Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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jueves, 25 de abril de 2013

El problema mente-cerebro en la historia de la filosofía

Es propio de la filosofía preguntarse acerca del ser humano. Una de las cuestiones que más han hecho pensar a lo largo de la historia ha sido precisamente qué es, dónde está y cómo funciona esa especial característica que nos hace ser humanos, capaces de sentir y pensar: el alma o la mente.
Las posibles respuestas a la pregunta por la relación entre el alma y el cuerpo, y su significado en la concepción del ser humano, han sido muy variadas. Aquí se muestran algunos autores clásicos y sus aportaciones a este tema.

Platón
Platón distingue entre el alma y el cuerpo. Para él, el alma está encerrada en la cárcel del cuerpo. Su pensamiento, pues, se aproxima a la concepción mantenida por el orfismo, según la cual el alma está prisionera del cuerpo y contaminada por él, por lo que debe purificarse para volver a su mundo divino. Según Platón, el alma es la parte divina, inmaterial, eterna y manda sobre el cuerpo, que es la parte humana, actuando como un auriga que dirige un carro con dos caballos. El alma racional es la verdadera esencia del ser humano, por eso el ejercicio de la razón es su más noble tarea.

El alma encerrada en el cuerpo
Mientras tengamos el cuerpo y esté nuestra alma mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de manera suficiente lo que deseamos. Y decimos que lo que deseamos es la verdad. En efecto, son un sinfín las preocupaciones que nos procura el cuerpo por culpa de su necesaria alimentación; y encima, si nos ataca alguna enfermedad, nos impide la caza de la verdad. Nos llena de amores, de deseos, de temores, de imágenes de todas clases, de un montón de naderías, de tal manera que, como se dice, por culpa suya no nos es posible tener nunca un pensamiento sensato. Si no es posible conocer nada de una manera pura juntamente con el cuerpo, una de dos: o es de todo punto imposible adquirir el saber, o sólo es posible cuando hayamos muerto, pues es entonces cuando el alma queda sola en sí misma, separada del cuerpo, y no antes.
Platón, Fedón (adaptado)

Aristóteles

La concepción aristotélica del alma evoluciona desde un fuerte platonismo hasta la doctrina del hileformismo (de hylé, materia, y morfé, forma) al realizar sus estudios biológicos y psicológicos. En su obra De anima, Aristóteles extiende el dualismo materia-forma a los seres vivos y al hombre. Según esta idea, el individuo es la sustancia completa, compuesta de materia (el cuerpo), que es potencia, y de forma (el alma) o esencia que permite que la potencia llegue a ser acto. Sin embargo, es el sujeto completo, alma y cuerpo, el que es afectado; no es posible disociar ambos elementos, ya que no pueden tener existencia separada.

El alma, sustancia formal del cuerpo
Todo cuerpo natural que participa de la vida es sustancia, pero sustancia en el sentido de compuesto. Y dado que se trata de un cuerpo de tal tipo -a saber, que tiene vida- no es posible que el cuerpo sea el alma: y es que el cuerpo no es de las cosas que se dicen de un sujeto, antes al contrario realiza la función de sujeto y de materia. Luego el alma es necesariamente sustancia en cuanto forma específica de un cuerpo natural que es potencia tiene vida. Ahora bien, la sustancia es entelequia, luego el alma es entelequia de tal cuerpo. Por tanto, si cabe enunciar algo en general acerca de toda clase de alma, habría que decir que es la entelequia primera de un cuerpo natural organizado.
Aristóteles, De anima (adaptado)

Descartes
Preocupado por la posibilidad misma del conocimiento humano, Descartes introduce un nuevo método de reflexión y un principio básico: la duda. Una duda que se aplica a todo excepto a la convicción personal de que "estoy pensando". Con esta base analiza la relación entre la mente que piensa y el mundo en derredor. Considera que son dos tipos de realidades diferentes: la res extensa, que es lo material, espacial y mecánico, y la res cogitans, que es lo inmaterial, inespacial y consciente. Al primer grupo pertenece el cuerpo, que se rige por las mismas leyes mecánicas que el universo, por eso es una máquina; al segundo, el alma, lugar de los sentimientos y de la voluntad. Mantiene, por tanto, una visión dualista: alma y cuerpo son realidades diferentes e independientes, que se comunican mediante la "glándula pineal" que existe en el cerebro.

Alma y cuerpo en difícil interacción
Tengo yo un cuerpo al que estoy estrechamente unido, sin embargo, puesto que por una parte tengo una idea clara y distinta de mí mismo, según la cual soy algo que piensa y no extenso, y, por otra parte, tengo una idea distinta del cuerpo según la cual éste es una cosa extensa, que no piensa, resulta cierto que yo, es decir, mi alma, por la cual soy lo que soy, es entera y verdaderamente distinta de mi cuerpo, pudiendo ser y existir sin el cuerpo.
Descartes, Meditaciones metafísicas

Spinoza
Spinoza también intenta dar una explicación racional y matemática del universo. Considera que la naturaleza es un todo, un sistema infinito que puede ser concebido bajo el atributo de la extensión (sistema espacial o sistema de cuerpos) o bajo el del pensamiento (sistema de las mentes, que constituiría el entendimiento eterno e infinito de Dios). Así, si hay solamente un orden de la naturaleza, no es lógico pensar que el cuerpo humano pertenezca a un orden y la mente a otro. El ser humano es una sola cosa, que puede ser considerada desde los dos aspectos. Mente y cuerpo no son dos entidades, ni una es reducible a la otra, sino que son dos aspectos del ser humano.

Dos aspectos de una misma cosa
El alma y el cuerpo son una sola y misma cosa, que se concibe, ya bajo el atributo del pensamiento, ya bajo el de la extensión. Tanto la decisión como el apetito del alma y la determinación del cuerpo son cosas simultáneas por naturaleza, o mejor dicho, son una sola y misma cosa, a la que llamamos "decisión" cuando la consideramos bajo el atributo del pensamiento, y "determinación" cuando la consideramos bajo el atributo de la extensión, y la deducimos de las leyes del movimiento y el reposo.
Spinoza, Ética (adaptado)

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