Esta reflexión sobre las relaciones sociales ha desempeñado un papel importante en la posterior organización de la convivencia. No ha sido nunca una reflexión inocente porque con ella se han dado razones para la opresión, para la liberación o simplemente para la organización de los pueblos en comunidades, naciones o Estados. Los distintos movimientos sociales y los diferentes agentes sociales siempre han recurrido a la filosofía para dar cuenta y razón de los fines que se proponían y los medios con los que contaban para conseguirlos. En este sentido, la filosofía social es una reflexión sobre los valores que explican tanto la estabilidad como el cambio social.
Aunque estos valores que han articulado las explicaciones filosóficas han variado a lo largo de las épocas, siempre nos hemos encontrado con una referencia a la libertad, la igualdad y la solidaridad como claves en la organización de la convivencia. Esta convivencia siempre se ha articulado en torno a una preocupación central: el valor de la justicia. Esta preocupación, que ha estado presente en todas las épocas y civilizaciones, ha evolucionado hasta convertirse en la base en la organización política de los estados modernos como "estados de derecho".
Hoy, la filosofía social no puede ser únicamente una filosofía de la justicia o del Estado, tiene que ser también una filosofía del desarrollo, de la economía y de la cultura. La era de la información y el fenómeno de la globalización que ha originado han supuesto todo un desafío para la filosofía. Para responder a este desafío tiene que utilizar todos sus recursos, y entre éstos ocupa un lugar destacado la imaginación. La imaginación y la utopía son instrumentos esenciales de la filosofía.
Como animal social, el ser humano está obligado a contar con la acción de los demás en la organización de su vida. El estudio de la acción individual conduce, necesariamente, al estudio de la interacción social, es decir, al estudio de las instituciones, asociaciones y formas de agrupación humana. En sociedades abiertas la interacción no se produce sólo entre individuos sino entre grupos y culturas diferentes, dando lugar a fenómenos de integración, marginación, segregación o exclusión social. Estos fenómenos cuestionan unas organizaciones sociales y unas dinámicas culturales que ya no tienen fronteras.
La ciudad y la palabra
La ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza un animal social, y que el insocial por naturaleza y no por azar o es mal hombre o más que hombre. La razón por la cual el hombre es, más que la abeja o cualquier animal gregario, un animal social es evidente: la naturaleza, como solemos decir, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. La voz es signo del dolor y del placer, y por eso la tienen también los demás animales, pues su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer y significársela unos a otros; pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo dañoso, lo justo y lo injusto. La ciudad es por naturaleza anterior a la casa y a cada uno de nosotros, porque el todo es necesariamente anterior a la parte.
Aristóteles, Política (adaptado)
Las instituciones en la vida social
El sentido final de las instituciones es el servicio que se rinde a través de ellas a las personas; si no hay nadie que saque de ellas algún beneficio y crecimiento son inútiles. Pero este sentido final permanece oculto; nadie puede calcular los beneficios personales que prodigan las instituciones; la caridad no está forzosamente donde se exhibe; está igualmente oculta en el humilde servicio de correos o en la seguridad social; muchas veces es el sentido oculto de lo social.
P. Ricoeur, Historia y verdad