"Soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño." Unamuno desarrolla en
"Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos" su concepto de hombre. Pensaba que en la clásica definición de hombre como
animal racional, nos quedamos sólo con la dimensión racional, y olvidamos muchas veces el primer término: el hombre es un animal, con un cuerpo, con sentimientos, pasiones, etc. Para ello acuñó una expresión que define perfectamente su idea del hombre como animal de sentimientos, a saber,
"el hombre de carne y hueso".
De acuerdo con esta concepción, la historia de la filosofía ha dedicado demasiadas reflexiones al hombre abstracto, al hombre-razón, y se ha olvidado del hombre concreto:
"El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere -sobre todo muere-, el que come, y bebe, y juega, y duerme, y piensa, y quiere: el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano."
Unamuno afirma en una célebre frase que
"el progreso surge de la enfermedad", con lo que nos quiere poner de manifiesto que el progreso humano tiene su raíz en una característica propia de la inteligencia humana, a saber, su capacidad de equivocarse. Frente a los instintos animales, el ser humano posee inteligencia, es decir, capacidad de inventiva, de argumentación, de lenguaje, pero también de equivocación.
Los animales nunca se equivocan, pero pagan por ello un gran precio: no existen para ellos la innovación, el perfeccionamiento y el progreso.
Frente a los instintos animales, la inteligencia humana en todo momento anda creando nuevos instrumentos y formas de vida, si bien esa creación técnica, científica y social no siempre discurre en progreso lineal, sino que en la mayoría de las ocasiones surgen obstáculos, errores, equivocaciones. Detrás de la inteligencia humana, y como motores de ella, Unamuno pone de manifiesto dos instintos que la impulsan en la búsqueda continua de la verdad: el instinto de conservación y el instinto de perpetuación.
- Instinto de conservación: Está dirigido e impulsado por el hambre. Gracias al deseo de satisfacer el instinto de sustento, el género humano ha buscado los medios para su supervivencia. Este instinto lo comparten la especie humana y el reino animal. Gracias a él, el hombre ha logrado el conocimiento necesario para vivir y para conocer el mundo sensible en el que se desarrolla.
- Instinto de perpetuación: Está dirigido e impulsado por el amor. Entiende Unamuno en primer lugar que se trata de un amor sexual, biológico, de reproducción de la especie, pero también de un amor hacia las relaciones humanas en general. El amor es el principio de atracción que posibilita la sociedad humana, gracias al interés por una vida mejor. Gracias a él el hombre ha logrado un conocimiento reflexivo, específicamente humano, suprasensible y trascendente. La fe, la creencia, es un modo de conocimiento que permite perpetuarse, para sobrevivir a las miserias del mundo sensible.
El hombre, en definitiva, está preocupado por el único problema que tiene sentido, a saber, el de la inmortalidad personal, problema por otro lado irresoluble tanto desde la racionalidad como desde el conocimiento religioso.
El sentimiento trágico de la vida es esa pasión que existe detrás de todo espíritu inquieto y preocupado por el sentido de su existencia. Quien no posee este sentimiento, está acomodado a una vida sin pasión:
- Los que se basan en un discurso racional quieren hacer del agnosticismo y del ateísmo un consuelo y motivo de vida. A los agnósticos racionales, Unamuno los llama "estúpidos afectivos", en la medida en que son incapaces de sentir otra realidad que no sea la que plantea la razón.
- Los que se arrastran por los sentimientos, y hacen de la religión su consuelo y motivo de vida. A éstos, Unamuno los llama "estúpidos intelectuales", en la medida que desprecian la razón sin haberla criticado previamente. Son poseedores de una "fe infantil" basada en un sentimiento religioso sin fuerza, porque nunca han superado la crisis que toda verdadera fe ha de pasar.
Frente a estas dos posturas, Unamuno propone una
duda de pasión, fruto de la contradicción y la lucha entre la razón y el sentimiento. Dios y la inmortalidad sólo pueden ser el resultado de una búsqueda impulsada por la
pasión por la verdad, que es la energía que mueve al sentimiento trágico de la vida que poseen ciertos individuos y algunos pueblos.