Uno de los grandes temas de la filosofía es el propio ser humano. Siempre ha estado presente, desde el pensamiento griego hasta la época actual, y no ha dejado de exaltarse su valor, sus particularidades y su poder, pero, junto a ello, han ido sucediéndose grandes acontecimientos culturales que han cuestionado ese valor. Uno de esos acontecimientos es el descubrimiento de su origen biológico: nuestra especie procede de otras especies animales por evolución. No podremos comprender y valorar adecuadamente las particularidades y originalidades humanas, que las tiene, si no somos conscientes de sus orígenes.
Una cuestión científica y filosófica
Ciertamente, la evolución humana es un tema que pertenece a la ciencia positiva. Pero planteado por los hechos, no puede menos de afectar a la filosofía y a la teología mismas. Dejando de lado, por el momento, el aspecto teológico de la cuestión, la idea del origen evolutivo de nuestra humanidad, a pesar de ser una idea científica, es una idea que, como muchas otras, se halla en la frontera de la ciencia y de la filosofía; constituyen problemas fronterizos, bifaces. Y en cuanto tales necesitan ser tratados también filosóficamente. ¿Qué significa, qué es, filosóficamente, el origen evolutivo de nuestra humanidad?
X. Zubiri, Siete ensayos de antropología filosófica
El ser humano, una especie única
Aunque en el aspecto genético somos unos primates muy próximos a los chimpancés y un producto de la evolución, constituimos un tipo de organismo radicalmente diferente a todos los demás. Somos los únicos seres que se preguntan por el significado de su propia existencia.
Pero no nos dejemos ahora llevar por un exceso de triunfalismo, porque también es cierto que desde los comienzos de las ideas científicas entre los griegos se han hecho muchos esfuerzos por situar a nuestra especie de espaldas a la naturaleza o, peor aún, por encima de ella. De aquí proceden algunos de los grandes problemas que aquejan a la humanidad en el momento presente. Solo a partir de Darwin se ha comprendido que no somos la especie elegida, sino, como dice Robert Foley, una especie única entre otras muchas especies únicas, aunque eso sí, maravillosamente inteligente.
Y no deja de ser paradójico que tantos siglos de ciencia nos hayan llevado a saber algo que cualquier bosquimano de Kalahari, cualquier aborigen australiano o cualquiera de nuestros antepasados que pintaron los bisontes de Altamira conocía de sobra: que la Tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la Tierra.
J.L. Arsuaga e I. Martínez, La especie elegida
Ciencias y creencias
Desde siempre, el hombre no de dejado de preguntarse por su propio origen. Ha elaborado muchas respuestas desde los mitos, las religiones, las grandes construcciones literarias y el ejercicio racional, constituido por la filosofía y la ciencia, y hay que saber contextualizarlas. Por ejemplo, a la hora de hablar del origen de la naturaleza, las religiones y la ciencia no tienen las mismas pretensiones. Sus respuestas no son comparables: ni la religión puede sustituir a la ciencia a la hora de explicar el mundo, ni la ciencia sustituir a la religión para hablar del sentido de este mundo y del ser humano en él.
Pero en las épocas en que surgieron las religiones y las mitologías eran ellas las encargadas de dar también explicaciones naturales. El desarrollo de la ciencia, con su peculiar forma de acercarse al mundo, acaba con las falsas pretensiones de las religiones o de las mitologías. Gracias a la ciencia, la religión (o la mitología) ha podido abandonar aquellas funciones que no eran de su competencia y para las que no estaba preparada. Además, los "grandes relatos", mitológicos o religiosos, de la creación no eran sólo explicaciones de la naturaleza, sino medios que daban un sentido y una vivencia a aquellas personas que compartían ese universo de creencias.
Mitos y religiones
Nuestra cultura actual se configura básicamente a partir de dos tradiciones: la judeocristiana y la grecorromana. En ellas existen relatos y narraciones que dan cuenta de los orígenes del universo y de la humanidad.
1) La tradición judeocristiana: Para esta tradición, Dios ha creado el mundo y al ser humano, a quien concede un "lugar" privilegiado. El primer libro de la Biblia, el Génesis, nos relata cómo Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza.
Al principio creó Dios el cielo y la tierra.
La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
Dijo Dios: -Que exista la luz.
Y la luz existió (...).
Y dijo Dios: -Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles.
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
2) La tradición grecorromana: Son muchos los llamados relatos griegos y romanos de los orígenes. De entre ellos cabe destacar el mito de Prometeo y Epimeteo, el cual, a través de la versión platónica, nos narra el origen del hombre y las diferencias con el resto de los animales.
Hubo una vez un tiempo en que existían los dioses, pero no había razas mortales. Cuando también a estos les llegó el tiempo destinado a su nacimiento, los forjaron los dioses dentro de la tierra con una mezcla de tierra y fuego, y de las cosas que se mezclan a la tierra y el fuego. Y cuando iban a sacarlos a la luz, ordenaron a Prometeo y a Epimeteo que los aprestaran y les distribuyeran las capacidades a cada uno de forma conveniente. Y así, equilibrando las demás cosas, hacía su reparto. Planeaba esto con la precaución de que ninguna especie fuera aniquilada.
Platón, Protágoras (adaptado)
La tradición judeocristiana ha destacado el elemento creacionista y ha acentuado así la dependencia del ser humano y del mundo con respecto a su creador. La tradición griega y romana, después de las grandes elaboraciones de Platón y, sobre todo, de Aristóteles (siglo IV a.C.), ha destacado el carácter fijista, es decir, que las especies son inmutables y no varían a lo largo de los siglos. El fijismo y el creacionismo se mantendrán durante la Edad Media y buena parte de la Edad Moderna, hasta el siglo XIX, como principios raramente cuestionados de la explicación de los seres naturales y, entre ellos, del ser humano.
Será a partir de Linneo, Lamarck y, sobre todo, Darwin cuando se plantearán nuevas posibilidades sobre el origen de los seres vivos y del ser humano. Como veremos más adelante, las aportaciones de estos científicos darán lugar a un vivo debate entre creacionistas y evolucionistas en el que se esgrimirán todo tipo de argumentos a favor y en contra de cada una de las posturas.
La ciencia ante la variedad natural
El descubrimiento de América, además de todas las implicaciones sociales, económicas o políticas, tuvo importantes consecuencias en el mundo de la ciencia natural. Se descubrieron nuevas especies, tanto animales como vegetales, desconocidas en el Viejo Mundo. El mundo, que parecía perfectamente conocido y explicado siglos atrás, se abría nuevamente a la observación y a la admiración. Junto a este interés por recopilar nuevas experiencias e informaciones de la naturaleza, se produce otro hecho que marcará la historia natural posterior: el nacimiento de la ciencia moderna. La ciencia consiguió emanciparse de saberes más tradicionales, filosóficos o religiosos, y lo hizo gracias a un método adecuado. Sólo quedará que la ciencia naciente, surgida en el campo de la física, la astronomía o las matemáticas, pase a dedicarse al estudio exhaustivo de lo vivo.
La riqueza de lo vivo y las posibilidades de la ciencia darán lugar a la emergencia de la biología moderna. Un hombre protagonizará este hecho: Carl Linneo.
|
Carl Linneo (Suecia, 1707-1778) |
Linneo: un intento de organizar la naturaleza viva
El gran valor de Linneo es llevar a cabo una sistematización de la pluralidad de los seres vivos. En Linneo se unen el afán moderno de describir el mundo vivo y el esfuerzo, también moderno, de organizarlo. Propuso una nomenclatura que conservamos hoy día y que consiste en asignar a toda forma viva dos nombres transcritos en latín; el primero, más amplio, designa el género, y el segundo, más restringido, la especie. Así, Linneo creará, por ejemplo, la expresión Homo sapiens para referirse al ser humano. Homo designa el género (el grupo), sapiens el tipo.
Elaborará grandes clasificaciones donde podrá encuadrar todas las formas vivas conocidas o aún por conocer. Según él, de esta manera podemos explicar el plan de la "creación divina". Linneo, a pesar de sus aportaciones científicas, sigue siendo fijista y creacionista.
Lamarck: la primera gran teoría de la evolución
A principios del siglo XIX, Lamarck expuso una teoría evolutiva del origen de las especies. Todas las especies, tanto vegetales como animales, proceden unas de otras, es decir, hay una continuidad en el mundo natural. Para explicarlo utilizó dos leyes o principios:
- "La función hace al órgano": Un órgano utilizado frecuentemente se desarrolla más que si no se utiliza. Un órgano muy utilizado tiende a hipertrofiarse y, si no se utiliza, se atrofia. La adaptación al medio produce modificaciones morfológicas.
- "Las transformaciones individuales adquiridas por el uso o desuso se transmiten a los descendientes": De esta manera se explicaría la aparición de nuevas especies; las ganancias morfológicas individuales pasan a las generaciones siguientes.
El ejemplo que solía poner el propio Lamarck era el de las jirafas; éstas tienen el cuello tan largo por la necesidad de adaptación en un determinado momento de la evolución (al tener que alimentarse de árboles altos) y el paso de esta modificación a la descendencia.
Pero, a pesar de sus propias teorías, Lamarck no se atrevió a situar al ser humano en continuidad con el resto de especies y afirmó su origen "creado".
|
Charles Darwin (1809-1882) |
Las aportaciones de Darwin
Sin embargo, debemos reconocer, a mi juicio, que el hombre y todas las nobles cualidades que le adornan, la compasión que siente por los más envilecidos de sus semejantes, su benevolencia que hace extensiva no sólo a otros hombres sino también a la más humilde de las criaturas vivientes, su intelecto cuasidivino, que ha penetrado los misterios del movimiento y de la constitución del sistema solar... El hombre, provisto de todas estas excelsas facultades, lleva impreso todavía en su estructura corporal el sello indeleble de su humilde origen.
Ch. Dawin, El origen del hombre
Darwin no sólo va más allá de Lamarck al extender la teoría de la evolución a todos los seres vivos, sino que la cambia de una forma sustancial.
Su principal aportación radica en la explicación del mecanismo evolutivo. Este mecanismo consiste en la "lucha por la existencia", en la que los individuos menos aptos son eliminados; es decir, se produce por selección natural. Así, Darwin rechaza la segunda ley explicativa de Lamarck. No se puede sostener científicamente que las variaciones individuales pasen a la descendencia. Según Darwin, lo que sucede es que esas variaciones ya están dadas en la línea de descendencia y lo que hace el ambiente es seleccionar las más apropiadas. De cada especie nacen más individuos de los que pueden sobrevivir y, entre ellos, se produce una lucha por la existencia, por lo que cualquier modificación que se produzca en el individuo y sea ventajosa, será seleccionada naturalmente. Esta conservación de diferencias y variaciones individuales favorables de denomina selección natural o supervivencia del más apto.
Como cada especie tiende, por su razón geométrica de reproducción, a aumentar extraordinariamente en número de individuos, y como los descendientes modificados de cada especie serán capaces de aumentar tanto más cuanto más se diversifiquen en costumbres y conformación, de modo que puedan apoderarse de muchos y diferentes puestos en la economía de la naturaleza, habrá una tendencia constante en la selección natural a conservar la descendencia más divergente de cualquier especie. Por consiguiente, durante un largo proceso de modificación, las leves diferencias características de las variedades de una misma especie tienden a aumentar hasta convertirse en las grandes diferencias características de las especies de un mismo género. Las variedades nuevas o perfeccionadas suplantarán y exterminarán inevitablemente a las variedades más viejas, menos perfeccionadas e intermedias; y así las especies se convertirán en gran medida en entidades definidas y precisas. Este hecho capital de la agrupación de todos los seres orgánicos en lo que se llama el sistema natural, es completamente inexplicable por la teoría de la creación.
Ch. Darwin, El origen de las especies (adaptado)
Después de Darwin: genética y teoría sintética de la evolución
Hubo dos preguntas a las que Darwin no supo responder. Ambas estaban relacionadas con su teoría de la evolución y eran la clave que le faltaba para tener una explicación más completa del proceso:
- ¿Qué es lo que hace que se mantengan ciertas características de generación en generación?
- ¿Cuál es el mecanismo por el que, a pesar de la permanencia de ciertos rasgos, se produce también la variación?
Es decir, se trataba de explicar por qué los hijos se parecen a los padres y por qué ningún individuo es exactamente igual a otro.
Para responderlas tuvo que nacer una nueva ciencia: la genética. Fue Mendel quien inició un tipo de explicación basado en el descubrimiento de la existencia de una información bioquímica en el interior de las células que determina los rasgos de los individuos. Sus experimentos solo alcanzaron a expresar regularidades en la transmisión de los caracteres hereditarios y no se tuvieron en cuenta hasta que, en 1900, De Vries, Correns y Tschermak redescubrieron sus leyes. La importancia de las investigaciones de estos autores está en el descubrimiento del mecanismo del cambio genético: la mutación. Se trata de una alteración que origina una variación en la información genética. La mutación es la clave de la evolución, pues estas alteraciones genéticas son las que dotan de nuevos rasgos a los individuos, produciendo una variabilidad sobre la que actúa la selección natural.
Autores posteriores completarán estas investigaciones hasta descubrir la existencia de un código genético, común a todas las especies vivas, inscrito en la doble hélice de ADN (descrita por J. Watson y F. Crick en 1953). La transmisión de ciertos genes (fragmentos de esa cadena de ADN que controlan los caracteres de un individuo) de padres a hijos explica la permanencia de ciertos caracteres; la recombinación de esa información genética explica la variabilidad.
En la actualidad, gracias al desarrollo de la biología molecular, conocemos en buena medida el funcionamiento y transmisión de la información genética, hasta el punto de disponer ya de ciertos "mapas" cromosómicos y de su "significado". Con ello, el ser humano ha conseguido tener las herramientas para modificar el proceso evolutivo de los seres vivos, incluido él mismo.