La última gran revolución de los medios de masas es internet, capaz de absorber prensa, radio, televisión, cine, etc. |
La realidad de los medios de comunicación de masas ha evolucionado mucho en relativamente pocos años.
Si en el siglo XIX "medios de comunicación" y "prensa" eran términos prácticamente sinónimos, el el siglo XX el panorama empezó a cambiar con la radio y el cine. Un salto cualitativo se dio, hacia la mitad de este siglo, con la llegada de la televisión: el medio por excelencia, aquel que demostró en su momento un mayor poder e influencia por su alcance prácticamente universal (llega a todas las familias, de todos los niveles económicos y culturales). La segunda gran revolución se da a finales del siglo XX y principios del siglo XXI: se trata de internet, que progresivamente va absorviendo todas las manifestaciones anteriores (prensa, televisión, cine, música) y queda como la referencia fundamental, casi única, de los medios de comunicación de masas.
Desde un punto de vista psicológico, se estudia el papel de los medios de masas como modificadores de actitudes, especialmente en relación con los niños (cuya personalidad está menos formada y es más sensible a influencias) y fundamentalmente en relación con la violencia, la pornografía y la discriminación social. Los psicólogos y otros científicos sociales llevan décadas discutiendo sobre estos temas, primero en relación con el cine y la televisión y últimamente con internet, las redes sociales y los videojuegos. Aunque la teoría de que la simple contemplación de un hecho (por ejemplo, un hecho violento) induce a imitarlo parece excesivamente simplista (lo que no excluye que algunas veces pueda ocurrir), existe un consenso general, basado en comprobaciones científicas, sobre la verdad o al menos alta probabilidad de afirmaciones como éstas:
1) Existe una correlación estadística fácilmente comprobable entre la cantidad de violencia contemplada por niños y adolescentes y el número de delitos violentos. Lo que se discute es cuál de estos dos factores es causa y cuál efecto, es decir, si la violencia en los medios causa la violencia real u ocurre más bien al revés: como vivimos en una sociedad violenta y las personas que usan los medios son también violentas, muestran su preferencia por los contenidos violentos, que se convierten así en objeto de demanda masiva.
2) El elemento decisivo en cuanto a los efectos de la contemplación de violencia no es tanto la cantidad de violencia mostrada, sino el hecho de que ésta sea reforzada (por ejemplo, si aparecen criminales felices); si esto ocurre, lo normal es que surja en el espectador, sobre todo si es un niño o persona poco formada, la tendencia a imitar lo que ve (como demostró Bandura en el experimento del "muñeco bobo").
3) No se ha comprobado nunca (aunque algunos autores de inspiración etológica así lo sostienen) que el consumo de películas, imágenes y juegos de violencia pueda servir como vía de escape de una agresividad que, de otro modo, produciría consecuencias indeseables: si fuera así, allí donde hay más permisividad para acceder al material violento debería haber un índice más bajo de delitos de este tipo, pero lo que sucede es justamente lo contrario. Lo mismo puede aplicarse a la contemplación de pornografía y a los índices de violencia sexual: éstos no disminuyen cuando se eleva el consumo de pornografía, sino al contrario.
4) La contemplación reiterada de violencia, sobre todo por los niños y adolescentes, aparte de producir una percepción deformada de una realidad bastante menos violenta de lo que aparece en los medios, genera insensibilidad ante el sufrimiento y la muerte, realidades que, al ser presentadas como un espectáculo, son desdramatizadas y trivializadas.
5) Los efectos anteriormente expuestos (refuerzo de las actitudes violentas preexistentes, insensibilización ante la violencia real) son tanto mayores cuanto más realista y próxima a la situación del espectador se presenta la violencia: la violencia estilizada de las antiguas películas del oeste o la situada en contextos fantánticos-mitológicos como El señor de los anillos o La guerra de las galaxias es percibida siempre como irreal y por tanto difícilmente imitable, no así si aparece en un contexto contemporáneo o, como es desgraciadamente posible en internet, si se muestran torturas y muertes reales.
6) Se ha comprobado también la relación entre el consumo de pornografía y el desarrollo de actitudes violentas o denigratorias contra las mujeres, o al menos una pérdida de sensibilidad frente a hechos como violaciones y agresiones sexuales. En 1984, dos grupos de alumnos asistieron a proyecciones de películas durante seis semanas: en un caso se trataba de películas pornográficas o con sexo explícito y en el otro no. Tres semanas después, comentaron una noticia de prensa sobre el juicio a un violador y contestaron una encuesta sobre la condena que debería imponérsele: los que habían consumido material pornográfico propusieron condenas que, como media, eran la mitad de las propuestas por los estudiantes del otro grupo. Parece claro que, para estos alumnos, la simple exposición a pornografía había provocado una modificación de sus actitudes sobre la violación y el maltrato a mujeres en el sentido de que estas conductas eran ahora consideradas menos graves que antes.
2) El elemento decisivo en cuanto a los efectos de la contemplación de violencia no es tanto la cantidad de violencia mostrada, sino el hecho de que ésta sea reforzada (por ejemplo, si aparecen criminales felices); si esto ocurre, lo normal es que surja en el espectador, sobre todo si es un niño o persona poco formada, la tendencia a imitar lo que ve (como demostró Bandura en el experimento del "muñeco bobo").
3) No se ha comprobado nunca (aunque algunos autores de inspiración etológica así lo sostienen) que el consumo de películas, imágenes y juegos de violencia pueda servir como vía de escape de una agresividad que, de otro modo, produciría consecuencias indeseables: si fuera así, allí donde hay más permisividad para acceder al material violento debería haber un índice más bajo de delitos de este tipo, pero lo que sucede es justamente lo contrario. Lo mismo puede aplicarse a la contemplación de pornografía y a los índices de violencia sexual: éstos no disminuyen cuando se eleva el consumo de pornografía, sino al contrario.
4) La contemplación reiterada de violencia, sobre todo por los niños y adolescentes, aparte de producir una percepción deformada de una realidad bastante menos violenta de lo que aparece en los medios, genera insensibilidad ante el sufrimiento y la muerte, realidades que, al ser presentadas como un espectáculo, son desdramatizadas y trivializadas.
5) Los efectos anteriormente expuestos (refuerzo de las actitudes violentas preexistentes, insensibilización ante la violencia real) son tanto mayores cuanto más realista y próxima a la situación del espectador se presenta la violencia: la violencia estilizada de las antiguas películas del oeste o la situada en contextos fantánticos-mitológicos como El señor de los anillos o La guerra de las galaxias es percibida siempre como irreal y por tanto difícilmente imitable, no así si aparece en un contexto contemporáneo o, como es desgraciadamente posible en internet, si se muestran torturas y muertes reales.
6) Se ha comprobado también la relación entre el consumo de pornografía y el desarrollo de actitudes violentas o denigratorias contra las mujeres, o al menos una pérdida de sensibilidad frente a hechos como violaciones y agresiones sexuales. En 1984, dos grupos de alumnos asistieron a proyecciones de películas durante seis semanas: en un caso se trataba de películas pornográficas o con sexo explícito y en el otro no. Tres semanas después, comentaron una noticia de prensa sobre el juicio a un violador y contestaron una encuesta sobre la condena que debería imponérsele: los que habían consumido material pornográfico propusieron condenas que, como media, eran la mitad de las propuestas por los estudiantes del otro grupo. Parece claro que, para estos alumnos, la simple exposición a pornografía había provocado una modificación de sus actitudes sobre la violación y el maltrato a mujeres en el sentido de que estas conductas eran ahora consideradas menos graves que antes.