El interés por el instinto surge del trabajo de los etólogos y del estudio de ciertos patrones de conducta, como la gregaria, la de migración, la sexual, la paternal y la filial. El etólogo descubre tipos relativamente fijos de conducta, a los que llama instintivos, e intenta comprender los factores que liberan energía para la ejecución de estos y otros actos. De este modo, combina los dos significados importantes de instinto; es decir, conducta no aprendida y energía (urgencia, impulso). Considera que su trabajo encaja, en lo general, en un marco evolucionista. Quienes estudian estos tipos de conducta -como la gregaria, por ejemplo- parecen preocupados, en primer lugar, por descubrir los factores que controlan tales conductas. Para ellos, el instinto sólo sirve como una rúbrica clasificatoria muy general y sin valor explicativo. Debe buscarse la explicación en la comprensión de los factores que controlan las conductas pertinentes. Empiezan a aparecer teorías en pequeña escala de una y otra de estas conductas.
Como concepto, la homeostasis se usa ampliamente. Existen modelos, como la cibernética, que dependen en gran parte, para explicar los sistemas de variables que manejan, de la homeostasis y sus conceptos relacionados. Este uso de la homeostasis tiene, relativamente, una corta historia, que proviene del pensamiento evolucionista y de la obra de filósofos como Bernard y sus seguidores. Sin embargo, la concepción homeostática, como un estado hacia el que tienden otros procesos conductuales, o a los que sirve de meta, tiene un uso más amplio. Se encontrará al tratar el instinto, el psicoanálisis, la teoría del aprendizaje en sus aspectos de pulsión, la emoción y algunas teorías que se derivan de la psicología social. Por tanto, la homeostasis es un modelo de múltiples implicaciones.
Las actuales teorías de pulsión están embebidas de teorías generales sobre la conducta, que también acentúan el papel y la naturaleza del aprendizaje en los problemas conductuales. en general, las teorías de la pulsión acentúan ya sea las funciones energetizantes de los estados de pulsión sobre la conducta, o las funciones para determinar la meta de dichos estados de pulsión. En estos puntos pueden verse reflejadas tanto la noción de urgencia como la de propósito, según se describieron en la explicación sobre el instinto. En algunas teorías de aprendizaje, el reforzamiento (la ley del efecto) es un tema significativo, y ya se ha mencionado la relación que existe entre el hedonismo y este concepto. La mayoría de las teorías del aprendizaje postulan solo algunas pulsiones corporales, y sugieren que muchos motivos importantes son aprendidos.
El psicoanálisis, en su forma clásica, depende de las urgencias instintivas, cuya meta era la satisfacción o el placer. También estuvo muy influido por el pensamiento evolucionista y por el fisicalista, y la etapa final implicaba la restauración del equilibrio homeostático.
El actual interés por la emoción muestra dos facetas. Una, que la emoción activa la conducta, y que esto refleja, al menos indirectamente, la necesidad del concepto del instinto. La otra faceta es el hincapié puesto sobre el goce o placer afectivo para exaltar las fuerzas motivacionales. Es evidente su derivación del hedonismo.
Las teorías de la psicología social tienden a interesarse en los motivos de la conducta social y en el control social de la conducta. Las concepciones hedonistas y homeostáticas son actualmente populares y reemplazan, en gran medida, los primeros intentos de confiar en uno o unos cuantos motivos o instintos para basar la conducta social y su control.
Este breve resumen de modelos demuestra que deben mucho en sus orígenes al instinto, a la homeostasis, a la evolución y al hedonismo; también están muy implicados, en algunos de ellos, los factores inconscientes activos. En algunos modelos sólo se dan por sentados unos cuantos motivos; en otros, muchos, aunque, en este último caso, solo algunos tienen un status innato. Todos estos modelos intentan explicar el comportamiento o la conducta: cuáles son sus causas y qué factores la controlan. En general, se supone que la conducta sirve, en algún sentido, a las necesidades del organismo. Rara vez se exponen, en este contexto, los problemas del dualismo, de la voluntad y del libre albedrío; pero, en general, estos modelos pueden caracterizarse como monistas y porque consideran que los problemas de la selección y del esfuerzo se derivan de las necesidades del organismo en su interacción con el medio. La racionalidad y el conocimiento tienen a considerarse como reflejos no confiables de ciertos determinantes más fundamentales.
Recientemente ha existido una tendencia a rechazar como adecuado, el tipo general de modelo antes descrito. Aunque acentuando la concepción homeostática y la evolucionista, dicha tendencia parece hacer hincapié en la razón y en el conocimiento, en la bondad fundamental de la naturaleza humana y en la idea de que, al explicar la conducta, puede verse a ésta como un fin en sí antes que como una obligatoria servidora de otras necesidades orgánicas. Este punto de vista, en sí, parece estar en consonancia con la importancia que autores como Sócrates, Platón, Aristóteles, algunos padres de la Iglesia y Rousseau, le daban.