El mundo artístico no es un mundo segregado y diferente de la vida cotidiana. Desde las pinturas rupestres hasta los ordenadores de última generación el mundo del arte ha estado integrado en la vida cotidiana. Esta integración hace que nos preguntemos por la utilidad y el gozo que pueden proporcionar la belleza y el arte a la vida cotidiana. Cuando esta integración es total y el mundo artístico se pone al servicio de la utilidad nos encontramos ante el funcionalismo.
El funcionalismo, avalado por las posibilidades tecnológicas de producción y reproducción de obras, disuelve las fronteras entre el arte y la artesanía. Al convertir el arte en arte "útil" y "funcional" se desarrolla una estética donde la creación artística está al servicio de la reproducción de artefactos útiles.
2. El diseño se apodera del universo urbano
La integración del arte en la vida cotidiana se realiza tanto en la vida privada como en la vida pública. El frío funcionalismo con el que se han realizado los trazados de las ciudades y con el que se han realizado numerosas obras públicas está siendo desplazado por una nueva estética. Sin perder de vista la utilidad y funcionalidad de los espacios y obras públicas, esta nueva estética busca elementos de calidez, de proximidad y de familiaridad. Son los elementos de diseño que transforman los elementos útiles en objetos diferentes, distintos, cálidos y próximos.
3. Arte y estilo en la identificación personal
La integración del arte en la vida privada también incorpora elementos de diseño que combinan la utilidad de la belleza. Desde los objetos personales más públicos como un coche, hasta la elección de las prendas de vestir más íntimas, pasando por la selección de los electrodomésticos del hogar, el consumidor contemporáneo quiere diferenciarse, busca objetos con los que pueda identificarse, que digan algo de él y su personalidad, que representen o expresen algún sentimiento suyo. Hoy no sólo buscamos objetos o prendas útiles y de diseño, sino objetos y prendas que expresen nuestro estilo de vida.
4. Arte y tecnología: ¿un matrimonio de conveniencia?
Las enormes posibilidades que el arte contemporáneo nos ofrece para encontrar un estilo de vida propio están condicionados por la tecnología. De hecho, la tecnología no sólo permite reproducir objetos en serie y hacer más accesible el arte a todos los públicos, sino que le permite al propio destinatario diferenciarse y encontrar objetos "a la carta". ¿Nos ofrece la tecnología una oportunidad para encontrar un estilo de vida propio? ¿Estamos asistiendo a un matrimonio de conveniencia entre el arte y la tecnología?
El uso creativo de la tecnología
Nos encaminamos, a través del desarrollo espectacular de los soportes electrónicos y digitales, hacia un horizonte cultural caracterizado por la posibilidad, digo "posibilidad", de un uso creativo individual de la tecnología. Lo que en el universo cultural global supone grandes empresas, trabajo colectivo, en el terreno de las artes se configura como espacio, individual o de grupo, de experiencias creativas. Cada vez avanzamos más hacia el irreversible final de la función artística concebida en términos de "maestría" o "destreza", en conexión con la artesanía. El arte de nuestro tiempo extrae ya todo su oxígeno de su diálogo con la tecnología, de su capacidad para apropiarse de la formidable potencia de representación que ésta posee y, a la vez, para cuestionar sus derivaciones negativas, antihumanas. Hoy en día, y sin duda por el impacto producido por la expansión de la nueva cultura electrónica y digital, las artes plásticas registran una presencia cada vez más acusada de lo narrativo. El lema sería algo así como contar historias. Con palabras, con imágenes, con bits... La cosa no ha hecho sino empezar, está sólo en sus inicios. No cabe duda de que el arte del siglo XXI dispondrá cada vez más de posibilidades de soportes y procedimientos tecnológicos que incluso hoy, por su complejidad y riqueza, nos pueden resultar cercanos a la magia.
José Jiménez, Un arte dislocado (adaptado)
Arte y cibernética
La utilidad de la cibernética está en que delimita el campo de invención, pero no lo elimina. Difícilmente pueden introducirse con suficiente precisión variables que correspondan, positiva y directamente, a valores estéticos. El arte es siempre cualitativo. La máquina calculadora puede utilizarse provechosamente para explorar lo que E. Souriau llama la "arquitectónica de lo posible". El arte cibernético responde a necesidades de una época que se caracteriza por la socialización y al mismo tiempo por la masificación de la sociedad. Una sociedad de masas requiere un arte de masas. La máquina se presenta como el instrumento ideal para la multiplicación de la obra de arte, para eso que Abraham Moles llama "banalización de lo único".
Juan Plazaola, Introducción a la estética (adaptado)
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