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sábado, 14 de abril de 2018

Formas de aprendizaje y psicoterapia

Psicoterapia (etimológicamente, "cuidado del alma") es la expresión aceptada para señalar la relación profesional que se establece entre un psicólogo y un paciente, a fin de superar unos problemas y, en general, mejorar la calidad de vida del último. Aunque hay distintas formas de psicoterapia, y cada una se sirve de métodos diferentes, todas ellas vienen a coincidir en el objetivo que se persigue: un cambio en la conducta, el pensamiento o las emociones de la persona, una vez que los que actualmente posee son percibidos como problemáticos. En este sentido, la psicoterapia se puede entender como un aprendizaje: el paciente debe aprender a comportarse, a pensar o a sentir de una forma distinta y más adecuada a la vida que desea llevar.
Con claros precedentes en los trabajos con enfermas de histeria del francés Charcot y el vienés Breuer (que utilizaban la hipnosis para la creación y eliminación de síntomas histéricos como la parálisis, la ceguera o la insensibilidad), el inicio de la psicoterapia como tal se sitúa en el psicoanálisis de Sigmund Freud, que, abandonando la hipnosis, se sirve fundamentalmente de las asociaciones libres del sujeto para descubrir los procesos inconscientes que han dado lugar a la enfermedad mental. Durante los primeros años del siglo XX, el psicoanálisis en sus diferentes versiones (Freud, Adler, Jung, etc.) fue la única forma de psicoterapia existente, pero la abundancia de críticas recibidas (se trata de una terapia larga, cara y de dudosa eficacia) y el estudio de las técnicas de modificación de conducta de personas y animales, dieron lugar a terapias de inspiración conductista, que posteriormente se enriquecerían con las aportaciones de otras escuelas (Gestalt, cognitivismo, psicología humanista...).
Experimento del "pequeño Albert"

1. Condicionamiento clásico y terapia de desensibilización
Fue el conductista John Watson quien interpretó las fobias (miedos irracionales o exagerados) como respuestas emocionales condicionadas, que podían ser creadas y extinguidas por medio del condicionamiento pavloviano. Así lo hizo con un niño de once meses, a quien llamó "Albert". La situación de partida (reflejo incondicionado) es la reacción de miedo (susto) de un niño ante un sonido fuerte e inesperado.

RUIDO INTENSO REPENTINO (EI) → provoca → SUSTO (RI)

Alberto era un niño al que no le asustaban nada las ratas blancas de laboratorio. De hecho, la primera vez que acudió a la consulta de Watson jugó con una de ellas y no demostró sentir ningún miedo. La rata era, pues, un estímulo neutro en relación a la respuesta de susto. ¿Qué ocurrirá si, siempre que mostramos la rata al niño, producimos a la vez un fuerte ruido a sus espaldas? Como es lógico, el niño se asustará.

 RUIDO INTENSO REPENTINO (EI) + RATA BLANCA (EN) → provoca → SUSTO (RI)

Tras asociar ambos estímulos varias veces, el condicionamiento concluye cuando el niño se asusta ante la sola presencia de la rata blanca. Acabamos de producir una fobia, el miedo irracional, pero explicable, de Alberto a las ratas blancas.

RATA BLANCA (EN/EC) → provoca → SUSTO (RC)

 Watson no se detuvo aquí. Generalizó el miedo producido por la rata a otros estímulos parecidos (objetos peludos y blancos): un conejo, un abrigo, una barba de Papá Noel... Y pensaba comerzar el proceso de extinción (o al menos eso decía) cuando la familia de Alberto decidió que el niño no volvería a pisar la consulta de aquel enloquecido doctor.
Watson no quería causar daños psíquicos a Alberto: simplemente pensaba que, para demostrar cómo se curan las fobias, primero tenía que crear una, pero que al final el niño quedaría igual que al principio. Fue su discípula Mary Jones quien aplicó el condicionamiento clásico para curar una fobia ya existente, no creada en el laboratorio. El procedimiento consistía en asociar el objeto que provocaba la fobia (de nuevo, una rata blanca) a otros objetos y situaciones gratificantes en sí mismos, pero haciendo aparecer al primero de forma progresiva para siempre dominaran claramente los estímulos gratificantes. ¿El niño se asusta de las ratas? Haremos que, mientras disfruta comiendo golosinas o jugando con su juguete preferido, alguien deje una rata enjaulada lo suficientemente lejos para que el niño no se asuste de ella. Cada día la acercaremos un poco más y, poco a poco, iremos dejando que salga de la jaula y hasta conseguiremos que el niño la acaricie y juegue con ella. En ese momento podemos considerar que está curado de la fobia. A esta forma de terapia se le ha dado el nombre de desensibilización sistemática.

2. Otras formas de terapia conductual
A pesar de que sigue considerándose "uno de los experimentos más infames de la historia de la psicología", el trabajo de Watson con "Alberto" es visto como el inicio de la terapia conductual. Desde 1920, año del experimento, hasta nuestros días, se ha profundizado en la aplicación de los principios del condicionamiento a la modificación de la conducta. Además de la ya mencionada desensibilización, han aparecido otras técnicas como la implosión o la terapia aversiva.
La implosión, también llamada "inundación", busca el mismo efecto de la desensibilización: eliminar una respuesta emocional inadecuada, como el miedo o la ansiedad, ante un estímulo que no tiene por qué provocar dichas respuestas (salir a la calle, quedarse solo en casa, relacionarse con otras personas, etc.). La diferencia está en que, en vez de presentar el estímulo de forma progresiva, se hace de forma completa desde el principio, pero en situaciones controladas por el psicólogo. Por ejemplo: un niño que tiene miedo a la oscuridad es introducido en una habitación oscura, pero acompañado del psicólogo que le tranquiliza haciéndole ver que no pasa nada. De esta forma, el pacierte supera su reacción inicial y acepta la presencia del estímulo que antes no podía soportar.
La terapia aversiva consiste en asociar estímulos desagradables con las conductas que se desean suprimir. Se trata de un procedimiento muy utilizado para combatir adicciones (al alcohol, al tabaco, etc.), por ejemplo, mezclando sustancias adictivas con otras que, sin graves consecuencias para la salud, provocan náuseas u otras formas de malestar.

3. Terapias cognitivo-conductuales
El desarrollo de los tratamientos psicológicos ha llevado a la convicción de que, para aumentar su eficacia, se necesita la introducción de elementos mentales o cognitivos. Es decir, no basta la modificación de la conducta, sino que, para lograr ésta o para prolongarla en el tiempo, el paciente debe cambiar su forma de pensar y adoptar una más acorde con la conducta que se pretende aprender.
Un ejemplo de lo anterior es el contrato conductual, documento firmado por paciente y terapeuta donde se especifican las conductas deseables y las consecuencias de particarlas o no. Por ejemplo, un mal estudiante se compromete a estudiar dos horas sin interrupciones y, sólo en el caso de hacerlo, puede usar el teléfono móvil durante quince minutos. La eficacia no está tanto en la recompensa o castigo en sí mismos, sino en el hecho de que el sujeto acepte esas recompensas o castigos como justificados a partir de las conductas realizadas.
Inspirado directamente en el aprendizaje social de Bandura, el modelado consiste en proponer modelos de conducta que el sujeto debe aprender e imitar de forma paulatina. Esta técnica, que admite muchas variantes (desde ejemplos reales a dramatizaciones en las que el sujeto puede adoptar el papel de un personaje), es especialmente aplicable a personas con problemas en sus relaciones sociales.
Similar es la técnica de entrenamiento asertivo, en la que el sujeto debe entender la forma correcta de afrontar situaciones problemáticas sin renunciar a los propios derechos pero evitanto la agresividad.
En general, las técnicas inspiradas en la psicología cognitiva buscan una reestructuración de los esquemas mentales del sujeto para afrontar mejor las situaciones estresantes evitando los pensamientos negativos o poco realistas. Podemos citar, entre ellas, la terapia del insight (lejanamente inspirada en los experimentos de Köhler, busca que el paciente alcance una comprensión súbita de sus propios sentimientos y motivaciones), la terapia por inoculación de estrés (en la que el paciente aprende a hablarse a sí mismo para poder afrontar situaciones estresantes), el reforzamiento encubierto y las muchas y variadas formas de terapia de grupo en que los pacientes reunidos se ayudan unos a otros a alcanzar la autocomprensión que les facilite la curación.    

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