A principios del siglo XX, Max Scheler critica el formalismo de la ética kantiana porque estaba basado en una reflexión sobre el ser humano donde la razón y la sensibilidad aparecían separados. Para que la ética fuera un conocimiento universal y estableciera criterios que ordenasen la vida moral tenía que ser necesariamente un saber racional y formal. Esta separación no le parecía correcta a Max Scheler porque olvidaba los contenidos reales de la ética, es decir, una dimensión emocional y material que tiene la vida moral. Por ello propuso un concepto de persona moral que le sirvió de base para una ética nueva que llamó etica material de los valores, para diferenciarla de la ética formal de Kant.
Hay actos como preferir, admirar, amar u odiar que no son racionales sino emocionales y que nos proporcionan un contenido de carácter material que no procede de la sensibilidad, sino de la vida emocional en su conjunto. Este contenido material que orienta la vida de la persona recibe el nombre de valor.
2. ¿Qué son los valores?
Los valores son cualidades dotadas de contenido que están en las cosas, las personas, las acciones, las instituciones o los sistemas para satisfacer necesidades y deseos humanos. Por ejemplo, llamamos "bueno" a un medicamento que nos cura una enfermedad que padecemos, "justa" una institución que satisface las necesidades de sus miembros o "útil" una herramienta que nos ahorra esfuerzo para preparar el alimento.
Los valores pueden ser positivos o negativos, pueden atraernos o repelernos, de manera que tienen una estructura bipolar (bueno/malo, útil/inútil, etc.). Los valores son cualidades relacionales que establecen un puente entre las capacidades o necesidades de los seres humanos y la realidad en su conjunto. De esta forma, participamos en un dinamismo de la realidad en la que interviene nuestra capacidad de estimar, preferir o valorar. Este dinamismo integra las ideas del deber y del bien.
Cuando captamos un valor que no está realizado, a la captación puede acompañar el deber de realizarlo. Por ejemplo, al juicio de que las leyes del mercado internacional son injustas puede acompañar el deber de trabajar por la justicia. De la misma forma, la idea de bien puede contribuir a clarificar y establecer la ordenación en la que se nos presentan los valores. Aunque todas las personas tengamos capacidad para conocer los valores, no todas mantenemos la misma ordenación que se nos da, por eso la idea de bien nos ayuda a establecer una jerarquía de valores.
3. Dinamismo y creatividad de los valores
Una jerarquía de valores no es una ordenación estática y arbitraria de las preferencias. Es una ordenación dinámica y racional mediante la que guiamos la acción cotidiana. Este dinamismo es propio del ser humano, que tiene capacidad para hacer presentes valores ocultos e incorporarlos a sus proyectos de vida. Esta incorporación hace que los valores sirvan, en palabras de Xavier Zubiri, para acondicionar el mundo y hacerlo habitable.
4. La conciencia, norma ineludible de moralidad
En nuestra jerarquización de los valores desempeña un papel importante la conciencia moral. Ahora bien, la conciencia moral es una voz interior que se ha ido formando en diálogo con otras voces morales exteriores (familia, maestros, amigos, etc.). En cada uno de nosotros se produce este interesante diálogo y va tomando forma nuestro carácter o personalidad moral.
Solemos entender por conciencia moral la capacidad de cononer y juzgar sobre la bondad o maldad, licitud o ilicitud moral de las acciones en general y de las propias del que las hace en particular. Esa capacidad ejercida en concreto consiste en el acto de caer en la cuenta, saber conocer, sentir o juzgar sobre la bondad o maldad, licitud o ilicitud de la acción que hemos hecho, estamos haciendo o vamos a hacer y, por extensión, de aquellas que hacen, han hecho, o pueden hacer otros. En su sentido genérico conciencia es la característica general de la vida psíquica por la que quien la vive sabe de ella y de sus actos. Conciencia es cum-alio-scientiae, un saber que acompaña al acontecer psíquico. En el caso de la actuación moral la conciencia acompaña esa actuación, ¿como Pepito Grillo acompañaba a Pinocho? La conciencia moral no es una forma de conciencia separada, sino la misma conciencia psíquica que desempeña la función de advertir y estimar las valoraciones implicadas en nuestros proyectos y decisiones.
Conciencia moral sería, pues, el "conocimiento" que acompaña nuestra vida moral y nuestras acciones, por el que al actuar bien o mal sabemos lo que hacemos y si eso que hacemos merece o no aprobación.
La conciencia moral es una voz interior que se ha ido formando en diálogo con otras voces morales exteriores.
La conciencia, por una parte, nos da noticia de si hemos hecho o no determinada acción (cuestión de hecho); y por otro lado, nos dice si lo que hemos hecho, estamos haciendo o nos proponemos hacer es bueno o malo, lícito o ilícito (cuestión normativa). Santo Tomás habla de tres funciones de la conciencia: atestiguar, instar u obligar y acusar o excusar. Hay una conciencia que nos acusa y condena (mala conciencia), y una conciencia que nos exculpa, absuelve y libera, que aprueba nuestros actos (buena conciencia).
Augusto Hortal, Ética (adaptado)