Existen otras tendencias que debe tener en cuenta cualquier esbozo histórico del desarrollo de las ideas motivacionales. Son, primera, la psicología de la actividad (o también llamada intencionalidad); segunda, el estudio de la hipnosis y de la neurosis y el surgimiento del psicoanálisis; tercera, la expresión del hedonismo en la ley del efecto. Se indicará, según convenga, dónde afectó a estas tendencias la teoría evolucionista, pero se las ha situado en secciones separadas porque representan influencias más específicas en el desarrollo de la motivación en la psicología. Innegablemente, el pensamiento evolucionista influyó sobre el psicoanálisis y la ley del efecto, pero su interés primero radica en problemas más específicos: la naturaleza de la neurosis y del aprendizaje, respectivamente. Es menos clara la influencia del evolucionismo sobre la intencionalidad. También existen interrelaciones entre estas tres tendencias, que procuraremos describir.
1. Intencionalidad
Tal vez sea cierto en lo general, aunque equivocado en los detalles, que la noción de que la mente es pasiva constituya una de las principales herencias recibidas de la tradición filosófica inglesa empírico-asociacionista. John Locke consideraba que, en el nacimiento, la mente era una tabla blanca, cuyo contenido -las ideas- venían de las experiencias habidas en el mundo externo. También dijo que la mente podía originar ideas por medio de un proceso de reflexión (quería decir algo relacionado con el pensamiento), y es en este detalle donde nuestra generalización se equivoca. Pero la enunciación influyente, la que caracteriza a los empíricos en oposición a los nativistas, es que las ideas de la mente surgen de sensaciones originadas en el mundo externo. La psicología empírica inglesa, desde la época de Locke hasta la de James Mill, hace poco hincapié en las actividades de la mente. Cierto que la escuela escocesa subrayó las facultades de la mente, pero las psicologías de la facultad rara vez han hecho que se acentúe la intencionalidad como tal.
Cuando la psicología logró existencia independiente en el laboratorio de Wundt, en Leipzig, aparecieron las influencias que ejercía este concepto de la mente como algo pasivo. Una importante empresa de Wundt y de sus más o menos fieles seguidores, fue describir y clasificar los elementos fundamentales de la vida mental. Estos elementos se identificarían por medio de la introspección relacionada con las consecuencias conscientes de la estimulación controlada. No se busca rebajar aquí el propósito o la ejecución de este trabajo. La física y la química estaban demostrando el valor, en sus respectivos campos, del análisis, y los datos obtenidos en los laboratorios psicológicos eran, por lo menos, datos -obtenidos empíricamente bajo condiciones controladas y distinguibles-, en contraposición a las especulaciones de filósofos y moralistas. Pero la capacidad estaba restringida, y no quedaba lugar para los conceptos o para las nociones motivacionales de que la mente era activa en sí. Se reunían los elementos mentales por medio del mecanismo de la asociación. Por mucho tiempo, existieron puntos de vista alternativos. El nativismo es un viejo concepto, y Leibnitz, Herbart y Schopenhauer, en distintas formas, han indicado que la actividad es un hecho primario de la mente. El impulso y el propósito adquirieron importancia en los conceptos de evolución e instinto, y, al estudiarse el psicoanálisis, se ahondará en dicha orientación. A finales del siglo XIX y principios del XX surgió una idea en cierto modo similar en la psicología sistemática e, igualmente, en el laboratorio experimental. Así lo indica Peters (1953), al afirmar que la actitud y las tendencias determinantes son conceptos introspectivos surgidos de comprender "lo inadecuado de la idea tradicional de mente como un poseedor pasivo de las sensaciones y de las imágenes".
Franz Brentano (1838-1917), más filósofo que psicólogo experimental, afirmaba que eran actos, y no contenidos, como Wundt planteó, los aspectos importantes de la mente. El acto es intencional; es decir, está dirigido al contenido que constituirá su objeto, pero el contenido, como tal, no está en el acto, aunque lo esté inmanentemente. Para Brentano, "cuando se ve un color, el color, en sí, no es mental. Lo mental es ver, es decir, el acto. Sin embargo, ver no tendría significado si no hubiera algo por verse. El acto siempre implica un objeto y se refiere a un contenido". Según Flugel (1951), la contribución de Brentano es "haber hecho hincapié en la actividad", mientras que, al mismo tiempo, unía a dicho hincapié la importancia de la experiencia.Brentano influyó en cierto número de escritores sistemáticos o hizo que desarrollaran puntos de vista similares al suyo. Pueden mencionarse, entre ellos, a Oswald Külpe y la escuela de Würzburg, la escuela austriaca y su hincapié en la Gestalt-qualität, y James Ward (quien influyó en McDougall) y G.F. Stout en Inglaterra. William James y John Dewey desarrollaron, en Estados Unidos, métodos que tenían muchas similitudes con el de Brentano.
Brentano también parece haber influido sobre Freud, y es posible interpretar su formulación de la intencionalidad de los actos como un anuncio de la concepción esencialmente intencional que Freud daba a los fenómenos mentales, misma que sirve de base a su metodología.
Tal vez sea más clara su influencia sobre Külpe, transmitida, al menos en parte, por su discípulo Edmund Husserl. De cualquier modo, se considera que la experimentación conducida por Külpe, y a la que la escuela de Würzburg debe su fama, apoya más a Brentano que a Wundt.
Los de Würzburg atacaban el problema del pensamiento. Poco trabajo experimental se ha hecho sobre el tópico, pero la noción prevaleciente es que el pensamiento está constituido por imágenes y por procesos asociativos. El grupo de Würzburg estudió el pensamiento por medio de la introspección. Descubrieron que el pensamiento podía efectuarse, y se efectuaba, sin imágenes y, lo que es de mayor importancia para esta explicación, que los pensamientos contenían direcciones, tendencias determinantes, orientaciones hacia tareas..., que controlaban el curso del pensamiento, pero a los que no podía considerarse como asociativo. Es posible considerar estos hechos como "intencionales", es decir, instrumentales para seleccionar asociaciones de acuerdo con los fines que la tarea o la tarea experimental exigieran que lograra el proceso de pensar. Pero no consideraba como asociativos en sí a los medios de dirección o selectivos, y puede considerar su acción como una representación de la actividad de la mente, más bien que como un indicador de su pasividad. Lewin (1917, 1922) también acentuó la importancia de los motivos para activar las asociaciones.
No se estudiará más a fondo la doctrina de Würzburg, puesto que su importancia principal, para nuestra explicación, es el restablecimiento y demostración del carácter activo de la mente; algunos otros informes de Würzburg implicaban también que dichas actividades directrices de la mente podrían estar fuera de la conciencia. Hasta el momento, la contribución de Würzburg es responsable, como el instinto, la pulsión y las concepciones relacionadas, del gran hincapié hecho en la motivación que parece caracterizar al siglo XX.
2. Hipnosis, psiconeurosis y psicoanálisis
Históricamente, el hipnotismo y la psiconeurosis se han tratado por diversas fuentes, así también como por los historiadores de la psicología. Aquí sólo se dará un esbozo.
Probablemente los fenómenos hipnóticos se conocían mucho antes de la época de Anton Mesmer (1734-1815), pero fue este médico vienés, quien más tarde radicaría en París, el primero que demostró los fenómenos en amplia escala. Mesmer atribuía el fenómeno al "magnetismo animal", una fuerza que él, presumiblemente, poseía y por medio de la cual podía afectar a otros. La usaba principalmente como una terapéutica para varios tipos de enfermedad, padecimientos que hoy se considerarían, probablemente, de carácter histérico. La principal controversia causada por el trabajo de Mesmer la constituía el proceso por el que producía la cura. Aparentemente, las comisiones científicas de París, que investigaron su trabajo, más o menos aceptaron de un modo calificado sus curas, pero se rechazó que éstas tuvieran relación alguna con el magnetismo animal. Se le ofreció a Mesmer una considerable cantidad de dinero para que divulgara su "secreto"; aparentemente no pudo satisfacer la petición, al no saber en qué consistía dicho secreto. Aunque siguió practicándose, el mesmerismo cayó, por lo general, en descrédito.
El siguiente periodo de interés surgió en Inglaterra, donde John Elliotson (1791-1868),quien hizo varias innovaciones valiosas, aunque radicales, en la práctica de la medicina, empezó a tratar a sus pacientes del hospital por medio del mesmerismo. Obtuvo algunos resultados positivos, pero el descrédito en que entonces se tenía al mesmerismo hizo que sus colegas rechazaran sus descubrimientos. Sin embargo, Elliotson continuó la lucha, fundó su propia revista y continuó su práctica; pero, desafortunadamente, confundió el mesmerismo con ciertos aspectos del espiritualismo y de la clarividencia, y esto no ayudó al mesmerismo.
Por la misma época, James Esdaile (1808-1859) había utilizado con éxito el mesmerismo en la India como un anestésico para pacientes que requerían de intervención quirúrgica; y es muy posible que la historia del hipnotismo, y quizá de la psicología misma, hubiera sido diferente de no haberse descubierto, hacia 1840, el efecto anestésico de drogas como el óxido nitroso, el éter y el cloroformo. El interés por ellas hizo decaer el interés por el mesmerismo.
Mientras tanto, James Braid (1795-1860) se convenció de la realidad del fenómeno y procedió a investigarlo. Se convenció de que, aunque el fenómeno era real, surgía de una especie de sueño o de una modificación de la atención. De aquí desarrolló el nombre de hipnotismo. Es bastante interesante notar que el nuevo nombre, y las observaciones e hipótesis que le servían de base, hicieron más aceptable el tema para la medicina y menos para los mesmeristas. La obra de Braid adquirió fama en Francia, donde ocurrió el siguiente episodio de la historia del hipnotismo.
A.A. Liébeault (1823-1904) fue el primer trabajador de la escuela de Nancy que encontró útil la hipnosis en el tratamiento de varias enfermedades con que se topó en su práctica. Su experiencia influyó en H. Bernheim (1837-1919), a quien Liébeault convenció del valor de sus métodos, y quien se unió a Liébeault en su utilización y estudio. La escuela de Nancy fue una descendiente bastante directa del braidismo, y su concepción del proceso hipnótico implicaba la sugestión y un estado parecido al sueño. Bernheim creía que casi cualquier persona podía ser hipnotizada; es decir, casi cualquiera es, hasta cierto grado, sugestionable. Así, negaba que la sugestión fuera, en cualquier aspecto, un síntoma o una característica de la neurosis. Con ello, hizo el primer intento conocido para desarrollar una comprensión general de la conducta humana y sus motivaciones basándose en el estudio de la psicopatología, más bien que en sistemas filosóficos.
El enfoque de J.M. Charcot (1825-1893) era diferente. Como neurólogo consideraba que la histeria era un estado patológico al que trataba y estudiaba por medio del hipnotismo. Pero llegó a la conclusión de que los estados característicos de la hipnosis "sólo podían ser inducidos y observados en la gente que sufriera de histeria". Por lo tanto, la disposición para ser hipnotizado es síntoma o signo de un proceso enfermizo. Los puntos de vista modernos sobre el hipnotismo son más parecidos a los de la escuela de Nancy que a las ideas de Charcot.
Desde luego, vale la pena notar que, incluso en el enfoque de Charcot, se consideraba a la histeria como una enfermedad. Y eso es importante, porque no era considerada como un signo de posesión demoniaca o de una voluntad inadecuada. Tanto la escuela de Charcot como la de Nancy habían dejado atrás tales nociones y, a decir verdad, ésta había sido la línea de pensamiento desde, por lo menos, alguna época del siglo XVIII.
Pero incluso cuando el hipnotismo y la psiconeurosis fueron considerados fenómenos naturales, los cuales no implicaban aspectos magnéticos, espirituales o de la voluntad, aún existían como fenómenos que necesitaban explicación. Hombres normales y racionales han elaborado casi siempre los grandes sistemas filosóficos en general y sus principios psicológicos para hombres de iguales características. Sus principios, incluso los motivacionales, como el hedonismo, el ansia de poder, el contrato social, la voluntad y otros parecidos, no podían acomodarse fácilmente a los fenómenos del desorden mental y del hipnotismo. De hecho, los fenómenos de conducta multitudinaria, algunas veces llamados "histeria colectiva", causaron parecidas dificultades. Los fenómenos de la conducta anormal, sea individual o social, y los del hipnotismo indicaban la necesidad de conceptos que no habían recibido mucho hincapié en los sistemas del pasado. Entre los precursores de la psicología social se hicieron esfuerzos para confiar en la sugestión, la imitación, la simpatía y en conceptos simples similares; se mencionaron como bases explicatorias de la conducta individual anormal la disociación, la disposición de ser sugestionado y varios otros desórdenes físicos. Sin embargo, fue Freud (1856-1939) quien desarrolló las teorías de mayor influencia y alcance sobre la naturaleza de la neurosis, el hipnotismo y ciertos fenómenos de masa. Sus teorías eran, y son, de naturaleza esencialmente motivacional.
Freud estudió en Nancy con Charcot. Entre sus profesores de Viena estaban Brentano y Brücke. Como neurólogo, su práctica médica incluía muchos pacientes histéricos y, a ejemplo de Josef Breuer, usó la hipnosis para tratar tales casos. Finalmente, su método sobrepasó la hipnosis, que abandonó más tarde, y sus casos incluyeron muchos tipos de desórdenes, a más de la histeria. No obstante, puede verse que, en Freud, convergieron el estudio y utilización de la hipnosis y el estudio y tratamiento de la neurosis. De esta convergencia surgió una teoría muy general de la motivación humana, en que se hacía hincapié en las nociones de energía instintiva inconsciente, de conflicto y en un principio hedonista.
El periodo que va de Mesmer a Freud duró más de un siglo y, en el presente contexto, quedó marcado por el surgimiento de la hipnosis y de la anormalidad mental como fenómenos naturales necesitados de explicación. Entonces, es necesario añadir otro problema a la lista. Hasta el momento, ha incluido la influencia del evolucionismo, del instinto y del propósito (y sus controversias), el problema general de la adaptación y de la intencionalidad como fuentes de las que surgió, creemos, la preocupación del siglo XX por los problemas motivacionales. Queda por mencionarse una última tendencia: la expresión del hedonismo en la ley del efecto.
3. El hedonismo y la ley del efecto
Es evidente el importante lugar que el principio hedonista ha tenido en el pensamiento de los filósofos respecto a la conducta del hombre, así como el surgimiento del estudio de la conducta animal a raíz del desarrollo de la teoría evolucionista. A finales del siglo XIX, se llevó a cabo una importante fusión de estas dos tendencias históricas, cuando E. L. Thorndike (1874-1949) formuló su bien conocida ley del efecto. Thorndike había empezado con James en Harvard algunos estudios sobre la inteligencia de los pollos; pero sus famosas investigaciones sobre la conducta de los animales en una caja de truco se llevaron a cabo en Columbia, donde recibió su doctorado en 1898. En dichos estudios se confinaron animales hambrientos, como gatos, en cajas, mientras que se situaba comida fuera de la caja y del alcance de los animales. Si el animal hacía funcionar un cerrojo o jalaba una cuerda, la puerta se abriría, permitiendo que el sujeto alcanzara la comida. Thorndike observó que el progreso logrado en alcanzar la comida. Supuso que el "placer" surgido del éxito y de obtener la comida, de algún modo "imprimía" las asociaciones entre el estímulo de la situación y los movimientos satisfactorios, y también que, cuando las reacciones del animal ocasionaban incomodidad (castigo), tendían a ser eliminadas. Thorndike modificó mucho su formulación más tarde, redefiniendo los procesos de éxito, placer e incomodidad en formas más objetivas, y alteró sus puntos de vista sobre los efectos del castigo. Dedicó muchos experimentos a estos problemas y muchos otros investigadores también han intentado comprenderlos. Aunque las leyes de Thorndike tienen antecedentes en escritores tales como Herbert Spencer y Alexander Bain (y, a decir verdad, en Aristóteles), el hecho de haber surgido del trabajo experimental les dio una base empírica y proporcionó medios para su estudio posterior. La ley del efecto ha tenido un lugar de importancia en las teorías del aprendizaje, y es una de las razones para que dichas teorías hayan hecho tanto hincapié en la pulsión, el reforzamiento, el aumento o la demora del reforzamiento y una multitud de problemas cuya carga motivacional es grande.
Antes de terminar, cabe mencionar una diferencia entre el hedonismo de Thorndike y el anterior uso del principio hedonista. Mowrer (1952) lo expuso como sigue:
El hedonismo afirma que nos "impulsa el placer y nos repele el dolor". Es posible encontrar huellas de esta idea en las obras de Freud y Thorndike. Pero la diferencia notable es que, en estos dos últimos investigadores, el placer dejó de ser una pulsión en sí por sí misma, para ser concebido como la experiencia que se efectúa cuando una pulsión, o motivo, termina; es decir, cuando se satisface o se alivia.