La muerte: horror y fascinación
La muerte es a la vez horrible y fascinante; por lo tanto no puede dejar a nadie indiferente. Horrible porque separa para siempre a los que se aman; porque el chantaje de la muerte es el instrumento privilegiado de todos los poderes; porque hace que nuestros cuerpos terminen por desintegrarse en una podredumbre innoble. Fascinante porque renueva a los vivos e inspira casi todas nuestras reflexiones y nuestras obras de arte; al tiempo que su estudio constituye un camino real para captar el espíritu de nuestra época y los recursos insospechados de nuestra imaginación. Puede decirse con verdad que amar la vida y no amar la muerte significa no amar realmente la vida.
L. V. Thomas, La muerte
La actitud religiosa como compromiso y consuelo
Hoy es frecuente llamar "lúdica" a la actitud religiosa; es coherente por cuanto ésta se desinteresa de metas de utilidad y encuentra la vida digna de celebración. Pero la religiosidad no es simplemente lúdica, pues pone en su empeño de búsqueda de salvación una absoluta seriedad; por eso, tampoco se satisface con la belleza si la belleza no tiene "verdad". Frente a la soledad heroica con que el sujeto moral -individual o colectivo- lleva "autónomamente" el peso de su compromiso y responsabilidad, el hombre religioso se siente responsable, sí, pero últimamente aliviado de su responsabilidad ("salvado") por lo mismo sagrado por cuya atracción actúa.
J. Gómez Caffarena, La entraña humanista del cristianismo (adaptado)
1. La experiencia metafísica: la arriesgada aventura de existir
El hombre es un animal inquieto e insatisfecho que no encuentra sentido en cualquier explicación que se le ofrece, anda siempre buscando un "porqué" a todas sus preguntas, le gustaría dejar de ser un náufrago de la vida y pisar tierra firme para tener seguridad en los proyectos que emprende. Esta búsqueda de "tierra firme" para sus proyectos está en el origen de una experiencia metafísica que es una experiencia de :
- Finitud: porque es frágil, vulnerable y, tanto física como mentalmente, limitado.
- Poder de lo real: porque se siente desbordado por una realidad que lo apodera, lo orienta y lo sitúa ante el conjunto de la realidad.
- Libertad: porque orienta su vida como posibilidad, proyecto, aventura y creación.
- Plenitud: porque llena su vida de significados y la descubre valiosa, a pesar de lo insignificante que es en la totalidad del universo, la historia o la vida humana.
Más que tierra firme, el esfuerzo del ser humano ha producido pistas y orientaciones con las que se ha ido manteniendo a flote en el tiempo. La filosofía, la religión y la cultura son orientaciones con las que evitar el naufragio de la vida. Fruto de este esfuerzo ha sido la explicación de numerosos problemas que parecían inexplicables: curación de enfermedades, previsión de catástrofes, supresión de sacrificios, etc. Sin embargo, a pesar del esfuerzo, los problemas no se terminan, incluso se generan otros nuevos (genoma, clonación, etc.). Este esfuerzo nos muestra que el sentido de la vida no es sólo un problema científico sino que tiene mucho de aventura, misterio y experiencia del poder de una realidad que nos desborda y atrapa. Una experiencia que Xavier Zubiri describía como "religación" a lo real.
Tres caminos para el sentido
Si indagamos cómo se comporta el hombre de la calle en su búsqueda de sentido, descubrimos que existen tres caminos principales que conducen a la realización del sentido: el primero consiste en llevar a cabo una acción o crear una obra; el segundo supone experimentar algo o encontrarse con alguien; en otras palabras, el sentido puede hallarse no sólo en el trabajo sino en el amor. Sin embargo, el camino más importante es el tercero: al tener que enfrentarnos a un destino que no está en nuestras manos cambiar, nos sentimos interpelados a sobreponernos a nosotros mismos y a crecer más allá de nosotros mismos; en una palabra, a cambiarnos a nosotros mismos. Y esto es igualmente aplicable al dolor, a la culpa, a la muerte, hasta el punto de que podemos convertir el sufrimiento en una realización y logro humano, deducir de la culpa la oportunidad de cambiar a mejor, y ver en la transitoriedad de la vida un incentivo para actuar de manera responsable.
V. R. Frankl, Logoterapia y análisis existencial
3. La muerte, una situación límite
Una de la situaciones humanas más inexplicables es la de la muerte. Es una situación que no sólo ha generado explicaciones científicas o creencias religiosas, sino que se encuentra en el origen de la filosofía como actitud radical.
A diferencia de las situaciones donde los problemas pueden ser resueltos por algún tipo de razonamiento, hay situaciones donde la realidad nos desborda y, entonces, descubrimos nuestra impotencia. Estas situaciones que ponen a prueba nuestra capacidad para encontrar una explicación reciben el nombre de situaciones límite. La muerte es una situación límite que pone la prueba la radicalidad de cualquier filosofía.
4. La angustia ante la muerte: problema y misterio
La muerte ha sido para la filosofía mucho más que un problema. La muerte no es una cuestión científica, técnica o médica que podamos afrontar y delimitar con precisión. Es, en gran medida, un misterio porque genera en nosotros una cantidad de preguntas para las que no siempre tenemos respuesta. La inquietud que genera en nosotros no se calma racionalmente con facilidad, por eso genera una inquietud radical que llamamos angustia.
Poder y límites de la medicina
Se ha perdido la humildad de la medicina ante el poder de la naturaleza. Con el espectacular aumento de los conocimientos científicos cada vez estamos menos dispuestos a admitir que aún controlamos muchas menos cosas de las que nos gustaría. Los médicos aceptan la presunción de que la ciencia nos ha hecho todopoderosos y, en consecuencia, de que somos los únicos adecuados para juzgar cómo hemos de emplear nuestra capacidad.
S. B. Nuland, Cómo morirnos (adaptado)
Aproximación al concepto de muerte
Se plantea en términos tan heterogéneos que debemos preguntarnos si cada vez que se lo nombra se está hablando de la misma cosa. No es propia sólo del hombre y los seres vivos. Afecta a todo lo que tiene dimensión temporal: las sociedades se desmoronan, los sistemas culturales y las etnias entran en decadencia, los objetos se desgastan convirtiéndose en residuos y ruinas, y las estrellas perecen de dos manera: transformándose en enanas blancas o, por explosión, en supernovas. Se habla así, desde una perspectiva específicamente humana, de muerte física o caída en lo homogéneo y la entropía, que afecta al cuerpo máquina; de muerte biológica, que culmina en el cadáver; de muerte psíquica, la del "loco" encerrado en su autismo; de muerte social, por último, que se manifiesta en la reclusión carcelaria o psiquiátrica. A lo que habría que agregar la muerte espiritual, es decir, la del alma en pecado mortal según la doctrina cristiana.
L. V. Thomas, La muerte (adaptado)
Muerte y sinsentido
La muerte es la separación irremediable: los movimientos biológicos pierden toda dependencia respecto al significado, la expresión. La muerte es descomposición: es la no respuesta. Alguien que muere: un rostro que se convierte en máscara. La expresión desaparece. La muerte, en lugar de dejarse definir en su propio acontecimiento, nos afecta por su sinsentido. El punto que parece indicar en nuestro tiempo es un signo de interrogación: una apertura hacia lo que no aporta ninguna posibilidad de respuesta. Tal interrogación es una modalidad de la relación con el más allá del ser.
E. Levinas, Dios, la muerte y el tiempo (adaptado)