Durante mucho tiempo se pensó que el conocimiento humano era ajeno a factores sociales e históricos. La convicción de que el conocimiento podía ser "puro" e independiente de factores externos venía de la confianza en la razón humana y de la defensa que hizo de este pensamiento el positivismo del siglo XIX y el neopositivismo del XX. Latía en todas estas posturas la preocupación por la objetividad: si los datos son fiables y rigurosos, si las reglas lógicas se aplican correctamente, si nos alejamos de influencias ajenas a la propia investigación, nuestros conocimientos quedarán preservados de cualquier influencia perniciosa de la verdad.
1. La sociedad y el conocimiento
Sin embargo, en el siglo XX ocurrieron algunas cosas que acabaron con esta concepción. Por una parte, se empezaron a desarrollar estudios sociológicos que explicaban el conocimiento como un fruto de interacciones e intercambios sociales. A ello contribuyó la preocupación producida por las consecuencias desastrosas de la energía atómica en su aplicación militar en la Segunda Guerra Mundial. El conocimiento era ahora analizado como una fuente de responsabilidad para los investigadores, perdiendo así su "pureza" y su neutralidad. Además, los movimientos sociales de los años setenta (ecologismo, feminismo, etc.) acentuaron la importancia de la sociedad en el conocimiento: son elementos sociales, políticos y económicos los que deciden qué cosas se investigan y qué resultados se consideran aceptables.
De hecho, la relación entre estos dos elementos, sociedad y conocimiento, es mutua y así se considera actualmente: el conocimiento permite y produce cambios en la sociedad, esos cambios hacen que la sociedad se capacite para nuevos conocimientos y que los demande. De manera que es un movimiento de "ida y vuelta".
2. Sociología del conocimiento
La sociología del conocimiento, puesta en marcha por K. Mannheim y desarrollada después por otros autores, destacó la importancia de estos elementos sociales poniendo de relieve que la aceptación de un dato de conocimiento depende de una convención compartida por una comunidad. El conocimiento es "convencional", es decir, es fruto de un determinado momento histórico y de un contexto socio-cultural en el que se inscribe y del que obtiene su sentido. El conocimiento es algo que los miembros de una sociedad utilizan para producir nuevo conocimiento y orientar sus acciones, es decir, tiene una dimensión práctica. Por eso es la misma sociedad la que genera conocimiento y la que lo determina. Esto significa que no puede hablarse de conocimiento sin introducir referencias al marco en el cual surgió, a la época en la que se constituyó o a lo que aportó en una comunidad. Sociedad y conocimiento son factores que están íntimamente relacionados.
3. El problema de la objetividad
Esta dimensión social hace que la objetividad del conocimiento se entienda de un modo nuevo: como intersubjetividad. Ya no es posible trabajar con datos ajenos a la construcción social del conocimiento. Si se descubre algo, habrá que analizar los factores contextuales del descubrimiento; si se inventa, también. Por tanto, en los dos casos, la introducción del elemento social hace que se entienda la validez de un conocimiento como algo dependiente de la aceptación del mismo por parte de los sujetos de una comunidad, no como algo verdadero y evidente en sí mismo. Es decir, se ha cambiado la objetividad por la intersubjetividad.
4. Los intereses del conocimiento
Etimológicamente, "interés" significa "estar entre", es decir, estar interesado, participar, por medio de la voluntad o el deseo de algún bien hacia el que se está orientado. Es decir, tener algo que nos mueve a hacer, conseguir o defender otra cosa. En el ámbito del conocimiento, "tener" significa que todo lo que sabemos, las acciones que llevamos a cabo para la obtención del conocimiento y la valoración que hacemos de eso que conocemos depende de determinados intereses. Esos intereses son fundamentalmente sociales, por lo que podemos decir que el conocimiento está condicionado por los intereses de la sociedad.
M. Weber afirmó que existe una diferencia importante entre los hechos y los valores, y con ello elaboró una clasificación de los tipos de acción social, según los tipos de racionalidad propios de cada una de las acciones: habló de acción determinada (1) por la utilidad, (2) por los valores propios, (3) por las emociones y (4) por las tradiciones y costumbres.
Asimismo, J. Habermas defiende que hay que restablecer las relaciones perdidas entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales. Es decir, lo teórico con lo práctico. Para ello utiliza el concepto de "intereses del conocimiento".
sábado, 11 de enero de 2014
lunes, 6 de enero de 2014
Descubrir e inventar
Los cambios históricos van determinando la forma de analizar y comprender el conocimiento. Por eso podemos decir que la historia no es meramente la sucesión de acontecimientos que se van convirtiendo en pasado, sino algo que determina nuestro modo de ser y de pensar.
En buena medida esto viene dado por la transmisión de los conocimientos y del resto de las opciones vitales, valores y visiones del mundo que dotan de sentido la vida de los seres humanos. En el aprendizaje a través de la socialización, las personas recogen un significado y un sentido de la vida que después, con su propia experiencia, constituirá su propio modo de enfrentarse a la existencia.
Esto quiere decir que las personas reciben algo o lo descubren, se encuentran con ello y, al mismo tiempo, inventan algo, construyen, proponen. Y esto que hacen en su vida personal, también se refleja en la vida colectiva y social.
1. El mundo (realidad) ante el ser humano
- El ser humano descubre: desentraña la realidad que le rodea. Busca su sentido y la razón de ser de las cosas. Se pregunta por el origen y desvela los secretos de la naturaleza para entenderla. No sólo la explica, sino que intenta comprenderla.
- El ser humano inventa: no está en el mundo de una manera pasiva. Puesto que forma parte de la realidad, se inscribe en procesos en los que interviene imponiendo un modo de ser, y así inventa un mundo. Es el ámbito de la creación y de la expresión imaginativa de las ideas.
2. El ser humano ante el mundo (conocimiento)
También tenemos un conocimiento que nos ha sido transmitido y que nos ha constituido para hacernos ser quienes somos. Y eso que hemos heredado puede ser un texto, una obra, un conocimiento, algo que se nos presenta como conseguido pero que se nos ofrece como algo abierto. El ser humano que se enfrenta a ese conocimiento tiene también que descubrirlo e inventarlo. Descubrirlo, porque ha de desentrañar lo que se esconde en él, buscar entre líneas el verdadero sentido de lo que observa. Inventarlo, porque toda lectura es una interpretación. Todo conocer del conocimiento previo es una reconstrucción y, por tanto, una modificación.
3. Las tradiciones
Eso que encontramos y que reconstruimos pueden ser "las tradiciones", es decir, los modos, hábitos, costumbres, ritos y creencias que son propios de una cultura o grupo y que se van transmitiendo como un conjunto de conocimientos y actitudes que dotan de identidad a dicho grupo. La integración de esas tradiciones en el transcurso del tiempo, su encadenamiento en la historia y la reconstrucción que de ellas se va haciendo constituye "la tradicionalidad". Pero cuando una de las tradiciones se erige en dominadora y excluye las demás sin respetar el pluralismo, convirtiéndose en un argumento de autoridad incuestionable, entonces estamos ante "la Tradición". Si las tradiciones son posibilitadoras de vida y de identidad, la Tradición es aniquiladora de la libertad e instrumento de poder y dominación.
Por eso es importante el conocimiento de las tradiciones y su respeto, como propuestas de modos de vida, opciones y maneras de dotar de sentido al ser humano. Y también es importante descubrir y reconocer el papel que ellas juegan en la constitución del individuo y cómo han sido reconstruidas, interpretadas y reinventadas de manera personal.
4. Horizontes de sentido
El conocimiento tiene una dimensión social e histórica, y es algo dinámico, cambiante y siempre inconcluso. Todo ello nos lleva a preguntarnos cómo enfocar este problema, es decir, qué cosas hay que tener en cuenta para hablar del conocimiento. A ello responde H. G. Gadamer con la idea de "horizontes". El horizonte de quien hizo el descubrimiento, escribió la obra o llegó a construir un conocimiento es diferente del horizonte de quien lo lee, lo conoce, lo estudia o lo utiliza. El "cruce" entre ambos horizontes permite encontrar un punto de diálogo en el que se obtiene un nuevo conocimiento. El conjunto de cruces que se han ido dando, la totalidad de las reinterpretaciones que se han ido creando, va formando la historia y va dando lugar a nuevos conocimientos.
Este modo de concebir dinámicamente el conocimiento subraya la dimensión de apertura del mismo, ya que afirma que nunca está del todo terminado, que siempre puede ser ampliado y que no hay interpretaciones definitivas. Sin embargo, tiene también un aspecto negativo, al dejar la historia en constante proceso de reconsideración y análisis, sin poder obtener ninguna certeza, ningún apoyo firme para el conocimiento.
En buena medida esto viene dado por la transmisión de los conocimientos y del resto de las opciones vitales, valores y visiones del mundo que dotan de sentido la vida de los seres humanos. En el aprendizaje a través de la socialización, las personas recogen un significado y un sentido de la vida que después, con su propia experiencia, constituirá su propio modo de enfrentarse a la existencia.
Esto quiere decir que las personas reciben algo o lo descubren, se encuentran con ello y, al mismo tiempo, inventan algo, construyen, proponen. Y esto que hacen en su vida personal, también se refleja en la vida colectiva y social.
1. El mundo (realidad) ante el ser humano
- El ser humano descubre: desentraña la realidad que le rodea. Busca su sentido y la razón de ser de las cosas. Se pregunta por el origen y desvela los secretos de la naturaleza para entenderla. No sólo la explica, sino que intenta comprenderla.
- El ser humano inventa: no está en el mundo de una manera pasiva. Puesto que forma parte de la realidad, se inscribe en procesos en los que interviene imponiendo un modo de ser, y así inventa un mundo. Es el ámbito de la creación y de la expresión imaginativa de las ideas.
2. El ser humano ante el mundo (conocimiento)
También tenemos un conocimiento que nos ha sido transmitido y que nos ha constituido para hacernos ser quienes somos. Y eso que hemos heredado puede ser un texto, una obra, un conocimiento, algo que se nos presenta como conseguido pero que se nos ofrece como algo abierto. El ser humano que se enfrenta a ese conocimiento tiene también que descubrirlo e inventarlo. Descubrirlo, porque ha de desentrañar lo que se esconde en él, buscar entre líneas el verdadero sentido de lo que observa. Inventarlo, porque toda lectura es una interpretación. Todo conocer del conocimiento previo es una reconstrucción y, por tanto, una modificación.
3. Las tradiciones
Eso que encontramos y que reconstruimos pueden ser "las tradiciones", es decir, los modos, hábitos, costumbres, ritos y creencias que son propios de una cultura o grupo y que se van transmitiendo como un conjunto de conocimientos y actitudes que dotan de identidad a dicho grupo. La integración de esas tradiciones en el transcurso del tiempo, su encadenamiento en la historia y la reconstrucción que de ellas se va haciendo constituye "la tradicionalidad". Pero cuando una de las tradiciones se erige en dominadora y excluye las demás sin respetar el pluralismo, convirtiéndose en un argumento de autoridad incuestionable, entonces estamos ante "la Tradición". Si las tradiciones son posibilitadoras de vida y de identidad, la Tradición es aniquiladora de la libertad e instrumento de poder y dominación.
Por eso es importante el conocimiento de las tradiciones y su respeto, como propuestas de modos de vida, opciones y maneras de dotar de sentido al ser humano. Y también es importante descubrir y reconocer el papel que ellas juegan en la constitución del individuo y cómo han sido reconstruidas, interpretadas y reinventadas de manera personal.
4. Horizontes de sentido
El conocimiento tiene una dimensión social e histórica, y es algo dinámico, cambiante y siempre inconcluso. Todo ello nos lleva a preguntarnos cómo enfocar este problema, es decir, qué cosas hay que tener en cuenta para hablar del conocimiento. A ello responde H. G. Gadamer con la idea de "horizontes". El horizonte de quien hizo el descubrimiento, escribió la obra o llegó a construir un conocimiento es diferente del horizonte de quien lo lee, lo conoce, lo estudia o lo utiliza. El "cruce" entre ambos horizontes permite encontrar un punto de diálogo en el que se obtiene un nuevo conocimiento. El conjunto de cruces que se han ido dando, la totalidad de las reinterpretaciones que se han ido creando, va formando la historia y va dando lugar a nuevos conocimientos.
Este modo de concebir dinámicamente el conocimiento subraya la dimensión de apertura del mismo, ya que afirma que nunca está del todo terminado, que siempre puede ser ampliado y que no hay interpretaciones definitivas. Sin embargo, tiene también un aspecto negativo, al dejar la historia en constante proceso de reconsideración y análisis, sin poder obtener ninguna certeza, ningún apoyo firme para el conocimiento.
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