Asistí a la conferencia impartida por Christian Felber en el XII Congreso de Escuelas Católicas, en noviembre de 2013, con el título "Democracia y bien común: los fundamentos del futuro". Presentó aquí los principios básicos de su libro La economía del bien común.
Me interesaron mucho sus planteamientos, por lo que compré su libro unas semanas después. Hoy lo he terminado. Considero que además de coherente en sus valores y en los modos de proceder que expone, este modelo de economía basado en la cooperación tiene mucho de realidad y no es sólo ideología. De hecho, no es simplemente un modelo económico alternativo, sino que pretende dar un giro a la economía de mercado, teniendo presentes siempre los objetivos democráticos constitucionales de una economía para el bien colectivo.
Pero, ¿estamos en un sistema político con una democracia real? Las preocupaciones políticas actuales son salvar a los bancos. Nuestras prioridades políticas como ciudadanos las tenemos que buscar, plantear y gestionar nosotros. El orden económico que queremos lo gestionaremos nosotros, si avanzamos en una verdadera democracia.
La economía y la filosofía eran en el pasado una ciencia única. Posteriormente, se separaron y no hubo posibilidad de unión, eran incompatibles la ética y la economía: si se pone en el centro el dinero, se pierde el sentido de la propia economía como una herramienta al servicio de los seres humanos y de los seres vivos, y el dinero debe ser una herramienta al servicio de otra herramienta.
Deben definirse los objetivos, los valores y los medios del sistema económico. Tenemos dos identidades, la individual y la colectiva. La propuesta de la economía del bien común abarca la unión de este aparente dualismo. Pero esto no es nuevo (Aristóteles) y además está recogido en las Constituciones de los países democráticos, incluso de EEUU, país capitalista de referencia. Entonces, ¿por qué esta contradicción? El motivo principal son las reglas de acción de los actores económicos: competencia y afán de lucro. Estas dos reglas son anticonstitucionales, y no nos damos cuenta de esta contradicción.
Semillas de dientes de león, logotipo del movimiento "Economía para el bien común" |
Las empresas más justas y éticas no pueden ofrecer productos a precios competitivos, a no ser que los estados les den beneficios y ventajas fiscales.
Una educación para el bien común es necesaria para cambiar los principios de la competitividad por los principios de la cooperación. Las asignaturas que más ayudarían en la formación para el bien común son, a juicio de Felber:
• Emocionología
• Comunicación
• Valores (Educación del corazón)
• Democracia (Toma de decisiones)
• Sensibilización del cuerpo
• Unión con la naturaleza
Las ideologías benefician a unos y perjudican a otros, o benefician más a unos que a otros. Quizás sea inevitable y puede ser justo o no. Pero se trata de buscar lo más parecido posible a un cierto bien común. Las ideologías son mejores o peores en tanto en cuanto sus logros se acerquen más o menos a este ideal. En el plano religioso el cristianismo lo intenta a través del amor entre los seres humanos. En el plano político el comunismo lo intentó, con un considerable fracaso. Otras ideologías, más modestas en sus pretensiones, consiguieron muchos más logros que el comunismo.
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