Sócrates, de quien el oráculo de Delfos dijo que era "el más sabio de los hombres", fue condenado por los sabios de Atenas a beber la cicuta. Las circunstancias de su muerte lo inmortalizaron.
El modo de enseñar de Sócrates, que buscaba por medio del diálogo la sabiduría oculta en cada persona, se interpretó como una forma de corrupción y de transmisión de ideas filosóficas peligrosas. Sorprendentemente, Sócrates, a pesar de declararse inocente de los cargos, no intentó defenderse de las acusaciones que se vertieron contra él, sino que en el discurso que pronunció el mismo día de su muerte hizo una nueva manifestación de sus creencias, en el tono irónico que le caracterizó siempre.
La tranquila asunción de su muerte, rechazando la posibilidad de huida que le ofrecieron sus amigos, fue la manifestación de su convicción de que una vida virtuosa como la suya debía tener también un final a la misma altura.
"Sólo sé que no sé nada"
La gran novedad de las ideas de Sócrates reside en el intento de hacer mejores a los demás por medio del reconocimiento de los límites del conocimiento, de la conciencia de su propia ignorancia. Una idea manifestada en una frase también famosa: "sólo sé que no sé nada". Con ella se mostraba más sabio que quienes afirmaban saber algo, pues sólo el conocimiento de las propias limitaciones y carencias permite subsanarlas.
La convicción ingenua y soberbia de la propia sabiduría impide el conocimiento. Es contraria a la actitud filosófica, pues quien se asombra y extraña, reconoce su ignorancia y trata de superarla. Pero quien ha perdido la actitud de admiración "como los niños", no está en el camino del saber sino en el de la complacencia ignorante.
Sócrates utilizaba un método dialéctico; a través del diálogo iba forzando a sus interlocutores a analizas sus propias ideas, de modo que, al final lograran extraer verdades de su interior, de las que no eran conscientes. Es el arte de la mayéutica: ir desvelando lo oculto para evidenciar lo mejor de cada persona. Por eso, Sócrates no escribió ninguna obra: la sabiduría estaba, para él, en el diálogo, en la palabra hablada. Con ello también se revela otra de sus ideas básicas: que el relativismo moral no permite el entendimiento entre los hombres (y por eso imposibilita la política). Es preciso definir con rigor los conceptos morales. Sólo así sabremos qué queremos decir, por ejemplo, con la palabra "justicia".
Sócrates defendía que la virtud puede ser enseñada. La filosofía tiene por objeto la educación moral del hombre y por ello puede enseñarse: en primer lugar, con el ejemplo de una vida virtuosa; en segundo lugar, conociendo la virtud para ejercerla como buen ciudadano y contribuir así a crear una sociedad justa. Esto le lleva a identificar la virtud con la sabiduría, pues es necesario conocerla para poder ejercitarla. A esta posición de la denomina intelectualismo moral.
Muerte de Sócrates, representada por Dufresnoy |
Sócrates es considerado el primer filósofo que reflexiona sobre la ética. Enseña la virtud y la vive. Cuando, ante su condena a muerte, sus amigos pretenden que huya, él rechaza esta posibilidad porque, dice, es preferible morir acorde con la propia conciencia, que salvar la vida transgrediendo las leyes de la ciudad. Leyes que él defiende a pesar de que han sido las utilizadas por sus enemigos para condenarle. En ese momento final de su vida, Sócrates da algunas de sus últimas lecciones antes de beber la cicuta.
¡Oh, mis jueces!, esperad, pues, en la muerte llenos de confianza y no penséis sino en una verdad, la de que no hay mal ninguno para el hombre de bien, ni en esta vida ni luego de morir, y nunca los dioses le abandonan. Lo que me pasa ahora a mí no es efecto del azar: yo estoy seguro de que el morir, desde luego, y verme libre de los cuidados de la vida, era lo mejor que podía sucederme. Por eso la voz divina no me ha hecho hoy ninguna advertencia, ni me ha disuadido de nada. No guardo, pues, el menor resentimiento contra los que me han condenado ni contra mis acusadores. Ciertamente su intención no ha sido buena al condenarme y acusarme, antes han creído hacerme daño; y en este respecto podría quejarme, sí. Pero vean el único favor que les pido: que cuando mis hijos lleguen a mayores, los molesten, los atormenten, como yo lo hice con vosotros, si se ve que prefieren las riquezas o cualquiera otra cosa, a la virtud; y si se creen algo, aunque no lo sean, reprendédselo a mis hijos como yo a vosotros; censuradles lo que hacen, olvidar lo que es digno de toda su solicitud, y creerse algo cuando no son nada... Si esto hiciereis, atenienses, ni yo ni mis hijos tendremos que quejarnos de vuestra justicia.
Pero ya es tiempo de separarme de vosotros y de irnos, yo a morir, y vosotros a vivir. ¿Quién lleva la mejor parte? ¿Vosotros? ¿Yo? Dios lo sabe.
Platón, Apología de Sócrates