1. La existencia de los valores
Scheler considera que, al intentar describir los hechos y la realidad, encontramos unos contenidos esenciales que no son racionales ni se someten a las reglas de la lógica: se trata de los valores. Estos valores son intemporales y pueden ser captados directamente, sin que tengan relación con significaciones. Es decir, en el mundo del ser humano y de la historia descubrimos la existencia de valores, independientemente de sus realizaciones concretas. Esto es importante en el terreno de la ética, en el terreno del conocimiento y en el de la antropología, pues, a partir de la afirmación de Scheler, diremos que el hombre no está en la naturaleza, sino que el hombre está en el mundo, es decir, en una realidad construida históricamente y preñada de valores. Una de las obras más importantes de Scheler se titula El puesto del hombre en el cosmos. En ella afirma que el ser humano tiene una novedad respecto al resto de los seres vivos: al tener "espíritu", el hombre se sitúa por encima de la naturaleza. Su horizonte ya no es el del "medio", sino el del "mundo", por eso tiene una dimensión superior.
2. La axiología o ciencia de los valores
Según Scheler, la sociología "analiza todo el inmenso contenido, subjetivo y objetivo, de la vida humana desde el punto de vista de su determinación efectiva", por eso conlleva una filosofía de la historia. Estudia así los tipos y grupos humanos descubriendo en ellos los elementos comunes que permiten establecer los fundamentos de la cultura, los valores. Por eso construye una "axiología" o ciencia de los valores. Esta axiología tiene principios tales como, por ejemplo, que la existencia de un valor positivo ya es en sí misma un valor positivo, o que la inexistencia de una valor negativo es una valor positivo. Estos contenidos se nos muestran como "transparentes", es decir, evidentes. Son también independientes de la forma de ser en que aparecen (es decir, si están en una cosa, en una persona, etc.). Scheler distingue cuatro tipos de valores: los sensibles, los vitales, los espirituales y los religiosos. Ellos son los que dotan de sentido a la acción y al conocimiento, pues, por ejemplo, la vida tiene valor porque existen valores "relativos" a la vida. Esos valores no son "colocados" de manera externa sobre las cosas, sino que son intrínsecos a ellas, no pueden desprenderse de lo conocido pues, en tanto que conocidos, ya son interpretados con un sentido.
Puesto que se puede establecer una jerarquía entre los valores, el conocimiento de éstos es lo que denominamos "preferir", es decir, elegir el valor más importante (el espíritu) frente a lo más urgente (la vida). Hacer tal elección es cumplir el ideal del ser. Aunque a veces hay individuos o grupos que parecen perder la capacidad de estimar ciertos valores, una "ceguera axiológica" que les lleva a no considerarlos. Esto explicaría que determinadas sociedades o momentos históricos hayan valorado diferentemente la realidad.
3. Conocimiento y valor
La "esencia" del valor tiene influencia en todos los aspectos, también en el del conocimiento. Todo lo que conocemos lleva inscrito un valor, lo que significa que no es un mero hecho, como quería el positivismo, sino una realidad con sentido. Esto es lo que aporta Scheler: la convicción de que no puede entenderse el mundo prescindiendo de sus contextos y sus significados, es decir, de sus valores. Por eso nos acerca más al propio ser humano y a la vida.
4. El ser humano y los valores
Captar los valores en la realidad le permite al ser humano ocupar un lugar especial en el mundo. Por ello, el conocimiento también está mediado por esa singular condición humana.
Valores independientes
Conocemos un estadio de la captación del valor en el que se nos da el valor de una cosa con mucha claridad y evidencia, sin que se nos dé el portador de ese valor. Así por ejemplo, un hombre nos resulta desagradable y repulsivo, o agradable y simpático, sin que seamos capaces de indicar en qué reside esto; así también, aprehendemos un poema o cualquier obra de arte durante largo tiempo como "bella", "fea", como "noble" o "vulgar", sin saber ni por asomo en qué propiedades del contenido representativo reside esto. En tales casos se revela muy claramente hasta qué punto son los valores independientes en el ser de sus porteadores.
M. Scheler, El formalismo en la ética y la ética material de los valores (adaptado)
El hombre y su espíritu
Yo sostengo que la esencia del hombre y lo que podríamos llamar su puesto singular están muy por encima de lo que llamamos inteligencia y facultad de elegir, y no podrían ser alcanzados, aunque imaginásemos esa inteligencia y facultad de elegir acrecentadas cuantitativamente incluso hasta el infinito. El nuevo principio que hace del hombre un hombre, es ajeno a todo lo que podemos llamar vida, en el más amplio sentido, ya en el psíquico interno o en el vital externo. Ya los griegos sostuvieron la existencia de tal principio y lo llamaron "razón". Nosotros preferimos emplear, para designar esta X, una palabra más comprensiva, una palabra que comprende el concepto de razón, pero que, junto al pensar ideas, comprende también una determinada especie de intuición, la intuición de los fenómenos primarios o esencia, y además una determinada clase de actos emocionales y volitivos que aún hemos de caracterizar: por ejemplo, la bondad, el amor, el arrepentimiento, la veneración, etc. Esa palabra es espíritu. Y denominaremos persona al centro activo en que el espíritu se manifiesta dentro de las esferas del ser finito. El centro del espíritu, la persona, no es, por lo tanto, ni ser substancial ni ser objetivo, sino tan solo un plexo y orden de actos, determinado esencialmente, y que se realiza continuamente a sí mismo en sí mismo.
M. Scheler, El puesto del hombre en el cosmos (adaptado)