Hagamos un sencillo experimento imaginario, que podríamos incluso llevar a la realidad: es el primer día de clase y ninguno de los alumnos conoce del nuevo profesor nada más que el nombre; sin embargo, uno puede fingir que lo conoce y decir a uno de los grupos que se trata de un profesor estupendo, que explica maravillosamente y que además califica con generosidad y no suspende nunca; a otro grupo distinto le dirá que no se prepara las clases, que no se le entiende nada porque en realidad no sabe nada de lo que explica y que es injusto en las calificaciones. El profesor da su primera clase y después se pregunta a los alumnos qué les ha parecido. Si en esta primera clase no ha ocurrido algo decisivo (e inesperado) que haga inclinar la balanza de un lado u otro, es muy probable que los del primer grupo comuniquen impresiones positivas, y negativas los del segundo. Y es también muy posible que esta primera impresión perdure a lo largo de días, meses o incluso del curso entero.
Robert Rosenthal (n.1933) |
Otro experimento llevado a cabo por Harold Kelley en 1950 muestra hasta qué punto una sola palabra aparentemente irrelevante puede modificar nuestro juicio sobre una persona. Dos grupos de alumnos que iban a asistir como espectadores a un debate universitario, recibieron una información sobre los participantes en que el moderador del debate aparecía (para un grupo) como "amable, trabajador, crítico, práctico y decidido" y (para el otro grupo) como "frío, trabajador, crítico, práctico y decidido": una sola nota diferente, que además no afectaba a su función como moderador. Pues bien, al ser preguntados después del debate sobre el papel del moderador, los estudiantes del primer grupo dieron notas mucho más altas que las del segundo. ¿Efecto de halo, profecía autocumplida o las dos cosas a la vez?
Estos ejemplos de profecía autocumplida en los que la propia existencia de una creencia o expectativa es la causa que provoca las condiciones que hacen que dicha expectativa se cumpla, nos muestran lo importantes que son las primeras impresiones en la percepción de la realidad social. De hecho, otros experimentos han comparado la valoración de un grupo de alumnos sobre un profesor determinado tras seguir uno de sus cursos con la valoración que hacían otros sujetos que únicamente habían visto los primeros segundos de su primera clase: en general, las puntuaciones eran muy próximas. Parece sacarse una conclusión: de cara a la impresión producida en el alumno, da igual lo que el profesor haya hecho durante el curso, lo único que importa es la impresión producida el primer día (o los primeros segundos) de clase.