Es muy antigua la idea de considerar a los seres humanos como ciudadanos. En la Grecia clásica, algunos habitantes de la ciudad-Estado (polis) tenían la consideración de ciudadanos.
Lo mismo ocurría en el Imperio Romano, cuando ser ciudadano romano llevaba consigo una posición especialmente respetada.
También hoy se habla mucho del concepto de ciudadanía, poniéndolo en relación directa con la forma de gobierno que llamamos "democracia" y con los derechos humanos.
Es difícil dar una definición cerrada y precisa de los términos "ciudadano" y "ciudadanía", ya que pueden entenderse de diferentes maneras que remiten a tradiciones muy largas. Por eso vamos a proceder diciendo en primer lugar lo que no es. Es decir, veremos qué situaciones ha sido necesario superar históricamente y es necesario superar en la actualidad para que podamos hablar de ciudadanos y de ciudadanía.
1. Superar tres situaciones
La idea de ciudadanía supone la superación de, al menos, tres situaciones:
① La del vasallo. Ésta es la relación propia de un sistema feudal. En ella, el vasallo se comprometía bajo juramento a obedecer al señor; a cambio, recibiría protección frente a invasiones enemigas y otros peligros. A pesar de esta contrapartida, el vasallo se obligaba a ponerse por entero a disposición del señor. Por desgracia, esta actitud de vasallaje sigue siendo habitual en nuestros días.
② La del súbdito. Esta relación aparece durante el despotismo ilustrado. Los miembros de una sociedad son súbditos en la medida en que están sujetos a la autoridad de un superior, el monarca absolutista, con la obligación de obedecerle. Por consiguiente, el súbdito aún se encuentra en una situación de inferioridad y no es autónomo.
③ La de explotación y dominación en la que se encuentran muchas personas que no ven respetados sus derechos económicos, sociales o culturales. De esa forma tienen limitadas, cuando no suprimidas, sus posibilidades de desarrollarse como seres humanos autónomos.
2. Componentes de la idea de ciudadanía
Si observamos con atención, advertiremos en seguida que hay algo en común a la superación de las tres situaciones mencionadas que nos puede servir como un primer acercamiento a la idea de "ciudadanía".
Ciudadano es aquel ser humano que es miembro de una comunidad sociopolítica, en la que tiene derechos, cuyo respeto exige a los demás, y obligaciones, que los demás le demandan a él. Por eso se puede decir que ciudadano es aquel que no está sujeto al poder de ningún otro a la hora de tomar sus propias decisiones y que, por ello, es señor de sí mismo.
Así podemos concluir que en la idea de ciudadanía se encuentran presentes dos nociones importantes: por un lado, la pertenencia a una comunidad, y por otro, la justicia, que ha de regular las relaciones mutuas de los miembros de esa comunidad, sobre la base del conjunto de derechos y deberes que se le reconocen a cada uno.
La ciudadanía es un concepto mediador porque integra exigencias de justicia y a la vez hace referencia a los que son miembros de la comunidad, une la racionalidad de la justicia con el calor del sentimiento de pertenencia.
Adela Cortina, Ciudadanos del mundo
La noción de "ciudadanía" es un logro histórico al que no podemos renunciar, sino que hemos de procurar extender y profundizar.
3. Diversos aspectos de la ciudadanía
El concepto de ciudadanía viene a expresar la aspiración de todas las personas a una vida plenamente humana, vivida en libertad y en solidaridad con el resto de la humanidad, exigiendo y creando justicia. Esta pretensión es compleja y tiene muchas facetas, algunas de las cuales vamos a considerar a continuación.
La ciudadanía política
Aunque las raíces del concepto de ciudadano las encontramos en el mundo griego y romano de la antigüedad, el concepto actual procede de los siglos XVII y XVIII, la época de la aparición de los Estados tal como los consideramos hoy. En efecto, ciudadano es aquella persona que es miembro de pleno derecho de un Estado, es decir, tiene la nacionalidad de ese país. Por tener esta condición, los ciudadanos exigen que el Estado promueva la paz, la protección y la seguridad, garantizando la libertad de todos (derechos civiles); y además pretenden participar en los procesos de toma de decisiones de las cuestiones que les afectan (derechos políticos).
La ciudadanía social
Según este concepto, son ciudadanos aquellas personas que, además de los derechos civiles y políticos mencionados, disfrutan también de los denominados derechos sociales. Los principales son los siguientes: el derecho al trabajo (y por tanto, la lucha contra el desempleo); el derecho a la educación, a una vivienda digna, a la salud; el derecho a ciertas prestaciones sociales en momentos desfavorables, como en caso de enfermedad, paro o vejez, etc.
En ocasiones se ha llamado Estado del bienestar al Estado que intenta satisfacer estos derechos sociales, ya que con ellos se está promoviendo el bienestar de los ciudadanos. Pero el cometido de respetar esos derechos y promoverlos para todos por igual, sólo puede llevarlo a cabo un Estado de justicia, es decir, un Estado cuyo objetivo básico es garantizar unas condiciones mínimas de vida para todos los ciudadanos, considerándolas como exigencias de justicia debidas a la dignidad del ser humano.
La ciudadanía económica
La idea de una ciudadanía económica pretende responder a la necesidad de transformar las estructuras de la economía, haciéndolas más justas y solidarias. Esta transformación ha de venir de la mano de los propios afectados: de los trabajadores y de los empresarios, de los profesionales y de los técnicos.
En primer lugar, hay que transformar la concepción de empresa. No puede entenderse como una "máquina" cuya finalidad única y exclusiva es producir rentabilidad económica. Las empresas pueden producir también rentabilidad de otro tipo, que puede concretarse en los siguientes aspectos:
- Proporcionar empleo en una sociedad como la nuestra, organizada en torno al trabajo.
- Propiciar la armonía y la cooperación en el seno de la empresa.
- Ayudar a asumir responsabilidad social en su entorno: preocupación por el medio ambiente, solidaridad con personas de otros países, etc.
Todo esto implica la necesidad de transformar también nuestra concepción del trabajo. Siendo el principal medio de sustento, el trabajo es también una base de nuestra identidad personal, un medio de participación social y política muy importante y una forma de educación y humanización difícilmente sustituible.
La ciudadanía civil
El ser humano no es sólo sujeto de derechos políticos y sociales y productor de beneficios económicos. Los seres humanos somos, antes que nada, miembros de una sociedad civil, es decir, parte de un conjunto de grupos y asociaciones que no son políticas ni económicas, pero que son esenciales para el desarrollo de la vida de las personas.
Ejemplos de estos grupos a los que pertenecemos, por lo general, de forma espontánea y voluntaria, pueden ser:
- La familia
- La comunidad de los creyentes en una religión
- Los socios de un club cultural o deportivo
- Una asociación solidaria
En esos grupos nacemos y nos educamos, en ellos nos relacionamos con los demás y desarrollamos muchas de nuestras actividades, en una palabra, en esos grupos vivimos y convivimos.
En la actualidad la sociedad civil ha cobrado una gran importancia. Esto se debe a que, en algunos casos, los Estados no se han preocupado o se han mostrado incapaces de llevar a cabo determinadas funciones que los ciudadanos precisaban. En otras ocasiones, los ciudadanos se ven obligados a denunciar las injusticias que cometen los poderes políticos y económicos. De esta forma, los propios ciudadanos han tomado la palabra y la iniciativa y se han organizado de diversas formas.
La ciudadanía intercultural
Cada vez es más frecuente que en una misma sociedad convivan personas que tienen culturas diferentes.
Por cultura no entendemos aquí el nivel de estudios o de conocimientos de una persona, sino el modo de vida de un grupo humano. Este modo de vida incluye su idioma, sus creencias, sus sentimientos, sus ideas, así como sus herramientas, utensilios e instituciones.
Las diferencias culturales afectan a la forma de entender el sentido de la vida y de la muerte, y sirven para justificar diferentes normas y valores.
El hecho de que en una misma sociedad convivan personas con culturas diferentes es una fuente de conflictos que es preciso resolver. Pero sobre todo es una ocasión para crecer en humanidad personal y socialmente. Para ello son necesarias las siguientes acciones:
- Hacer posible la pervivencia de las culturas minoritarias.
- Distinguir entre las diferencias que merecen ser respetadas y aquellas otras que sólo expresan discriminación, marginación e injusticia.
- Respetar activamente la identidad de las personas, su voluntad de adherirse a un grupo cultural o a otro.
- Caer en la cuenta de que, al comprender la forma de vida de otra cultura, me comprendo a mí mismo de un modo nuevo y más completo.
El ideal de la ciudadanía cosmopolita
Cada vez somos más conscientes de que vivimos en una aldea global. La globalización de la economía, el desarrollo de las autopistas de la información que llegan hasta los últimos rincones de la Tierra, los peligros que representa la disminución de la capa de ozono o el avance constante de la desertización, el hambre, la guerra o la pobreza de una gran parte de la humanidad son problemas cuya solución no puede ver de la mano de un solo Estado o de una región del planeta. Son problemas que nos afectan a todos y que tenemos que resolver entre todos.
La idea de educar a los miembros de las generaciones jovenes para que sean ciudadanos del mundo va en esta misma dirección. Se trata de cultivar y desarrollar esos vínculos de unión con todos los seres humanos, más allá de las legítimas diferencias políticas, sociales, económicas y culturales que puedan existir.
No se trata tanto de fomentar las relaciones interpersonales entre todos los seres humanos, sino de hacer causa común ante las dificultades y problemas que se nos presentan a escala planetaria. Se trata de perseguir conjunta y solidariamente la realización de aquellos proyectos que a todos nos afectan y van a redundar en beneficio de todos.