1. La naturaleza, en peligro
El ser humano extrae de la naturaleza los elementos necesarios para su conservación y reproducción. Hasta hace muy poco se creía que estos recursos naturales eran inagotables y que el desarrollo económico e industrial contaba con una despensa infinita de ellos. Sin embargo, hoy es evidente que la Tierra no posee esa reserva sin fin para mantener el crecimiento económico y el consumo energético, ni puede soportar los desechos que nuestra sociedad produce.
Hace tiempo que se habla de crisis ecológica para describir el deterioro actual del medio ambiente, del entorno que nos rodea. A tiempo que se logran grandes adelantos técnicos, se produce una destrucción sistemática y paulatina de los medios de vida.
Los indicadores más significativos de esta situación son:
- Catástrofes naturales derivadas del uso de la energía nuclear o como consecuencia de los enfrentamientos bélicos: es el caso del accidente de la central nuclear de Chernobil o del incendio de pozos en Irak.
- Catástrofes generales ligadas a fenómenos como la destrucción de la capa de ozono o cambios de la temperatura del planeta debido a los contaminantes.
- Agotamiento de recursos, tanto de energías tradicionales (carbón, petróleo), como de otros materiales (agua, minerales).
- Degradación general del medio ambiente: acumulación de residuos tóxicos, desertización, pérdida de masa forestal, desaparición de especies animales, contaminación de ríos y mares, etc.
- Deterioro de la calidad de vida: violencia social, trabajo alienante, ciudades inhabitables, etc.
El origen del desastre ecológico que vivimos no es otro que la concepción economicista del hombre que domina en nuestro tiempo, según la cual los criterios últimos de actuación son la obtención de beneficios inmediatos y la valoración de estos beneficios en términos monetaristas, es decir, como propiedades o dinero. Esta concepción se desglosa en dos ideas básicas:
- La idea del progreso tecnológico: La primera Revolución Industrial impulsó la idea de que el ser humano podía dominar la naturaleza y alcanzar una mejoría infinita de sus condiciones de vida. El lema del progreso es: siempre más, siempre mejor, siempre más rápido. Por tanto, la naturaleza no es sino un almacén ilimitado de recursos.
- El homo oeconomicus: Detrás de esta idea del progreso se esconde una visión de la persona como un ser egoísta, un ser que nada debe a los demás y cuya única meta es aumentar al máximo la satisfacción de sus intereses. El ser humano se concibe a sí mismo como consumidor, de modo que sólo puede ser feliz poseyendo y dominando cosas y hasta personas.
3. La conciencia ecológica
La problemática medioambiental no es una reflexión reciente. Tampoco lo es la ecología, como ciencia de las relaciones de los seres vivos con su medio.
Sí es propio de nuestro tiempo lo que podemos denominar conciencia ecológica, esto es, la existencia de una opinión pública que expresa el desacuerdo general con esta forma de hacer y entender el progreso humano y su relación con la naturaleza.
Esta conciencia ha dado lugar al ecologismo como movimiento social y teórico que pretende transformar esta situación. Dentro de esta finalidad general, el ecologismo se plantea los siguientes objetivos:
Para tomar decisiones en este campo se necesita una ética ecológica. Esta ética no se ocupa de cuáles son las relaciones del hombre con su medio, sino de cuáles deberían ser estas relaciones, es decir, se encarga de definir la responsabilidad moral que tenemos ante la naturaleza.
Aplicar la ética a la economía implica reconocer que el beneficio económico no es el único criterio de actuación, que existen límites sociales y ecológicos al crecimiento económico. Los problemas ecológicos están interrelacionados con los sociales, pues la causa genuina de nuestra situación ambiental es la distribución desigual del poder económico y político y, en definitiva, es el estilo de vida de los países ricos lo que nos está llevando al desastre ecológico.
Economía y ecología deben reivindicar su raíz común: la palabra griega oikos, que en español significa "casa", "hogar". Ambos conceptos hacen referencia a la utilización racional y justa de los recursos escasos con los que cuenta el ser humano, para él y sus descendientes. A esta idea básica responde el concepto de desarrollo sostenible.
4. Nuestra responsabilidad ante el medio ambiente
La ética es un saber práctico que orienta nuestras acciones desde el punto de vista de nuestra responsabilidad moral. Aunque somos los seres humanos los que establecemos derechos y obligaciones para nuestra conducta, también el agua, el aire, los árboles, los animales, etc., merecen nuestro respeto como condición necesaria e imprescindible para la vida humana. De ahí la existencia de una ética ecológica, cuyo objetivo es definir cuál es nuestra responsabilidad con el medio ambiente.
Los principios de esta ética tienen que ver con el valor moral básico de la solidaridad y, en definitiva, con la disposición a identificarnos con los intereses de los demás, a atender incluso como propias las necesidades de las generaciones futuras.
A partir de este principio general, la ética ecológica puede ir desgranando los criterios de decisión en cada una de las parcelas y problemáticas determinadas. En los casos concretos podemos servirnos del criterio moral general de la universalización: pensar siempre qué pasaría si todas las personas actuaran igual que nosotros lo estamos haciendo.
5. La sociedad civil en marcha
Pero los problemas medioambientales aparecen casi siempre ligados a instituciones, empresas, Estado, etc., y son normalmente muy difíciles de afrontar. Ante ellos, nuestra capacidad individual de actuar y de influir es muchas veces escasa. De ahí que la responsabilidad individual tenga que llevarse a cabo en tres niveles diferentes:
- Nivel de los sistemas administrativos: Se refiere a las condiciones económico-políticas de la ecología, definidas por los Estados y por las relaciones internacionales. Aquí cada uno de nosotros puede influir creando una opinión pública favorable a la conciencia ecológica y exigiendo un mayor control democrático de las decisiones políticas.
- Nivel de la sociedad civil: Es en este nivel donde el protagonismo de los actores individuales puede adquirir mayor importancia. Se trata de la creación de asociaciones, movimientos, clubes o cooperativas que, al estar al margen de la administración pública, pueden tener una actividad más autónoma e influir sobre los poderes públicos. Al mismo tiempo, en su seno, se amplían las relaciones entre los miembros, potenciando así la comunicación y la participación social.
- Nivel de la actividad individual: A pesar de la complejidad de nuestras sociedades, al final, cada uno de nosotros representa la instancia última de decisión y, por tanto, de responsabilidad: también está en nuestras manos cambiar la dinámica consumista y la orientación economicista que dirigen nuestras sociedades. Cada acción personal puede significar siempre una aportación a este objetivo general. Pero para que ello sea posible, la educación debe ir orientada hacia los valores ecológicos y hacia aquellas actitudes y comportamientos compatibles con esta ética ecológica mencionada. En suma, hacia un tipo de vida en armonía con la naturaleza.