Ya desde la época de Darwin eran frecuentes las comparaciones entre el desarrollo evolutivo de la especie humana y la embriología. Así, por ejemplo, se decía que todos los vertebrados, desde las lagartijas hasta el hombre, poseen un desarrollo embrionario bastante parecido, sobre todo en las primeras fases. El parecido es mayor entre las especies más próximas (ser humano y chimpancé, por ejemplo). Se puede pensar que el desarrollo intrauterino del cuerpo humano es una recapitulación ontogenética de la filogénesis del género homo.
La ontogénesis humana
La ontogénesis humana es el proceso mismo de hominización referido al individuo concreto. En este proceso de hominización hay que tener en cuenta que una cosa es el cigoto (resultado de la unión de células germinales), otra la vida específicamente humana, otra el nuevo organismo individual de la especie humana y otra la aparición de un nuevo ser personal.
A la hora de plantear estas cuestiones se suelen cometer dos inexactitudes. La primera de ellas es considerar que toda la información para el desarrollo del nuevo ser está ya contenida en el ADN originario; y la segunda, no distinguir distintos momentos desde la concepción hasta el nacimiento.
Anotaciones e informaciones sobre la hominización ontogenética
- El cigoto es la unión entre el óvulo (gameto femenino) y el espermatozoide (masculino).
- El llamado momento de la "concepción" no es un momento puntual, tarda al menos unas horas. Algunos llegan a afirmar que la concepción (unión del espermatozoide y el óvulo) tiene lugar durante unos catorce días. Es mejor hablar de "fertilización" o "fecundación".
- En el cigoto hay información genética para la constitución de un nuevo ser, pero no toda la requerida, pues hay información que le llegará posteriormente a través de la madre.
- El cigoto, que pasará a denominarse mórula y después blastocisto, quedará completamente implantado en el útero hacia el decimocuarto día. Antes de las dos primeras semanas no se puede hablar de individualidad, pues las células son totipotentes, es decir, pueden dar lugar a más de un individuo y, además, estas células no están especializadas.
- A partir del octavo día el blastocisto pasa a llamarse embrión. Es un periodo que dura hasta los dos meses. En este periodo es cuando ocurre la hominización del embrión.
- Al final de la tercera semana tenemos ya un individuo. A partir de ahora hay desarrollo y crecimiento de lo constituido. Al final de la séptima semana se comienza a distinguir la "figura humana".
La idea clave que se destaca de esta descripción es que el embrión no solo se desarrolla, sino que se constituye, es decir, que hay que diferenciar momentos y procesos. Lo mismo que hablando de la evolución de los homínidos no podemos establecer con seguridad cuándo aparece la humanidad, tampoco lo podemos decir a propósito de la vida individual. Lo que hacemos desde la filosofía, utilizando los datos que nos aportan las diferentes ciencias implicadas, es establecer "umbrales de hominización".
La constitución del individuo humano
La tradición filosófica y científica española se ha hecho eco de estos temas y los ha desarrollado con gran precisión, dando muestras de una gran finura de análisis en estas cuestiones tan comprometidas ética y antropológicamente, y que tanto afectan al problema de los orígenes y originalidades humanas. De entre ellos podemos destacar a P. Laín, X. Zubiri, D. Gracia o J. Masiá.
Los orígenes del cuerpo humano son tan enigmáticos en el individuo (embriogénesis) como en la especie (filogénesis). Los umbrales de la transición desde el último homínido al primer Homo Sapiens y los del paso desde el embrión al feto son tan imperceptibles, en sus características procesuales, como el momento auroral que separa las tinieblas nocturnas de la primera luz del alba. Una cosa es el cigoto, como nueva vida humana, no reducible a las células germinales que lo originaron, y otra la constitución de un organismo individual de la especie humana en el sentido estricto de la palabra. Este último no parece acabar de constituirse hasta aproximadamente la octava semana después de la fecundación del óvulo. A partir de la fecundación sigue una etapa de diferenciación, cuyo umbral se sitúa en torno al final de la segunda semana. Después sigue una etapa de desarrollo de lo que ya se ha diferenciado. Desde el umbral en torno al final del segundo mes y comienzo del tercero empieza ya una etapa de crecimiento de lo ya constituido.
J. Masiá y T. Domingo, 10 palabras clave en la filosofía de lo humano
La nueva célula producto de la unión del óvulo y el espermatozoide tiene 46 cromosomas, y en tanto que tal, pertenece a la especie humana. Pero para que esa célula dé lugar a un ser humano distinto va a necesitar de un complejo proceso de expresión genética que en sus primeras fases tiene un carácter constitutivo. Los nutrientes y los inductores que le vienen de la madre no tienen en las primeras fases del desarrollo embrionario la categoría de meros accidentes, sino absolutamente sustantivos, de modo que sin ellos no se constituirá ese ser humano distinto. Esa determinación es esencial y no meramente accidental. En el desarrollo embrionario hay un periodo constitutivo en el cual lo que nos viene de fuera, nutrientes, inductores, etc., es tan esencial como la propia información genética.
D. Gracia, "Problemas filosóficos en genética y en embriología". En F. Abel y C. Cañón, La mediación de la filosofía en la construcción de la bioética (adaptado)
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