Cada ser humano es como los demás seres humanos, como algunos otros seres humanos y como ningún ser humano.
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viernes, 30 de diciembre de 2016

Poder político y ciudadanía democrática

El poder político ha sido siempre una preocupación esencial de la filosofía. Los filósofos no sólo se han preguntado por el origen y las formas en las que se ejerce el poder, sino por las posibilidades que ofrece para que la vida humana pueda ser más o menos digna. Bien sea como fuerza humana para cambiar el destino, bien sea como posibilidad de ordenar la sociedad según leyes justas, la reflexión sobre el poder es también una reflexión sobre la dignidad de todos los seres humanos. Esta estrecha relación entre dignidad humana y poder político ya no se puede plantear al margen de la organización de la convivencia; por eso, hoy no puede haber un poder político legítimo si no hay una ciudadanía democrática.

Insociable sociabilidad del ser humano
El medio de que se sirve la naturaleza para lograr el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las mismas en sociedad, en la medida en que ese antagonismo se convierte a la postre en la causa de un orden legal de aquellas. Entiendo en este caso por antagonismo la insociable sociabilidad de los hombres, es decir, su inclinación a formar sociedad, que, sin embargo, va unida a una resistencia constante que amenaza perpetuamente con disolverla. Esta disposición reside, a las claras, en la naturaleza del hombre.
El hombre tiene una inclinación a entrar en sociedad, porque en tal estado se siente más como hombre, es decir, siente el desarrollo de sus facultades naturales. Pero también tiene una gran tendencia a aislarse; porque tropieza en sí mismo con la cualidad insocial que le lleva a querer disponer de todo según le place. Movido por el ansia de honores, poder o bienes, trata de lograr una posición entre sus congéneres, a los que no puede soportar pero de los que tampoco puede prescindir.
I. Kant, Filosofía de la Historia (adaptado)

Democracia y ciudadanía activa
Por oscuro que parezca el horizonte, lo cierto es que la conciencia política occidental puede aún encontrar un modelo de respuesta a su propio paradigma democrático. Para ello es imprescindible que lo entienda en función directa de la libertad social, como fuerza activa de participación en el bien común político. Es preciso encontrar un nuevo sentido para la ciudadanía, como concepto que connota la participación responsable y tendencialmente universal de las personas en los asuntos públicos, que no tienen que ser precisamente las cosas "oficiales". La creciente complejidad de la sociedad actual está clamando por una renovada idea del activo papel que los ciudadanos han de jugar en las distintas redes que constituyen hoy la urdimbre relacional de la convivencia.
A. Llano, Humanismo cívico (adaptado)

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