Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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sábado, 30 de enero de 2010

Percepciones sensibles y conocimiento humano

En la filosofía tradicional se distinguían dos clases de conocimiento, a saber, conocimiento inferior o sensitivo y conocimiento superior o intelectual (o racional); en este sentido se decía que el primero era común a todos los animales, el segundo, en cambio, propio y exclusivo de los seres humanos; el conocimiento sensible nos proporcionaba ciertos datos singulares y concretos sobre la cosas materiales, el segundo, por el contrario, era un conocimiento de índole superior, mediante el cual podíamos adquirir la comprensión (la auténtica ciencia o el auténtico conocimiento) de los objetos de la realidad.
Ahora bien, de acuerdo con esta distinción, ¿qué papel desempeña la percepción en nuestro conocimiento?, o, expresado de otra manera, ¿qué valor cognoscitivo poseen las percepciones? A lo largo de la Historia el ser humano ha encontrado numerosas respuestas, entre las cuales destacan las que presentamos en los siguientes apartados:
1) Empirismo radical: Según el empirismo radical, nada hay en el entendimiento que no haya estado antes en los sentidos. El entendimiento humano es como una "tabla rasa" o como un "papel en blanco", carece absolutamente de contenidos cognoscitivos y todas sus operaciones intelectuales dependen de los datos suministrados por los sentidos, es decir, el entendimiento es incapaz de hacer surgir una sola idea nueva; por tanto, todos nuestros conocimientos se reducen a los contenidos suministrados por los sentidos, esto es, a sensaciones y percepciones sensibles relacionadas o combinadas entre sí. Esta postura ha sido defendida por Hume, Condillac, Mach, etc.
2) El intelectualismo: En oposición a la postura empirista, el intelectualismo rechaza el valor cognoscitivo del conocimiento sensible: los sentidos nos engañan, el entendimiento o la razón son las únicas facultades que proporcionan auténtico conocimiento. El entendimiento (o la razón), partiendo de sus propios principios y sin atender a las informaciones sensibles, puede llegar a conocer la realidad. Como intelectualistas más importantes podemos destacar a Platón, Descartes, Leibniz y Natorp.

"Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero lo he aprendido de los sentidos; ahora bien, he experimentado a veces que los sentidos me engañan y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado alguna vez" (Descartes).
3) Posturas intermedias: Existen otras posturas que defienden, por una parte, que el auténtico conocimiento humano es el conocimiento intelectual o racional, pero por otra, señalan que el conocimiento sensible también es necesario. A este respecto, los sentidos nos proporcionan el material cognoscitivo gracias al cual el entendimiento puede elaborar sus contenidos intelectuales, es decir, sus imágenes y conceptos o ideas. En este sentido, Aristóteles y Santo Tomás afirman que el entendimiento abstrae (obtiene) los contenidos inteligibles (los datos esenciales, universales y objetivos) de los datos sensibles suministrados por la sensación. Según Kant, "los conceptos (o las ideas) sin sensaciones, son vacíos", y "las sensaciones sin conceptos (o ideas) son ciegas", o lo que es lo mismo, en el auténtico conocimiento ha de darse una unión (un casamiento) de los contenidos suministrados por las sensaciones con los contenidos proporcionados por el entendimiento. Para Ortega, el conocimiento sensible es inseparable del conocimiento intelectual; el ser humano al percibir interpreta intelectualmente y resulta imposible percibir sin interpretar. Casi como Kant, Ortega asegura que los conceptos (las ideas) son complementarios de las percepciones y de las sensaciones; éstas nos muestran las superficies de las cosas, aquéllos sus significados profundos, las sensaciones nos dan datos, el entendimiento encuentra su sentido.

viernes, 29 de enero de 2010

El arte de amar

Erich Fromm parte en "El arte de amar" de la premisa de que el amor no es un fenómeno accidental y mecánico que simplemente "se experimenta"; es, por el contrario, un arte, algo que requiere un aprendizaje. Esta tesis significa que el problema del amor no es el de un objeto que deseamos encontrar, sino el de una facultad que debe crearse y desarrollarse. El autor elabora una teoría del amor que se centra en la necesidad profunda con que se enfrenta universalmente el hombre: la de superar el estado de separación, acceder a la fusión interpersonal y trascender la propia vida individual. Un fracaso absoluto en satisfacer tal necesidad puede conducir a la locura; una satisfacción plena de la misma sólo se encuentra en el amor. ¿Qué es el amor? Fromm lo concibe no sólo como una relación personal específica, sino como una actitud peculiar del carácter maduro que se presenta bajo diversas formas: amor fraternal, materno, erótico, amor a sí mismo, amor a Dios.

lunes, 18 de enero de 2010

Practicando "El Poder del Ahora"

Este libro me lo ha regalado una compañera del trabajo. Será porque me ve estresado, permanentemente enfadado, que sufro a diario; con el agravante de que me verá siempre enfermo, con una dolencia u otra, desmoralizado. Y ella, que habrá sentido ayuda con este recetario de buenos consejos, ha querido contribuir a aliviar un poco el peso de mis penas. Estar consciente en el ahora es algo así como lograr distanciarse del pasado y del futuro, que no existen, y reconocer con humildad que somos seres con un cuerpo y que sólo existimos en el presente; esto es, no somos seres dominados por una mente que añora volver a tiempos anteriores o que desea lo que no tiene. Todo esto es interesante, no digo yo que no, pero, para relajarme, a mí me resulta más fácil aislarme en una lectura o en una película, que tener siempre presente y consciente el ahora. Es verdad que en mi trabajo me asaltan muchos malos momentos, y no logro desvincularme de las meteduras de pata de otros, porque éstas en cierto modo me afectan posteriormente a mí, pero sí es verdad también que estoy consiguiendo, cada vez más, que esos enfados me los deje en el trabajo, y que lo que para otros son problemas terribles, a mí me resultan intrascendentes. Muchas veces me marcho para casa cabreado, y diciendo para mí: "No vuelvo más". Sin embargo, a la mañana siguiente suena otra vez el reloj, y me levanto, agacho de cabeza, me cuelgo la mochila y cojo el tren un día más.