Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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domingo, 17 de julio de 2022

Naturaleza y concepto de motivación

Puede decirse que la psicología humana se ocupa del modo como nos comportamos frente a las personas, los acontecimientos y las cosas; como disciplina científica no sólo ha de describir y clasificar los diversos actos conductuales, sino también investigar y formular sus integrantes y condiciones, tratando de formar un cuerpo legal con carácter explicativo-comprensivo y predictivo-postdictivo, además de posibilitar con ello el control o regulación de tales actos. Pues bien, en esta tarea, el análisis de la motivación juega un papel central: defínase como se quiera, la motivación es un constructo que siempre apunta a los fundamentos psicológicos de nuestro comportamiento, a aquello que hay dentro de nosotros (consciente o inconsciente) y a nuestro alrededor, que nos impulsa y dirige y que permite que nuestros actos sean lo que son y no de otro modo, o, en delimitación mucho más breve, un concepto multifacético respecto de procesos encubiertos que inician o energizan una u otra forma de conducta.
Los diversos actos de nuestro organismo se originan por la oportuna activación de una serie de programas innatos y adquiridos, en donde la sensibilidad, la atención y la afectividad, así como las correspondientes estructuras y procesos fisiológicos subyacentes, juegan su papel. Ahora bien, nosotros mantenemos que, para que pueda hablarse de genuina conducta, hay que contar imprescindiblemente con la motivación, proceso que integra todos los anteriores y otros de naturaleza superior (como el aprendizaje, la memoria, el pensamiento, etc.), en una organización unitaria y coherente, además de proporcionar la activación global de todo ese conjunto.
Los actos de los seres vivos pueden ubicarse en una hipotética línea continua, cuyo límite inicial viene marcado por la contractilidad y el final por lo que entendemos por conducta: la contractilidad es una reacción elemental que aparece ante muy diversos estímulos del entorno; los tropismos, kinesias y taxias son reacciones algo más complejas, las cuales tienen lugar ante estímulos físicos y químicos particulares; en un nivel superior estarían las respuestas a estimulaciones más concretas y con mayor implicación de estructuras y funciones psicoorgánicas, tales como son los reflejos incondicionados, condicionados y las pautas instintivas (aunque éstas exigen de la existencia de unos programas innatos altamente estructurados y aparecen sólo ante estímulos muy específicos); finalmente, la conducta incluye la existencia de procesos psicosociales, de entre los que el proceso motivacional se torna esencial, suponiendo la toma del mando de elementos interactivos de naturaleza superior y muy compleja. Puede inferirse, entonces, que la motivación propiamente dicha sólo se organiza en el ser humano, lo que no quiere decir que en los animales (y más concretamente en los mamíferos) se dejen de dar hechos que expresan esbozos de tal proceso, los cuales sostienen pautas de respuestas próximas a la conducta.
La motivación, en todo caso, facilita la puesta en marcha de los programas innatos y adquiridos de conducta, o, como dicen Taylor y otros (1982), la activación de las secuencias de actos dirigidos a una meta: la motivación implica una serie de influencias que inician, mantienen, regulan y detienen los actos precisos para conseguir ciertos objetivos a través del acceso a la meta prevista. Por ello, la esencia de la motivación queda recogida en una clásica definición (Newcomb, 1956), que concreta que es “un estado del organismo en el cual la energía corporal es movilizada y dirigida selectivamente hacia partes del ambiente”.

Dicho de otra manera, la motivación comprende tres procesos:

  1. una activación global del organismo, a expensas de necesidades, impulsos, pulsiones, tendencias, intereses o propósitos, lo que trae como consecuencia la dinamización del organismo como un todo;
  2. un encauzamiento de los actos necesarios para alcanzar el objetivo previsto, lo que supone un acercamiento o alejamiento de la meta u objeto hacia el que se dirigen las necesidades, pulsiones, etc.;
  3. una autorregulación de la intensidad, persistencia, presencia o ausencia de los actos y actividades insertos en la secuencia de conducta, siendo habitual que el individuo parta de una especie de plan-guion, más o menos flexible, a expensas de sus recursos, experiencias previas, expectativas de éxito, accesibilidad de las metas, etc. 

En todo caso, debe quedar claro que la motivación no es algo dado, con lo que el individuo cuenta sin más, sino que ha de ser adquirida, estando en continua reorganización: incluso cuando implica necesidades primariamente biológicas e innatas (como el hambre, la sed o la sexualidad), toma matices y ropajes muy variados en función del aprendizaje y de la estructura personal del sujeto, así como de las condiciones dadas por el ambiente, llegando a complejos desarrollos que no se observan en los actos del animal.