irritación, vergüenza o culpa frente a los comportamientos que empañan la imagen de la democracia.
Victoria Camps, "El concepto de virtud pública", en Democracia y virtudes cívicas

domingo, 29 de julio de 2018

Los afectos

Si nos preguntamos qué es una emoción, lo primero que debemos hacer es delimitar el conjunto más amplio (género) en el que las emociones (especie) están incluidas. Aceptando la ambigüedad del lenguaje, que muchas veces es bastante impreciso a la hora de distinguir entre el significado de términos como "emoción", "sentimiento" y "afecto", podemos aventurarnos a afirmar que los dos primeros son divisiones dentro del tercero: sentimientos y emociones son dos clases de afectos, que quizá no se distingan tanto por su cualidad como por su intensidad o duración. ¿Qué es, por tanto, un afecto? Tratemos de ofrecer una descripción elemental:

 1.  Un afecto es un suceso subjetivo que vive una sola persona y sólo puede ser experimentado directamente por ella misma. Hay que distinguirlo, por tanto, de los hechos objetivos o intersubjetivos que (aproximadamente, pues nunca dos personas distintas ven exactamente lo mismo) todos conocemos de la misma manera.
 2.  En relación con lo anterior, y más allá de lo que ocurre en otros sucesos también subjetivos como las percepciones o recuerdos, los afectos no tienen una referencia tan clara a un objeto exterior (en lenguaje filosófico, su carácter intencional es a veces dudoso). Expliquémoslo con un ejemplo: si recuerdo, recuerdo algo (por ejemplo, lo que me dijeron ayer al salir del trabajo); si me siento triste, ¿a qué me estoy refiriendo con mi tristeza?, ¿a su causa, que quizá ni siquiera conozco (muchas veces sentimos tristeza o enfado sin saber por qué)? Se puede decir que mi tristeza no me muestra nada o lo muestra sólo de pasada, fundamentalmente se queda en mi propia subjetividad. Más que apuntar a un hecho o situación, el sentimiento revela más bien la actitud del sujeto ante ese hecho o situación: si yo estoy triste porque se acaban las vacaciones, mi tristeza sólo habla de pasada de un hecho objetivo (el fin de las vacaciones), pero principalmente se refiere a mi disgusto, oposición o rechazo ante ese hecho objetivo.
 3.  Los afectos se sitúan necesariamente en uno de los polos: placer/dolor, atracción/rechazo, etc. Hay, por tanto, afectos positivos y afectos negativos, pero no existen los afectos neutros: la indiferencia o apatía no es un afecto distinto, sino la falta de afecto.
 4.  Aparte de esta bipolaridad, los afectos presentan características como la intensidad, la duración, la expresión física, etc., que pueden servir para clasificarlos en distintas categorías. La división más general es la que se hace, como ya hemos dicho, entre sentimientos y emociones: una emoción es más intensa (y generalmente más breve) que un sentimiento, y su traducción física (llanto, risa, temblor, etc.) es también mucho más clara y evidente. A este último aspecto alude la palabra emoción, que etimológicamente significa "sacudida" o "agitación". A veces se introduce también una tercera categoría, las pasiones, algo así como una emoción prolongada en el tiempo que domina al sujeto y amenaza su capacidad racional, por ejemplo, un amor o un odio exacerbados.

La emoción puede considerarse, al menos, desde tres perspectivas: como experiencia (¿qué siente el sujeto de la emoción?), como comportamiento (¿qué hace?) y como suceso fisiológico (¿qué pasa en su organismo?). En los últimos años se ha añadido una cuarta: la emoción como suceso cognitivo (¿qué ideas o creencias se hallan en la base de la experiencia emocional?).

viernes, 27 de julio de 2018

Técnica y sociedad

1. La dependencia de la tecnología
La tecnología invade y domina todos los aspectos de nuestra vida. ¿Qué pasaría si tuviéramos que vivir sin lavadoras, automóviles, teléfonos y ordenadores? La vida moderna nos ha hecho tecnodependientes. Nos resulta muy difícil vivir sin la ayuda de todo tipo de aparatos electrónicos.

2. ¿Sociedad de la información o de la manipulación?
El gran avance que han tenido las tecnologías de la información durante el siglo XX ha producido grandes cambios en las sociedades actuales. Sólo hay que observar a nuestro alrededor para darnos cuenta de la importancia que tienen en nuestras vidas el teléfono móvil, los ordenadores, internet, etc. Estamos en la sociedad de la información.
Sin embargo, estos mismos avances pueden ser utilizados no para producer mayor bienestar y felicidad, sino para el control y la manipulación de los seres humanos con vistas a crear una sociedad obediente, que permita el ejercicio del poder interesado y sin crítica, es decir, una sociedad de la manipulación.
Por ello, es muy importante que todos los ciudadanos tengamos acceso a una información plural y completa si queremos una sociedad basada en los valores democráticos, la defensa de la vida, la libertad y los derechos humanos.
Los ciudadanos hemos de adquirir el compromiso de participar y responsabilizarnos de las decisiones adoptadas sobre los avances científicos y tecnológicos.

3. Tecnologías de la paz, tecnologías de la guerra
Uno de los efectos negativos del desarrollo científico y tecnológico es su utilización para la guerra y no para la paz. Si bien algunos descubrimientos en este terreno han tenido una aplicación para la población civil, en general resulta difícil justificar las grandes cantidades de dinero dedicadas a la industria del armamento.
El gasto en investigación militar tiene como objetivo la creación de nuevas armas cada vez más poderosas. Esto favorece el crecimiento de la industria de la guerra, un negocio con gran influencia en las esferas políticas y con poder de decisión, así como la ampliación de la brecha tecnológica que separa a los países ricos de los países en desarrollo.
Además, el negocio de armas favorece la corrupción, la pobreza, el hambre, la inestabilidad política y las guerras, que son las causas principales del subdesarrollo económico de los países más pobres.

4. Alta tecnología: la robótica
El término "robótica" fue acuñado por Isaac Asimov para describir la tecnología de los robots. Él mismo predijo el aumento de una poderosa industria robótica. Recientemente se ha producido una explosión en el desarrollo y uso industrial de los robots.
Un robot es un ingenio mecánico controlado electrónicamente, capaz de moverse y ejecutar de forma automática acciones diversas siguiendo un programa establecido.
Algunos tipos de robots son.
  • Los robots móviles: Procesan la información que reciben a través de sus propios sistemas de sensores y están capacitados para desplazarse de acuerdo a su programación. Se emplean en algunas instalaciones industriales, pero, sobre todo, para la investigación en lugares peligrosos o de difícil acceso, como es el caso de la desactivación de explosivos, de la exploración espacial y de las investigaciones o rescates submarinos.
  • Los robots industriales: Están destinados a realizar de forma automática determinados procesos de fabricación o manipulación.
  • Los androides: Son los que se parecen o actúan como seres humanos. Se encuentran todavía poco evolucionados y de momento tienen poca utilidad práctica.
 
 
 
 

miércoles, 25 de julio de 2018

La frustración

1. Causas de la frustración
La frustración es, en expresión de José Luis Pinillos (1919-2013), el "resultado de la perturbación de un proceso motivacional en virtud de deficiencias, obstáculos o conflictos". Por tanto, la frustración puede deberse a tres tipos de causas:

1 - Deficiencias internas: Es la situación que se da cuando las aspiraciones exceden a las propias capacidades, o al menos el sujeto así lo cree (por ejemplo, un estudiante mediocre que aspira a estudiar una difícil carrera). Hay que advertir que muchas veces basta con que una persona se crea incapaz para que llegue a serlo de verdad. Y al contrario: el esfuerzo y entrenamiento puede desarrollar las propias capacidades más allá de límites que en principio se creían insuperables.
2 - Obstáculos externos: En este caso el desarrollo de la acción es impedido por algún hecho o situación ajeno al sujeto, que se ve obligado a renunciar a su propósito.
3 - Conflictos: El sujeto siente dos impulsos contrarios, que le empujan hacia acciones incompatibles entre sí (por ejemplo, estudiar un examen y ver un partido de fútbol). En la mayoría de los casos, el conflicto se resuelve eligiendo una posibilidad y renunciando a la otra, lo cual conlleva una cierta cantidad de sufrimiento inevitable; no obstante, el sufrimiento mayor se da cuando el sujeto se ve incapaz de renunciar y, por tanto, de elegir.

2. Clases de conflictos motivacionales
El psicólogo gestaltista Kurt Lewin (1890-1947) y el cognitivista George Miller (1920-2012) son los responsables de la siguiente clasificación de las frustraciones:

 1)  Frustración por barrera: Se da cuando un sujeto no puede alcanzar su objetivo debido a un obstáculo, que puede ser interno o externo.

 2)  Frustración por conflicto: Los conflictos motivacionales pueden ser de cuatro tipos:

 a.  Atracción-atracción: Hay dos opciones y las dos nos atraen de la misma o muy parecida manera (por ejemplo, estamos en la cola de un cine con varias salas y hay dos películas que nos apetece mucho ver, con la circunstancia añadida de que no podremos volver a ir al cine en mucho tiempo).
 b.  Evitación-evitación: En este caso las dos opciones nos desagradan, pero para evitar una debemos elegir la otra (por ejemplo, aceptar un trabajo que detestamos o resignarnos a la penuria económica).
 c.  Atracción-evitación: La misma opción nos atrae y nos repele a la vez (por ejemplo, nos gustaría subir a la montaña rusa porque parece divertido, pero al mismo tiempo nos asustan los movimientos bruscos).
 d.  Doble atracción-evitación: En este caso hay dos opciones y ambas atraen y repelen al mismo tiempo (por ejemplo, o salimos con nuestro grupo de amigos, en el cual hay un individuo que no nos cae bien, o nos quedamos en casa haciendo lo que queremos pero muy probablemente aburriéndonos al final).

3. Frustración y agresión
La relación entre frustración y agresividad es uno de los temas clásicos de discusión en psicología. Las distintas teorías psicológicas dan tres tipos de respuestas a esta cuestión:

 1)  Según el psicoanálisis clásico y otras teorías como el instintivismo de McDougall, la agresividad es consecuencia directa de la frustración: allí donde hay un deseo frustrado se genera aversión contra el causante de esa frustración, aversión que puede cambiar de objeto y dirigirse hacia otras personas, hacia animales o seres inanimados e incluso hacia uno mismo (éste es el origen del sentimiento de culpa, tal como expone Freud en El malestar de la cultura). En 1939, Dollard, Miller y otros psicólogos de la Universidad de Yale elaboraron la teoría conocida como frustración-agresión, según la cual allí donde hay frustración aparece necesariamente agresión (física o verbal, directa o desplazada) y viceversa: no hay agresión sin frustración previa.
 2)  La etología de Konrad Lorenz y otros autores como Eibl-Eibesfeldt y Tinbergen habla de un instinto de agresión innata en los animales y en el hombre. La frustración, por tanto, puede ser desencadenante de la agresión, pero no causante de ella (puede pensarse incluso en un descarga espontánea de agresión sin estímulo que la desencadene, aunque no es lo habitual).
 3)  Finalmente, otras escuelas de psicología insisten, por un lado, en el origen ambiental de la agresión y, por otro, en la pluralidad de respuestas posibles frente a la frustración: esta puede producir agresión, pero no la produce necesariamente; también puede generar otro tipo de conductas inadaptadas (fijaciones, regresiones, indefensión aprendida) o simplemente provocar que el organismo busque su adaptación al medio de otras maneras, variando sus metas o la forma de alcanzar éstas.

      
4. Conductas alternativas y tolerancia a la frustración
La frustración (al menos en un cierto grado) es un hecho universal, pero no todo el mundo responde a ella de la misma manera. Podemos resumit las posibles formas de reaccionar frente a la frustración en cuatro grandes posibilidades:

 1.  Agresión: El sujeto ataca a quien cree causante de su frustración o desplaza su ataque hacia otros.
 2.  Logro indirecto: El sujeto no cambia de objetivo, pero sí la forma de obtenerlo.
 3.  Propuesta de metas alternativas.
 4.  Evasión/Depresión: Ante el sentimiento de fracaso y la incapacidad de asumir metas alternativas, el sujeto se refugia en conductas inmediatamente gratificantes y que no le supongan ningún esfuerzo, a veces recuperando hábitos pasados ya superados por la maduración posterior (regresión), o bien se sume en un estado de profunda tristeza e inactividad (depresión).

Se habla de tolerancia a la frustración para hacer referencia a la capacidad que un sujeto tiene de aceptar las frustraciones impidiendo que afecten de forma grave a sus hábitos de conducta y organización emocional, a la vez que se propone metas o caminos alternativos que anulan o disminuyen los efectos de la frustración. Se entiende que una persona posee mayor madurez emocional cuanto mayor es su grado de tolerancia a la frustración.

5. Frustración e inadaptación
Distintos psicólogos han estudiado la relación entre frustración y conductas inadaptadas. En sus investigaciones sobre el condicionamiento de los perros, Pávlov describió la neurosis experimental que aparecía como consecuencia del conflicto motivacional: cuando un perro era incapaz de discriminar si un estímulo condicionado pertenecía a una categoría reforzadora o a otra inhibidora (por ejemplo, una elipse cuando su forma se aproxima mucho a la del círculo) se comportaba de forma extraña: chillaba y ladraba, se removía agitado...
Lewin y otros colaboradores suyos investigaron las variaciones de los juegos infantiles, comprobando que los niños frustrados tras una mala nota regresaban a los juegos que requerían un grado menor de madurez. Unos años después, Maier consiguió provocar un comportamiento neurótico en ratas cuyas conductas eran sistemáticamente frustradas: repetían una y otra vez la misma conducta fracasada (fijación) como el neurótico repite los mismos pensamientos y acciones aun teniendo plena conciencia de su inutilidad. En los últimos años del siglo XX, la frustración se ha relacionado con la indefensión aprendida, situación en la que el animal no hace nada por haber aprendido la inutilidad de cualquier respuesta.  

domingo, 22 de julio de 2018

La solución a los dilemas de la bioética

1. ¿Dónde se resuelven los dilemas de la bioética?
Cada día, en los hospitales y centros de investigación, los médicos se enfrentan a dilemas en los que es preciso tomar decisiones controvertidas. Las leyes, por su parte, no siempre son claras al respecto. Por este motivo, se han creado comités de bioética, compuestos por expertos de distintas ramas del saber.
El objetivo de estos comités es establecer los protocolos de acción más adecuados para que los profesionales médicos puedan actuar de la forma más correcta posible y, además, sin que caiga sobre ellos, de manera individual, toda la responsabilidad sobre las decisiones de carácter ético.

2. ¿Qué es un código deontológico?
Un código deontológico es un conjunto de normas de carácter ético que obligan a un determinado colectivo profesional.
Los antiguos griegos desarrollaron un código de buenas práctica para la medicina, llamado juramento hipocrático. Por ese juramento, los médicos se comprometen a respetar unos determinados principios de conducta que no pueden desobedecer bajo ningún concepto. Están en juego su dignidad profesional y su integridad moral.

3. Los principios fundamentales de la bioética
Los problemas de la bioética, como todos los problemas éticos, afectan al conjunto de la sociedad y no deben ser resueltos en el ámbito cerrado de los expertos. Como ciudadanos, deberíamos formarnos una opinión sobre algunos de estos problemas.
Sin embargo, en muchas personas se observa una preocupante falta de información, y en otras, prejuicios debido a creencias personales que no suelen ir acompañadas de una sólida argumentación científica o filosófica. Por ello, es preciso adquirir unas nociones científicas elementales sobre el tema y aplicar ciertos principios propios de la reflexión ética.
Los expertos reconocen tres principios éticos fundamentales que también se aplican a la práctica médica y a la investigación en biotecnologías:
  • El principio de beneficencia (no maleficencia): Se debe buscar siempre el bienestar del paciente y reducir al mínimo los riesgos y los daños.
  • El principio de autonomía: Se debe respetar la voluntad de los afectados.
  • El principio de justicia: Los beneficios de la investigación médica deben llegar a todas las personas.
4. Los comités de bioética
Para facilitar al profesional de la salud la reflexión ético-legal, en la década de 1970 aparecieron los CEA (Comités Éticos Asistenciales). Los CEA son grupos multidisciplinares de personas que, dentro de una institución sanitaria, reciben oficialmente la misión de aconsejar a los profesionales sanitarios en sus decisiones sobre las cuestiones éticas planteadas en el curso de su práctica clínica.
Con su labor orientadora, estos comités prestan un valioso servicio al médico, al paciente y a la sociedad, pues ayudan en cada caso a tomar la decisión más acertada y evitar el conflicto. De hecho, con el paso de los años los CEA han ido adquiriendo un papel relevante en el campo de la ética profesional, y hoy, en las sociedades occidentales, no hay un hospital con alguna complejidad tecnológica sin su propio comité.


Son funciones de un Comité de Ética Asistencial:
  • Proteger los derechos de los pacientes.
  • Analizar, asesorar y facilitar en el proceso de decisión clínica en las situaciones en que se planteen conflictos éticos entre el profesional, el usuario y la institución.
  • Colaborar en la formación en bioética de los profesionales del área de salud.
  • Proponer a la institución protocolos de actuación para las situaciones de conflicto ético que surgen de forma reiterada u ocasional.

lunes, 16 de julio de 2018

Teorías sobre la motivación

Desde los tiempos remotos de la filosofía griega han existido teorías sobre los motivos humanos. Con la aparición de la psicología como disciplina autónoma, se intentó abordar el problema desde una perspectiva científica. Sin embargo, cada escuela ha procurado explicar la motivación desde sus supuestos teóricos generales. Esa actitud ha dado lugar a una proliferación de teorías diversas, sin que exista una concepción unánimemente aceptada. A continuación repasamos algunas de las más significativas.

1. Teoría homeostática
También conocida como teoría del equilibrio (homeostasis), tiene una inspiración netamente biológica en la que los motivos psicológicos aparecen como meros instrumentos al servicio de la satisfacción de necesidades biológicas.
El concepto de homeostasis o recuperación del equilibrio interno fue utilizado primeramente en el campo de la biología por Claude Bernard (1813-1878), quien, tras comprobar la constancia del nivel medio de glucosa del organismo pese a sus múltiples intercambios energéticos con el medio, generalizó este descubrimiento y formuló la ley según la cual todo organismo tiende a mantener la estabilidad de su medio interior.
El psicólogo conductista Clark L. Hull (1884-1952) aplicó el concepto de homeostasis a la explicación de la conducta humana. Según este autor, la necesidad biológica (carencia o exceso) crea un desequilibrio en el organismo, el cual a su vez origina un impulso (drive) dirigido a un tipo de conducta cuya finalidad es la reducción de ese impulso recuperando el equilibrio perdido.


 Esta teoría ha sido objeto de dos tipos de críticas. Por un lado se apunta (y algunos experimentos lo confirman) la no equivalencia estricta entre cumplimiento de un impulso y satisfacción de una necesidad: a veces las personas (y también los animales) no obran de la forma más conveniente, sino de la más placentera o menos dolorosa. Unas ratas con hipoglucemia (señal orgánica del hombre) comerán igualmente terrones de azúcar, que reducirán efectivamente su necesidad de glucosa, que pastillas de sacarina, cuyo valor energético es prácticamente nulo. Es cierto que la mayoría de las veces la búsqueda del placer o evitación del dolor es un mecanismo eficaz para la satisfacción de necesidades biológicas, pero en ocasiones puede llevar a la realización de conductas nocivas o letales.
En el caso del hombre, además, muchas de nuestras elecciones no están guiadas por motivos primarios como el hambre o el sexo, sino por otros aprendidos o secundarios cuya relación con la reducción de las necesidades biológicas es difícil de ver.

2. Teoría de las necesidades 
Formulada por Henry Murray (1893-1988), entiende el concepto de necesidad en un sentido menos ligado a la biología que Hull, incluyendo en él también, y sobre todo, las necesidades de origen social. Murray sostiene que el impulso fundamental de la conducta humana no es biológico, sino lo que él llama motivación de logro, es decir, el afán por vencer los obstáculos y alcanzar los objetivos propuestos.
Como herramienta para la medida de la motivación de logro, el propio Murray y otros autores como McClelland propusieron el test de apercepción temática (TAT). Esta prueba consiste en pedir al sujeto que interprete unas láminas con dibujos inventando una historia. Por ejemplo, ante una lámina que representa un joven con un libro abierto o contemplando un violín sobre la mesa, un sujeto con alta motivación de logro hablará de trabajo duro para alcanzar el éxito, mientras que un individuo con baja motivación de logro imagina al joven distraído, fantaseando o recordando hechos pasados.

3. Teorías del incentivo
Mientras un impulso es lo que desde dentro empuja al sujeto a la acción, el incentivo es lo que desde fuera le atrae para que realice esa acción. Por lo general, las llamadas teorías del incentivo ponen el acento en el valor hedónico de las conductas, es decir, como medio para la obtención de placer o evitación de dolor. Este valor actúa independientemente de la reducción de la necesidad biológica.
Las experiencias clásicas más citadas de motivación por incentivo fueron realizadas por James Olds (1922-1976) en los años 50. Tras localizar los centros cerebrales del placer en el hipotálamo, este psicólogo ideó un sistema por el que las ratas podían aprender a autoestimularse eléctricamente esa zona presionando una palanca. Incluso las ratas hambrientas preferían accionar la palanca a buscar el alimento.
Dentro de las teorías del incentivo podemos incluir también el conductismo de Skinner (1904-1990), que utiliza el término "refuerzo" como el estímulo que hace más probable la repetición de un tipo de conducta. No obstante, al rechazar este autor las referencias a estados mentales, debe conformarse con interpretar el refuerzo en su dimensión exterior, como simple hecho u objeto, sin traducirlo a términos de aumento de placer o reducción de dolor.

4. Teorías de inspiración psicoanalítica
A lo largo de su vida Freud (1856-1939) habló de unos impulsos o pulsiones en buena medida expulsados de la conciencia y sepultados en el inconsciente (reprimidos), que actúan como fuerzas desconocidas que dirigen nuestra conducta, nuestro pensamiento e incluso nuestros sueños. En un principio, Freud distinguió dos grandes clases de pulsiones: sexuales y de autoconservación, aunque posteriormente englobó algunas en el concepto de libido y acabó oponiendo ésta (ahora rebautizada como Eros) al instinto de muerte o Tánatos.
El mecanismo de la motivación en Freud se asemeja bastante al expuesto en la teoría homeostática: una necesidad biológica, la búsqueda de placer, se ve coartada por la represión; el impulso busca entonces su satisfacción y la obtiene parcialmente por un compromiso con la instancia represora; temporalmente se restaura el equilibrio hacia una nueva emergencia del impulso reprimido.

 
5. Teorías cognitivas
Pueden entenderse como una variación de la teoría homeostática en que la pérdida inicial de la homeostasis se reinterpreta como disonancia cognitiva. Esta disonancia origina un impulso a eliminarla que conduce a la acción, cuya finalidad (la reducción de la disonancia) puede ser, según estos autores, tan motivante como la comida o el placer sexual. 
Leon Festinger (1919-1989) realizó a finales de los años 50 una serie de estudios sobre la relevancia en la conducta humana de la reducción de disonancia cognitiva. Cuando hay conflicto entre lo que se piensa y la forma en que se actúa, generalmente uno termina sacrificanco sus propias creencias o reelaborándolas para eliminar la contradicción. En uno de sus experimentos se pedía a unos estudiantes que intentaran persuadir a otros, a cambio de dinero, de algo que, en principio, ni ellos mismos creían (por ejemplo, que una tarea sumamente aburrida como encajar tuercas en tornillos era en realidad gratificante o que una actuación brutal de la policía contra manifestantes fue justa y proporcionada): la disonancia aparecía como una contradicción entre las propias creencias y la tarea que debía realizar. Los sujetos se distribuían en grupos que recibían cantidades variables de dinero: veinte, diez, cinco o un solo dólar. Pues bien, en todos los grupos aparecía la tendencia de los sujetos a autoconvencerse como forma de eliminar la disonancia, pero, curiosamente, esta tendencia estaba más marcada cuanto menor era la cantidad de dinero que recibían por convencer a otros. Dicho de otra manera: es más fácil que uno se crea sus propias mentiras si recibe poco a cambio que si recibe mucho (quizá porque necesitamos mantener un autoconcepto del que no puede formar parte que nos vendamos por tan poca cosa).
La reducción de la disonancia es una motivación tan fuerte que puede llevarnos incluso a modificar la interpretación de la realidad para que no choque con nuestra conducta.

6. Teorías humanistas
La psicología humanista considera que los motivos vienen determinados por la tendencia a la autorrealización personal que manifiestan los seres humanos. El representante más conocido de esta tendencia es Abraham Maslow (1908-1970). Según su teoría, existe una disposición innata hacia el desarrollo de la maduración personal. Jerarquizó las motivaciones en varios niveles diferentes. El más bajo está constituido por las necesidades fisiológicas, mientras que la cúspide es la autorrealización personal, la cual consiste en haber desarrollado con total plenitud las potencialidades inherentes a cada ser humano. Gráficamente reflejó esa jerarquía de motivos mediante su famoso triángulo o pirámide.

No todos los seres humanos, sin embargo, consiguen alcanzar una vida plena y feliz, ya que muchos se quedan anclados en niveles inferiores por culpa de la presión social o de la incapacidad para comprender el sentido último de la existencia. De esa manera, tales personas interrumpen su maduración y su crecimiento psicológico, llevando una vida insatisfecha o, cuanto menos, no colmada plenamente.      

domingo, 15 de julio de 2018

Usar el cerebro

Supe de este libro preparando las clases de Psicología: en el tema de la inteligencia colectiva, me encontraba con un texto extraído de este trabajo de Facundo Manes y Mateo Niro. Lo compré en El Corte Inglés de la Plaza del Duque, por 16'95€. Empecé pronto a leerlo, y me encontré con un estudio de este neuropsicólogo argentino, Facundo Manes, ilustrado con referencias literarias, seleccionadas por Mateo Niro
Está organizado en cuatro capítulos:
  1. Las neurociencias: claves para entender nuestro cerebro
  2. Memoria: saber recordar y saber olvidar
  3. El cerebro social y emocional
  4. La mente en forma
El capítulo 3 es el más completo e interesante, con múltiples ideas acerca de cómo gestionar el estrés.
Adjunto enlace con la selección de las ideas y párrafos imprescindibles para entender los postulados principales del libro: Usar el cerebro.  

domingo, 8 de julio de 2018

Los retos de la bioética

Ante los avances de la investigación médica y el desarrollo de nuevas técnicas de conocimiento y manipulación de la vida, surgen nuevos debates éticos. La bioética es la disciplina que aplica la reflexión ética a los problemas de la investigación médica.
Algunos de los retos actuales de la bioética son los siguientes:
  • Los embriones sobrantes: El desarrollo de las técnicas de fecundación in vitro permitió que muchas mujeres pudieran tener hijos gracias a la reproducción asistida. Para realizar una fecundación in vitro se necesita fecundar un cierto número de óvulos, de los que sólo se necesitan algunos. Entonces surgió el problema de los embriones sobrantes. Los investigadores reclaman las células madre embrionarias porque, al estar todavía sin diferenciar, tienen la capacidad de convertirse en cualquier célula del cuerpo humano. Esto podría tener una utilidad extraordinaria en la investigación médica, ya que de ellas pueden generarse tejidos celulares y órganos de cualquier parte del cuerpo. No obstante, se oponen quienes consideran que esta práctica conlleva la destrucción de vidas humanas.
  • La clonación: La clonación reproductiva es la creación de una réplica genética exacta de un ser vivo ya existente. La clonación terapéutica consiste en utilizar el material genético del propio individuo para crear una réplica de algún órgano o recomponer tejido defectuoso. La clonación terapéutica podría ser la solución para evitar trasplantes de órganos de unos seres humanos a otros o para curar enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer.
Imagen de la oveja Dolly - Clonada en Escocia en 1997, murió muy pronto con numerosos problemas orgánicos
  • La eutanasia: El término eutanasia proviene del griego y significa "una buena muerte", es decir, una muerte digna para aquellos que no desean permanecer vivos a cualquier precio. Todos tenemos derecho a una vida digna, pero ¿qué ocurre cuando algunas personas deben vivir en una situación de sufrimiento consciente? ¿Qué sucede si los cuidados médicos, lejos de aliviar los sufrimientos, los prolongan indefinidamente? Se define como eutanasia activa aquella en la que el paciente necesita ser asistido por otros para morir. Son casos de eutanasia pasiva aquellos en los que el paciente es mantenido artificialmente con vida y bastaría con suspender los tratamientos para que muriera por causas naturales. La eutanasia es un tema muy controvertido, porque se mezclan argumentos racionales diversos, posturas éticas, sentimientos y creencias, etc. Algunos sectores sociales se oponen a ella, mientras que otros sectores opinan que hay que respetar la voluntad del paciente. Pocos países se han decidido a legislar sobre un tema que causa tantas discusiones en la sociedad.
El debate sobre la eutanasia
La dignidad de las personas está fuertemente vinculada a su libertad, un derecho fundamental reconocido por todas las democracias liberales y plasmado en nuestra Constitución. Por tanto, es difícil no reconocer el derecho de las personas a disponer de la propia vida, tanto desde un punto de vista de una ética laica como desde el legal. Aquellos que, desde sus creencias religiosas, entienden que la vida es un bien fundamental del que se es usufructuario, pero no dueño, deben ser respetados de manera absoluta. Sin embargo, me resisto a aceptar que estas creencias deban ser impuestas a quienes no las comparten. Pero un paso más es solicitar y conseguir la cooperación de terceras personas para llevar a cabo ese fin, y aquí es donde los defensores de la eutanasia exigen a la medicina su colaboración. Difícilmente se puede cuestionar que causar la muerte de una persona es un acto éticamente reprobable. Pero también es difícil negar que hay situaciones que implican un terrible sufrimiento físico, psíquico y moral que ni siquiera la medicina paliativa soluciona. Hacer oídos sordos a esta realidad tamposo se me antoja como la solución más honesta y ética.
Sebastián Irribarren, El País (19 de octubre de 2006)
  • La eugenesia: Es el intento de intervenir en la vida para mejorarla antes del nacimiento. Se distingue entre eugenesia negativa, cuando se quiere evitar la aparición de caracteres negativos, como enfermedades genéticas, y eugenesia positiva, cuando se utiliza la selección genética para lograr unos caracteres determimados elegidos por los padres o por los científicos.
La eugenesia, un debate abierto Parece haber más partidarios de utilizar la eugenesia negativa para evitar la aparición de caracteres negativos, como enfermedades de origen genético, que para formentar la selección genética, la mejora de la especie o la determinación de caracteres considerados más positivos, como un sexo determinado -normalmente, el masculino-, o unas aptitudes concretas (eugenesia positiva).
Esta última tiene severos detractores, no solo en lo que se refiere al procedimiento de lograrla, que en estos momentos se reduce de facto a la selección embrionaria y al aborto, sino en su propio sentido.
La legislación española ha aceptado la eugenesia negativa, pero no la positiva, por considerarla extraña a la propia Ley de Reproducción Asistida.
José Miguel Serrano Ruiz-Calderón

domingo, 1 de julio de 2018

Los motivos humanos

1. Definiciones
Los motivos son, según la definición tradicional, las causas, factores o impulsos internos que mueven a un sujeto a la ejecución de una conducta. En relación con la motivación, los psicólogos distinguen tres términos que a veces se confunden:
  • Necesidad: Es la situación en que algo falta (carencia) o sobra (exceso) a un sujeto para alcanzar su estado adecuado, pudiéndose entender esta carencia o exceso en un sentido físico-biológico (nutrientes, hormonas, etc.) o psicológico-social (placer, afecto, reconocimiento, etc.).
  • Impulso: Es la tendencia que desde dentro empuja a la acción y que el sujeto siente en forma de atracción o repulsión.
  • Objetivo: Es la finalidad de la acción, lo que se pretende conseguir con ella.
Pongamos un ejemplo: después de varias horas sin comer y beber, el organismo requiere reponer ciertas sustancias necesarias para su correcto funcionamiento. Esta "necesidad" se traduce normalmente (no siempre) en un impulso: el hambre. El hambre es el motivo que lleva a la acción de comer, cuya finalidad es ¿la reposición de nutrientes, la obtención de placer, las dos cosas a la vez? Si al analizar el impulso o motivo primario más básico y universal (el hambre), nos encontramos ya con un campo abierto a la discusión, podemos imaginar lo que sucederá con otros motivos humanos como la atracción sexual, el deseo de poder, la búsqueda del conocimiento, el amor o la agresividad.
Cualquier teoría psicológica de la motivación mínimamente seria debe tener en cuenta la complejidad, riqueza y diversidad de los motivos humanos y huir de las propuestas dogmáticas y simplificadoras que pretenden explicar toda la conducta humana desde una única motivación básica.

2. Clasificación de los motivos humanos
La clasificación clásica de los motivos, propuesta en primer lugar por Hull y después aceptada por un gran número de psicólogos, distingue entre impulsos o motivos primarios y secundarios. Los motivos primarios son los que aparecen asociados a necesidades biológicas y, por tanto, no son adquiridos, sino innatos: igual que nacemos con esas necesidades, nacemos con el impulso de satisfacerlas. Al menos en su origen, estos impulsos expresan necesidades esenciales para la supervivencia del individuo o la especie. Sin embargo, no hay acuerdo general sobre la lista de motivos primarios, exceptuados el hambre, la sed, el sueño y el sexo. ¿Deben considerarse primarios impulsos como la agresividad o la curiosidad, que indudablemente tuvieron en el momento de su aparición un claro valor supervivencial?
Por otro lado, los motivos secundarios (aprendidos o sociales) no están determinados por la necesidad biológica, sino por las circunstancias de la vida en sociedad; pueden, por lo tanto, ser cambiantes de una cultura a otra. Aquí podemos incluir la necesidad de autoestima, lo que se llama "motivación de logro" (ambición de alcanzar metas socialmente valoradas), el amor y la afiliación (necesidad de crear lazos afectivos con otras personas), el deseo de diversión o de conocimientos, la ambición de poder o de poseer bienes materiales, etc. La no consecución de estos motivos no suele afectar a la supervivencia, pero sí al estado emocional del individuo.
Por regla general, se ha venido aceptando el postulado de Maslow en el sentido de que los motivos sociales o secundarios no impulsan la conducta de los individuos si antes no se encuentran cubiertas sus necesidades primarias. Por ejemplo, si una persona no dispone de alimento para calmar su hambre, dedicará todos sus esfuerzos a ello, abandonando otras conductas por muy motivadoras que sean socialmente. ¿Es esto así?
Hay que distinguir entre la aparición de un motivo y el poder motivante del mismo. Es cierto que los motivos secundarios aparecen después de los primarios, y sólo una vez que éstos han sido satisfechos adecuadamente; pero no lo es que, una vez aparecidos, el poder motivador de los impulsos secundarios se vea condicionado a la satisfacción de los primarios: tal como dice Allport, una vez que aparecen los motivos socio-culturales (espirituales) alcanzan muy pronto una autonomía funcional en relación con los puramente biológicos (materiales). Es lo que, en nuestra cultura, se ha expresado tantas veces como la lucha entre la "carne" y el "espíritu": por sorprendente que parezca, en esta lucha no es siempre el espíritu quien lleva las de perder.

Gandhi en huelga de hambre
El hombre es un ser complejo, el único animal que es capaz de sacrificar sus impulsos primarios por otros secundarios que juzga más valiosos. No es necesario pensar únicamente en ejemplos especiales como huelgas de hambre por razones políticas o celibato por razones religiosas, también hay otros más cotidianos: uno renuncia al sueño (motivo primario) para terminar un trabajo (motivo secundario), o bien uno hace dieta y pasa hambre, sacrificando la satisfacción de un impulso primario, para lograr una mayor aceptación social (motivo secundario).