Salvador Dalí: El enigma sin fin |
La definición de verdad es una tarea muy difícil. Solemos entender por verdad la conformidad de las cosas con los conceptos mentales; en este sentido nos estamos refiriendo al pensamiento. Pero también lo aplicamos a las proposiciones: la conformidad de lo que se dice con lo que se piensa o siente, y también a los juicios que se pueden negar racionalmente.
En todas las definiciones nos encontramos con un mismo problema: no hay un acuerdo unánime sobre qué sea la verdad, porque esa definición depende de la teoría con la que se esté concibiendo la verdad, del contexto en el que se emplee e incluso de la tradición cultural en la que se inscriba quien lo utiliza.
Es importante distinguir además algunos términos que suelen utilizarse como sinónimos para referirse a la verdad:
- Veracidad: es la intención del hablante de no engañar. Esto es independiente de que lo que diga sea verdadero o falso. Por ejemplo, un testigo en un juicio ha de ser veraz y contar lo que sabe, a pesar de que no sepa la verdad del caso.
- Certeza: confianza subjetiva en que algo es verdadero. Hace referencia a la claridad, a la evidencia, a tener datos suficientes para afirmar que algo es cierto.
- Autenticidad: que algo sea auténtico quiere decir que "es de verdad", esto es, que es conforme a la realidad. Por ejemplo, decimos que el zumo de naranja es auténtico porque es real, no es un sucedáneo químico.
- Sinceridad: ser sincero es ser veraz, pero introduce un matiz de compromiso de la persona. Quien es sincero se implica en la cuestión, de modo que adquiere una cierta responsabilidad.
2. Ámbitos de la verdad
Todos estos usos y los diversos contextos en que se aplican nos llevan a hablar de diversos ámbitos de la verdad:
- Verdad epistemológica: conformidad entre el conocimiento y la realidad. Lo contrario de la verdad epistemológica es la falsedad.
- Verdad ética: conformidad entre lo que digo o hago y lo que pienso o siento. Lo contrario de la verdad ética es la mentira.
- Verdad ontológica: conformidad entre las cosas reales y su apariencia o las ideas que tenemos sobre ellas. Lo contrario de la verdad ontológica es la inautenticidad.
3. La mentira
Cuando decimos algo con pretensión de engañar o sabiendo que es falso, estamos mintiendo. La mentira es moralmente injustificable porque mina las bases de la convivencia: la mentira hace imposible la comunicación, anula la confianza y, además, no puede ser un principio de actuación porque entraría en contradicción consigo misma. Sin embargo, esta afirmación es matizable, pues hay circunstancias que justifican una excepción a la regla: por ejemplo, las "mentiras piadosas".
4. Los tres sentidos de la verdad
La cultura occidental se ha constituido a partir de dos grandes tradiciones: la cultura griega y la cultura judeo-cristiana. En ellas se encuentran las bases de nuestro modo de entender el mundo. Pero, además, esas culturas tenían distintas lenguas, cada una de las cuales nos ha dejado un término diferente para hablar de la verdad y, en definitiva, un modo de concebirla. Nuestro concepto de verdad es heredero de esa triple tradición.
Julián Marías (Filósofo y ensayista, 1914-2005) |
Son bien conocidos los sentidos primariamente adscritos a las palabras que significan "verdad" en las tres lenguas que han influido más enérgicamente en la formación de la mente europea, es decir, en griego, latín y hebreo: alétheia, veritas, emunah.
El término griego alétheia ha sido entendido por los propios griegos e interpretado tradicionalmente como una voz derivada del verbo lathano, con la partícula privativa a-. Significa, pues, lo que no está oculto o escondido, lo que está patente, manifiesto, descubierto o desvelado: alétheia viene a ser, por tanto, patencia o descubrimiento. La falsedad, el pseudos, es, por el contrario, el encubrimiento. Y repárese en que tanto el descubrimiento como el encubrimiento presuponen un previo estado "neutral", que pudiéramos llamar el estar "cubierto", es decir, lo latente, que podría ser descubierto como lo que es -verdadero- o como lo que no es, es decir, suplantado por otra cosa que se superpondría a ello y lo encubriría -falsedad-. Verdad es, pues, en griego patencia o descubrimiento de las cosas, es decir, desvelamiento o manifestación de lo que son; aparece, por tanto, referida primariamente a las cosas mismas, y al decir, al logos, sólo secundariamente, en la medida en que el decir pone de manifiesto y enuncia el ser de las cosas, que así queda mostrado y puesto en la luz.
Veritas apunta, más bien, a la exactitud y el rigor en el decir; verum es lo que es fiel y exacto, completo, sin omisiones; por ejemplo, un relato en que se narra con puntualidad e integridad algo que fue. Veritas envuelve una referencia directa al decir, y más que al decir enunciativo, al decir narrativo; es el matiz que tiene la palabra castellana veracidad.
Por último, el hebreo emunah -de la misma raíz que amén- encierra una referencia personal: se trata de la verdad en el sentido de la confianza; el Dios verdadero es, ante todo, el que cumple lo que promete, como el amigo verdadero es aquel con quien se puede contar; un amigo falso, por el contrario, no es, naturalmente, un amigo "inexistente", sino un amigo que falla, en quien no se puede confiar. La voz emunah remite, pues, a un cumplimiento, a algo que se espera y que será.
Julián Marías, "Introducción a la filosofía", Revista de Occidente, 1947 (adaptado)